LA
NUBE SOBRE EL SANTUARIO
(carta III)
Karl von Eckartshausen
"Nadie enciende una lámpara y la pone en sitio oculto, ni bajo
el celemín, sino sobre el candelero, para que los que entren vean
el resplandor. La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está
sano también todo tu cuerpo está luminoso; pero cuando está
malo, también tu cuerpo está a oscuras. Mira, pues, que la
luz que hay en ti no sea oscuridad. Si, pues, tu cuerpo está enteramente
luminoso, no teniendo parte alguna oscura, estará tan enteramente
luminoso, como cuando la lámpara te ilumina con su fulgor" (Lc.,
11, 33-36).
La verdad, que está en el más interior de los misterios, se
parece al Sol; pues, sólo al ojo de un águila (el alma del
hombre capaz de recibir la luz) le es permitido contemplarla. La mirada
de cualquier otro mortal queda deslumbrada y la oscuridad lo rodea en la
misma luz.
Jamás el gran algo, que está en lo más interior de
los santos misterios, fue ocultado a la vista de águila de aquel
que es capaz de recibir la luz.
Dios y la Naturaleza no tienen misterios para sus hijos. El misterio está
sólo en la debilidad de nuestro ser, que no es capaz de soportar
la luz y que aún no está organizado para la visión
casta de la verdad desnuda.
Esta debilidad es la nube que cubre al santuario, es el velo que oculta
el santo de los santos.
Pero, para que el hombre pudiese recobrar la luz, la fuerza y su dignidad
perdidas, la divina amante se rebajó a la debilidad de sus criaturas
y escribió las verdades y los misterios interiores y externos en
el exterior de las cosas, a fin de que el hombre, por medio de ellos, pueda
lanzarse al espíritu.
Estas letras son las ceremonias o lo exterior de la religión, que
conducen al espíritu interior, activo y lleno de vida, en unión
con Dios.
Los jeroglíficos de los Misterios son también sus letras;
son los esquemas y dibujos de verdades interiores y santas, que cubren el
velo extendido ante el santuario.
La religión y los Misterios se dan la mano para conducir a todos
nuestros hermanos hacia una verdad. Una y otros tienen por objeto el cambio
y la renovación de nuestro ser; la reedificación de un templo
en el que habite la sabiduría con el amor, o Dios con el hombre.
Pero la religión y los Misterios serían fenómenos totalmente
inútiles si la Divinidad no les hubiera dado los medios efectivos
para alcanzar sus grandes fines.
Estos medios han estado siempre en el santuario más interior; los
Misterios están destinados a construir un templo a la religión
y la religión está destinada a reunir en él los hombres
con Dios.
Tal es la grandeza de la religión y tal ha sido la dignidad de los
misterios de todos los tiempos. Sería ofensivo para vosotros, hermanos
amados en la intimidad, que pensásemos que nunca habéis observado
los santos misterios desde este punto de vista verdadero, que los representa
como el único medio capaz de conservar, en su pureza y en su verdad,
la doctrina de las verdades importantes sobre Dios, la Naturaleza y el hombre;
esta doctrina estaba envuelta con el santo idioma de los símbolos,
y las verdades que contenía, habiendo sido traducidas, poco a poco,
entre los profanos a la lengua ordinaria, se volvieron cada vez más
oscuras e ininteligibles.
Los misterios, como sabéis, hermanos amados con ternura, prometen
cosas que serán y quedarán siempre como herencia de un pequeño
número de hombres; son misterios que no se pueden vender ni enseñar
públicamente; son secretos que sólo pueden ser recibidos por
un corazón que se esfuerce en adquirir la sabiduría y el amor;
y en el que la sabiduría y el amor ya han sido despertados. Aquel
en quien esta santa llama ha sido despertada, vive verdaderamente feliz,
contento de todo y libre en la misma esclavitud. Ve la causa de la corrupción
humana y sabe que es inevitable. No odia a ningún criminal, lo compadece,
trata de levantar al caído y reconducir al extraviado; no apaga la
mecha que aún arde, ni acaba de romper la caña partida, porque
siente que, a pesar de toda esta corrupción, no hay nada totalmente
corrompido.
Penetra con recta mirada la verdad de todos los sistemas religiosos en su
fundamento primero; conoce las fuentes de la superstición y de la
incredulidad, considerándolas como modificaciones de la verdad, que
aún no ha recibido su equilibrio. Estarnos seguros, dignos hermanos,
de que consideráis al hombre místico desde este punto de vista
y que no atribuís a su arte real la actividad que algunos individuos
aislados han llevado a cabo. Con estos principios, que son precisamente
los nuestros, consideraréis la religión y los misterios de
las santas escuelas de la sabiduría como hermanas que, dándose
la mano, han velado por el bien de todos los hombres, desde la necesidad
de su nacimiento.
La religión se divide en interior y exterior. La religión
exterior tiene por objeto el culto y las ceremonias; la interior, la adoración
en espíritu y en verdad. Las escuelas de la sabiduría se dividen
también en exteriores e interiores. Las escuelas exteriores poseen
la letra de los jeroglíficos y las interiores, el espíritu
y el sentido. La religión exterior está ligada con la religión
interior por las ceremonias. La escuela exterior de los misterios se liga
por los jeroglíficos con la interior. Pero, ahora, nos acercamos
al tiempo en que el espíritu vivificará la letra, la nube
que cubre al santuario desaparecerá, los jeroglíficos se convertirán
en visión real y las palabras en entendimiento.
Nos acercamos al tiempo en que se rasgará el gran velo que cubre
al Santo de los Santos. Aquel que venera los santos misterios, ya no se
dará a conocer por palabras y signos exteriores, sino por el espíritu
de las palabras y la verdad de los signos. De este modo, la religión
ya no será un ceremonial exterior, sino que los misterios interiores
y santos transfigurarán el culto exterior para preparar a los hombres
a la adoración de Dios en espíritu y en verdad. Pronto desaparecerá
la noche oscura de la lengua de las imágenes, la luz engendrará
el día, y la santa oscuridad de los misterios se manifestará
con el esplendor de la verdad más elevada. Las vías de la
luz están preparadas para los elegidos y para aquellos que son capaces
de cambiar por ellas. La luz de la naturaleza, la de la razón y la
de la revelación se unirán.
El atrio de la naturaleza, el templo de la razón y el santuario de
la revelación, no formarán más que un solo Templo.
Así se concluirá el gran edificio de la reunión del
hombre con la naturaleza y con Dios. El conocimiento perfecto del hombre,
de la naturaleza y de Dios, serán las luces que iluminarán
a los conductores de la Humanidad para volver a llevar, en todas partes,
a sus hermanos los hombres, de las vías oscuras de los prejuicios
a la razón pura y de los senderos de las pasiones turbulentas a las
vías de la paz y de la virtud.
La corona de los que gobiernan el mundo será la razón pura;
su cetro, el amor activo; y el santuario les dará la unción
y la fuerza necesarias para liberar el entendimiento de los pueblos de los
prejuicios y de las tinieblas; al corazón, de las pasiones, del amor
propio y del egoísmo; y a su existencia física, de la pobreza
opresiva y de la agotadora enfermedad.
Nos acercamos al reino de la luz, de la sabiduría y del amor; al
reino de Dios, que es la fuente de la Luz. Hermanos de la luz, hay una sola
religión cuya verdad simple está repartida entre las religiones,
como en ramas, para volver de la multiplicidad a una religión única.
Hijo de la verdad: no hay más que un orden, una fraternidad y una
asociación de hombres unidos para adquirir la luz. De ese centro,
el error ha hecho salir innumerables órdenes; todas volverán
de la multiplicidad de las opiniones a una verdad única y a la verdadera
asociación de aquellos que son capaces de recibir la luz, o Comunidad
de los Elegidos.
Así, debemos medir todas las religiones y todas las asociaciones
de los hombres. La multiplicidad está en el ceremonial exterior,
la verdad sólo es una en el interior. La causa de la multiplicidad
de las cofradías está en las múltiples explicaciones
de los jeroglíficos según el tiempo, las necesidades y las
circunstancias. La verdadera Comunidad de la Luz sólo es una.
Todo exterior es una envoltura que cubre lo interior; así, todo exterior
es también una letra que se multiplica siempre pero que jamás
cambia ni debilita la simplicidad del espíritu en el interior. La
letra era necesaria, teníamos que encontrarla, componerla y aprender
a leerla para recobrar el sentido interior, el espíritu. Todos los
errores, divisiones y malentendidos, todo lo que, en las religiones y en
las asociaciones secretas, da lugar a tantos extravíos, no afecta
más que a la letra; todo se refiere únicamente al velo exterior
sobre el que están escritos los jeroglíficos, las ceremonias
y los ritos. Nada alcanza el interior; el espíritu permanece siempre
santo e intacto.
Ahora se acerca el tiempo de la realización para aquellos que buscan
la luz. Se acerca el tiempo en que lo viejo debe unirse a lo nuevo, lo exterior
con lo interior, lo alto con lo bajo, el corazón con la razón,
el hombre con Dios, y esta época está reservada al tiempo
presente. No preguntéis, hermanos bien amados... ¿Por qué
ahora? Todo tiene su tiempo para los seres que están encerrados en
el tiempo y el espacio; así son las leyes invariables de la sabiduría
de Dios, que lo coordina todo según la armonía y la perfección.
Los elegidos deberán primero trabajar para adquirir la sabiduría
y el amor, hasta hacerse capaces de merecer el poder que la invariable Divinidad
sólo puede otorgar a los que conocen y aman. La mañana es
esperada durante la noche; después sale el sol y avanza hacia el
mediodía, en que toda sombra desaparece bajo su luz directa. Primero
tenía que existir la letra de la verdad, después vino la explicación
práctica, luego la Verdad misma y sólo después de ella
puede venir el Espíritu de Verdad, que refrenda la verdad y pone
los sellos que autentifican la luz. Aquel que puede recibir la verdad nos
entenderá.
Es a vosotros, hermanos íntimamente amados, que os esforzáis
en adquirir la verdad y que habéis conservado fielmente los jeroglíficos
de los santos misterios en vuestro templo; es hacia vosotros que se dirige
el primer rayo de luz; este rayo penetra a través de la nube de los
misterios para anunciaros el mediodía y los tesoros que éste
trae. No preguntéis quiénes son los que os escriben; mirad
el espíritu y no la letra, la cosa y no las personas.
Ningún egoísmo, orgullo, ni intención innoble reinan
en nuestro retiro: conocemos el fin del destino de los hombres, y la luz
que nos ilumina opera todas nuestras acciones. Estamos especialmente designados
para escribiros, hermanos bien amados en la luz, y lo que acredita nuestro
cargo son las verdades que poseemos; las cuales os comunicaremos al menor
indicio según la medida de la capacidad de cada uno.
La comunicación es propia de la luz allí donde hay receptibilidad
y capacidad para la luz; pero no obliga a nadie y espera que se la desee
recibir. Nuestro deseo, nuestro fin y nuestro cargo es vivificar por todas
partes la letra muerta, restituir el espíritu vivo a los jeroglíficos
y convertir, en todas partes, lo inactivo en activo, la muerte en vida;
pero no podemos realizar todo esto por nosotros mismos, sino por el Espíritu
de Luz de Aquel que es la Sabiduría, el Amor y la Luz del mundo y
que quiere convertirse también en vuestro espíritu y en vuestra
luz.
Hasta ahora el Santuario más interior ha estado separado del Templo,
y el Templo asediado por los que estaban en el atrio; viene el tiempo en
que el Santuario más interior debe reunirse con el templo, para que
aquellos que están en el templo puedan actuar sobre los que están
en el atrio hasta que los atrios sean arrojados fuera.
En nuestro santuario, los misterios del espíritu y de la verdad se
conservan en toda pureza; nunca ha podido ser violado por los profanos,
ni manchados por los impuros. Este santuario es invisible, como una fuerza
que sólo se conoce por su acción. Por esta breve descripción,
queridos hermanos, podéis juzgar quiénes somos, y sería
superfluo aseguraros que no formamos parte de esas cabezas inquietas que,
en el mundo ordinario, quieren erigir un ideal de su fantasía. Tampoco
pertenecemos a aquellos que quieren desempeñar un gran papel en el
mundo y que prometen prodigios que ellos mismos desconocen. Menos aún,
pertenecemos a esa clase de descontentos que querrían vengarse de
su inferior condición o que les impulsa la sed de dominar o el gusto
por las aventuras y las cosas extravagantes.
Podemos aseguraros que no pertenecemos a ninguna otra secta ni asociación
más que a la gran y verdadera asociación de todos aquellos
que son capaces de recibir la luz, y ninguna parcialidad, cualquiera que
sea (ya acabe en us o en er), tiene la más mínima influencia
sobre nosotros. No somos tampoco de los que se creen con derecho a subyugarlo
todo a sus planes y que tienen la arrogancia de querer reformar todas las
sociedades; podemos aseguraros, con fidelidad, que conocemos, exactamente,
lo más interior de la religión y de sus Santos Misterios;
y que también poseemos, realmente, lo que siempre se ha conceptuado
como lo más interior, cuya posesión nos da la fuerza para
legitimarnos en nuestro cargo y de comunicar, en todas partes, al jeroglífico
y a la letra muertos, el espíritu y la vida.
Los tesoros de nuestro santuario son grandes; tenemos el sentido y el espíritu
de todos los jeroglíficos y ceremonias que han existido desde el
día de la Creación hasta nuestros tiempos; y las verdades
más interiores de todos los Libros sagrados, las explicaciones de
los ritos de los pueblos más antiguos. Poseemos una luz que nos unge,
y por la cual comprendemos lo más oculto e interior de la naturaleza.
Tenemos un fuego que nos alimenta y da la fuerza para actuar sobre todo
lo que está en la naturaleza. Poseemos una llave para abrir las puertas
de los misterios y una llave para cerrar el laboratorio de la naturaleza.
Poseemos el conocimiento de un lazo para unirnos con los mundos superiores
y transmitirnos el lenguaje.
Todo lo maravilloso de la naturaleza está subordinado al poder de
nuestra voluntad unida con la Divinidad.
Poseemos la ciencia que interroga a la misma naturaleza, donde no hay error,
sino la verdad y la luz. En nuestra escuela, todo puede ser enseñado;
pues nuestro Maestro es la misma Luz y su Espíritu. La plenitud de
nuestro saber es el conocimiento de las correspondencias entre el mundo
divino y el mundo espiritual, de éste con el mundo elemental y del
mundo elemental con el mundo material.
Por estos conocimientos, estamos en condiciones de coordinar los espíritus
de la Naturaleza y el corazón del hombre. Nuestras ciencias son la
herencia prometida a los Elegidos o a aquellos que son capaces de recibir
la luz, y la práctica de nuestras ciencias es la plenitud de la Divina
Alianza con los hijos de los hombres.
Podríamos contaros, hermanos queridos, maravillas de las cosas que
hay ocultas en el tesoro del Santuario, tales que quedaríais asombrados
y fuera de vosotros mismos; podríamos hablaros de cosas de cuya concepción
el filósofo, que piensa más profundamente, está tan
alejado como la tierra del sol, y de las cuales estamos tan próximos
como la luz más interior del ser más interior de todos.
Pero nuestra intención no es excitar vuestra curiosidad; sólo
la persuasión interior y la sed del bien de nuestros hermanos deben
impulsar al que es capaz de recibir la luz de su fuente, donde su sed de
sabiduría puede saciarse y su hambre de amor satisfacerse.
La sabiduría y el amor habitan en nuestros retiros, aquí no
reina ninguna violencia, la verdad de sus incitaciones es nuestro mágico
poder. Podemos aseguraros que en nuestros misterios más interiores
hay tesoros de un valor infinito, envueltos de una tal simplicidad que permanecerán
siempre inaccesibles a los sabios orgullosos, y estos tesoros, que han sido
para muchos profanos causa de pesares y locura, son y serán siempre
para nosotros la verdadera sabiduría.
Benditos vosotros, hermanos míos, si sentís estas grandes
verdades. La recuperación del Verbo Triple y de su fuerza será
vuestra recompensa. Vuestra felicidad será poseer la fuerza para
contribuir a reconciliar los hombres con los hombres, con la naturaleza
y con Dios; que constituye el verdadero trabajo de todo obrero que no haya
rechazado la piedra Angular.
Ahora ya hemos desempeñado nuestro cargo y os hemos anunciado la
aproximación del gran mediodía y la reunión del Santuario
más interior con el Templo. Dejamos el resto a vuestra libre voluntad.
Bien sabemos, para nuestro amargo pesar, que, del mismo modo que el Salvador
fue personalmente desconocido, ridiculizado y perseguido cuando vino en
su humildad, igualmente Su Espíritu, que aparecerá en la gloria,
será rechazado y ridiculizado por muchos. A pesar de esto, el advenimiento
de Su Espíritu debe ser anunciado también en los templos para
que se cumpla lo que está escrito: "He golpeado vuestras puertas
y no Me habéis abierto; He llamado y no habéis escuchado Mi
voz; os he invitado a la boda y estabais ocupados en otra cosa".
La Paz y la Luz del Espíritu sean con nosotros.