III 1. Y todas las puertas del firmamento se abrieron ante mí.
2. Y subí a la primera esfera, y brillé con una luz intensísima,
cincuenta y nueve veces mayor que aquella con que destellé en el firmamento.
3. Y cuando llegué a las puertas de la primera esfera, todas se abrieron
a la vez por sí solas.
4. Y cuando entré en el círculo de las esferas emanando una
luz infinita, todos los arcontes fueron en turbación viendo el esplendor
que me pertenecía.
5. Y mirando mi ropaje, vieron el misterio de su nombre, y su turbación
aumentó.
6. Y tuvieron gran espanto y dijeron: ¿Qué cambio nos ha producido
el señor del firmamento?
7. Y todas sus filas y sus lazos se rompieron.
8. Y cada uno se detuvo en su fila, y me adoraron a mí y a mi investidura,
y cantaron himnos del interior de los interiores, con gran temor y desconcierto.
9. Y fui a las puertas de la segunda esfera, que es el Heimarméné
y sus puertas se abrieron por sí mismas.
10. Y entré en el ámbito de Heimarméné, rodeado
de una luz formidable, y no había ningún género de luz
que no fuese en mí.
11. Y la luz era cuarenta y nueve veces más grande allí que
en la primera esfera.
12. Y todos los arcontes de la segunda esfera cayeron, en su turbación,
unos sobre otros, llenos de espanto ante la luz que me pertenecía.
13. Y viendo en mi vestidura el misterio de su nombre, quedaron desconcertados,
y se preguntaban: ¿Cómo es que el Señor nos ha cambiado,
sin saberlo nosotros?
14. Y los lazos de sus lazos, y de sus filas, y de sus cimientos, fueron rotos.
15. Y cada uno se detuvo en su puesto y, prosternándose ante mí
y ante mi veste, me adoraron.
16. Y cantaron un himno desde el interior de los interiores, y estaban llenos
de temor y de turbación.
17. Y, dejando aquel lugar, subiendo hacia los grandes arcontes de los eones,
llegué a sus velos y a sus puertas, entre una claridad inmensa, y no
había especie de luz que no fuese en mí.
18. Y cuando llegué a los doce eones, sus puertas se conmovieron, y
sus velos se plegaron por sí mismos, y sus puertas se abrieron a la
vez.
19. Y entré entre los eones destellando un resplandor inmenso, en que
ningún género de luz faltaba, y este resplandor era cuarenta
y nueve veces más grande que en el Heimarméné.
20. Y sus ángeles, y sus eones, y sus arcángeles, y sus arcontes,
y sus dioses, y sus señores, y sus fuerzas, y sus luminarias, y sus
antepasados, y sus triples poderes, vieron que yo era luz infinita, al que
ninguna especie de luz es ajena.
21. Y se desconcertaron, y un gran pavor los dominó cuando vieron la
luz deslumbrante que había en mi.
22. Y su pavor y turbación llegaron hasta las regiones del Gran Maestro
de los cielos, y de los tres grandes triples poderes.
23. Y por su gran espanto, el Gran Maestro y los tres grandes triples poderes,
corrían de un lado para otro, y no pudieron cerrar sus regiones, a
causa del gran temor que experimentaban.
24. Y reunieron todos sus eones, y todas sus esferas, y todos sus súbditos,
espantados por el gran resplandor que veían en mí.
25. Porque el mundo no hubiera podido soportar la luz que había en
mí entre los eones, y se hubiera disuelto.
26. Y yo brillaba allí con una luz ocho mil setecientas veces mayor
que la que fue conmigo cuando yo estaba en el mundo con vosotros.
27. Y cuantos había en el círculo de los doce eones se aturdieron,
viendo la luz que me envolvía, y corrían de un lado para otro.
Y todas sus regiones, y sus cielos, y sus mundos, se conmovieron, porque no
conocían el misterio que se había cumplido.
28. Y Adamas, el gran tirano, y todos los tiranos que están en los
eones comenzaron a combatir contra la luz.
29. Y no pudieron ver lo que combatían, porque no veían nada
más que una luz muy brillante.
30. Y cuando combatían contra la luz, sucumbieron todos y, cayendo
sin fuerza, quedaron sin aliento, como los habitantes de la tierra al morir.
31. Y yo les arrebaté la tercera parte de su fuerza, para que no pudieran
persistir en sus malos actos, ni los hombres de la tierra los invocasen en
sus misterios revelados por los ángeles pecadores, y que constituyen
la magia.
32. Y así, si los hombres los invocasen con fines perversos, no podrán
ejecutar malas acciones.
33. Y troqué los Heimarménés y las esferas que son sus
soberanas. Y las volví durante seis meses a la izquierda y seis meses
a la derecha, ejerciendo sus influencias, según el mandato del primer
precepto y según el mandato del primer misterio.
34. Y Iâo, el guardián de la luz, las había colocado mirando
siempre a la izquierda, y ejerciendo así sus influjos y sus funciones.
35. Y he aquí que cuando yo llegaba a sus regiones, fueron rebeldes
y se mostraron hostiles a la luz.
36. Y por eso les quité la tercera parte de su fuerza, para que no
pudiesen ejercer sus prácticas malévolas.
37. Y cambié los Heimarménés y las esferas, poniéndolas
a la derecha seis meses para ejercer sus influjos, y seis meses a la izquierda.
A veces acudo
aquí y busco. Y siempre encuentro. La Verdad no siempre está
oculta.