Oración
Primera
Louis-Claude de Saint Martin
Fuente eterna de todo lo que es, Tú que enviaste espíritus de error y de oscuridad a lo no verdadero, que los separaste de Tu amor, haz enviar a él, quien Te busca, un espíritu de verdad, uniéndole para siempre contigo. Pueda el fuego de este espíritu consumir todos los rastros del hombre viejo, y, habiéndoles consumido, pueda producir de esas cenizas un hombre nuevo, en quien Tu sagrada mano no desdeñará en fluir un ¡santo Crisma! Sea este el final de la penitencia y de sus largos trabajos, y pueda Tu vida , la que está por todas partes, transformar mi ser entero en la unidad de Tu imagen, mi corazón en la unidad de Tu amor, mi actividad en la unidad de los trabajos de justicia, y mi pensamiento en la unidad de todas las luces.
Haz imponer grandes sacrificios sobre el hombre, sólo para compelerle
a que busque en Ti todas sus riquezas y todos sus placeres, y Tu le fuerzas
a buscar todo éstos tesoros en Ti solamente porque sabes que ellos
solamente pueden hacerle feliz, porque Tú solamente los posees, quien
los ha engendrado y creado. Verdad, Oh Dios de mi vida, que puedo encontrar
en ninguna parte excepto en Ti la raíz y la realización de
mi ser. Tú también sabiamente dices que sólo en el
corazón del hombre podrás encontrar Tu reposo No ceses, por
lo tanto, ni por un instante tus operaciones sobre mi, que no sólo
pueda yo vivir, sino que Tú nombre pueda ser conocido entre las naciones.
Tus profetas han declarado que la muerte no puede elogiarte; nunca dejes
que la muerte venga cerca de mí, ya que ardo para ofrecerte alabanza
inmortal; ardo con el deseo de que el eterno Hijo de la Verdad no pueda
nunca reprochar el corazón del hombre con el más pequeño
ensombrecimiento de Su esplendor o la menor disminución de su plenitud.
Dios de mi vida, la alocución de cuyo Nombre logra todas las cosas,
restaura a mi naturaleza lo que hiciste primero e impártelo, y yo
manifestaré ese Nombre entre las naciones, y ellos aprenderán
que Tu sólo oficias su Dios, Tú sólo su vida esencial,
como Tú sólo oficias el movimiento y el motivo principal de
todos los seres.
Haz sembrar la semilla de Tus deseos en el alma del hombre, en ese campo
donde nadie puede disputar contigo, desde el momento que Tú es quien
lo ha traído a la existencia. Siembra Tus deseos aquí, que
el alma, por la fuerza de Tú amor, puede ser arrebatada de las profundidades
que la sostienen y emanciparla para siempre. Suprime para mí el reino
de imágenes; dispersa las barreras fantásticas que colocan
un inmenso intervalo y extienden una gruesa oscuridad entre Tú luz
viva y yo, enterrándome en sus dobleces.
Muéstrame el carácter sagrado y el sello divino que custodian
Tú arte; perfora el centro de mi alma con el fuego que arde en Ti,
que mi alma puede quemarse en Ti hasta que conozca Tú inefable vida
en los placeres de Tú existencia eterna. Demasiado débil para
aguantar el peso de Tú nombre, dejo en Tus manos la tarea de erigir
el completo edificio y de poner su primera fundación en las profundidades
de esa alma que Tú me has entregado para ser una antorcha, mostrando
la luz a las naciones, que ellas no puedan residir más en la oscuridad.
¡Gracias a Ti, oh Dios de la paz y del amor! Agradecimientos a Ti,
porque te has ocupado de mí, y no has deseado lo que mi alma debe
desear, para prevenir que tus enemigos puedan decir que el Padre forjó
a sus hijos o que está incapacitado para entregarlos.