Si la Alquimia
es el arte y ciencia de las transformaciones y transmutaciones, la Teúrgia
persigue los mismos fines y se basa en idénticos principios, es decir
en analogías y correspondencias. Pero la Alquimia trata más
del ser individual que del universal, del microcosmos más que del
macrocosmos. En realidad tanto Alquimia como Teúrgia operan de modo
semejante y deben ser distinguidas de la hiperquímica (material y
metálica) y la magia mal llamada "ceremonial" en cuanto
éstas buscan exclusivamente logros verificables basados en la relación
causa- efecto, siempre personalizados e individualistas en contraposición
con la magia natural y la Alquimia auténtica, despersonalizadas,
atentas siempre a los principios y al orden dialéctico de la Creación.
Lo interesante del asunto es que tanto Teúrgia como Magia utilizan
además procedimientos similares por lo que tal vez su diferencia
estriba no tanto en la índole de la coreografía ritual, sino
más bien en el ánimo de los participantes, en sus intenciones,
y sobre todo en el conocimiento directo del universo de energías
invisibles que expresa y plasma la ceremonia.
En la base de todo rito, incluido el mágico, se encuentra la idea
de que el Universo es un Todo indisoluble e indivisible en partes. Esta
armonía está dada por la oposición continua de dos
factores que deben complementarse, bien por la guerra, o sea atacando y
rechazando, o bien por la paz, asimilando por simpatía. En ambos
casos se procede por correspondencias o analogías inversas.
Ejercer acción sobre una cosa es ejercer esa acción sobre
un conjunto innumerable de cosas en un mundo concebido como concatenado;
igualmente hacerlo sobre un ser humano implica realizarlo en toda la humanidad;
la economía de la Teúrgia fija sus propios límites
sin imponerlos. Sus fines son imprecisos, sus medios han de ser exactos,
por paradigmáticos y míticos y perfectos, es decir, especialmente
adecuados a la situación espacio- temporal que signa el rito aunque
resulten totalmente paradójicos para el propio operador que en su
gestión no sabe definir con claridad -y no lo necesita- dónde
y cómo los distintos sucesos de su propia y divina comedia pudieran
ser traducidos en medio de una Revelación Permanente.
El hombre es el corazón del Universo. Efectivamente el microcosmos
cumple la misma función en el cosmos que el corazón en el
cuerpo humano, y a través de su dualidad, referida a sus dos naturalezas:
divina y humana (sístole y diástole), es capaz de recrear
perennemente la vida con la que se encuentra indisolublemente unido, pues
es un todo con ella, correspondiéndose ambos de manera perfecta e
idéntica al punto que constituyen, han constituido y constituirán,
una misma entidad. El mundo entero está animado y perfectamente vivo
hoy día (y siempre), como un animal o ser gigantesco cuyas partes
u organismos se articulan y moldean constantemente entre sí impulsados
por los movimientos de su corazón, el ser humano, centro del Universo.
Y este ser, siendo parte esencial de la creación regenera permanentemente
el cosmos, aun con su sola presencia. En un mundo así todo es mágico
y cada gesto, signo o palabra un acto generativo capaz a su vez de producir
indefinidos reflejos de sus mismas características. Esto es estar
haciendo el mundo perpetuamente y el hombre ha conocido esta realidad siempre
aun de modo inconsciente, y ha participado de ella, como lo prueban legiones
de sabios, sacerdotes, chamanes, magos y también, a su nivel, artistas
varios, políticos, ilusionistas y vendedores ambulantes. Por otra
parte, entonces, ¿qué más operativo y mágico
que la oración del corazón, la cual debida a una concentración
en el meollo del ser humano que pronuncia la plegaria o invocación,
se dirige al corazón del Ser Universal con el que pretende, y logra
armonizarse?
Como se puede apreciar nada tiene en común esta ciencia con cualquier
ceremonia mágica de tipo "positivista" y de elemental relación
causa-efecto, siempre de corte inmediato, utilitario, y personalizado. El
Arte Teúrgico es impersonal y sus ritos adecuados a la cadencia y
armonía de la magia natural, que genera permanentemente los fenómenos
y sustancias de la creación mediante arquetipos inmutables que paradójicamente
cambian constantemente de modo; virtud esta última que permite a
la individualidad del chamán acomodarse al ritmo universal, ser uno
con él, y por lo tanto generar su propia creación habiendo
previamente destruido todas las formas como paso necesario para la construcción
de cualquier orden, así fuese éste su personalidad, el entorno
donde se proyecta, o el espacio que le ha sido asignado.
En realidad cualquier interpretación acerca de este arte efectuada
con ojos profanos, es decir, con la programación contemporánea,
estará viciada de nulidad ya que será imposible comprender
un tipo de mentalidad cuya cosmovisión, usos y costumbres, y sobre
todo su actualización permanente de la realidad de lo invisible y
desconocido, organiza su vida y comportamiento. Para este tipo de gente
la vida es un juego perpetuo de luces y sombras, de espacios constantemente
renovados, una representación lo suficientemente mimetizada como
para parecer verdadera. La posibilidad es la raíz de la Teúrgia,
la creación su indefinido campo experimental. Por su naturaleza el
Universo es mágico; lo mismo vale para el microcosmos. Pero se debe
hacer la salvedad que el rito impersonal al cabo se personaliza, que lo
invocado deviene forma e imagen, materializa de distintas maneras; y que
toda tentativa de exponer de manera más o menos racional lo que no
sigue ese discurso es de por sí un acto fallido respecto a la suma
de lo incognoscible y la auténtica presencia del misterio inefable.
En suma, que para el chamán- mago es mucho más importante
esa otra realidad, ese otro mundo, invisible, y sin embargo tan concreto
que es la fuente -según él- donde se origina cualquier fenómeno
o cosa.
En la Teúrgia, no existen los fines particulares sino los prototípicos,
que son simbólicos; en ese sentido suelen ser ejemplares, como los
mitos, sus estructuras y personajes.
Es necesario aclarar que la Teúrgia no espera resultados concretos,
e igualmente muchas veces el chamán o mago es sólo un símbolo
por el que se transmiten energías, o vibraciones que él canaliza
con total prescindencia de su aprobación o desaprobación personal.
El hecho de que si el propio interesado es consciente o inconsciente de
sus poderes, o mejor, en qué medida es consciente, tampoco afecta
su múltiple irradiación, que puede transformarse en innumerables
posibilidades desatadas a veces por su sola participación. En este
sentido el chamán es en sí una teofanía, o se transforma
en ella durante su actividad mágica, lo cual constituye el núcleo
central de todo rito.
La Teúrgia es siempre actual, jamás a nadie que participó
en alguno de sus ritos se le ocurrió verificar el "resultado"
de sus ceremonias. Cuando el chamán enciende el fuego genera vida,
en el momento en que derrama agua sobre la tierra ya está lloviendo,
el universo se encuentra estrechamente ligado a los hombres, los cuales
lo conforman; somos señales en un mundo de señales y el mago
es un generador, operando sus ritos ancestrales, renovando el mundo a perpetuidad.
Sus ceremonias no son vanas, al contrario, son imprescindibles para que
se reconozca el Sí Mismo dentro de sí mismo; son por lo tanto
tan arquetípicas como necesarias y su acción inmediata, y
sobre todo mediata, es fundamental, y pueden fructificar en innumerables
formas, aunque cada una se organizará en conjuntos y éstos
en estructuras precisas las que terminarán manifestándose
concretamente. De allí la enorme importancia asignada a la Teúrgia,
ciencia que acompaña a los ritmos del cosmos, como lo hace la naturaleza,
y que, como ella realiza su gesto desinteresado y gratuito para preservar
la vida del mundo, como asimismo la del hombre, la de la especie; por lo
que el objetivo último de la Teúrgia es ligar con la cadena
interna de unión, con la Iglesia Secreta, que opera y se manifiesta
en nosotros y en nuestro entorno, dándonos así el poder de
expresar la Ciencia Sagrada.
En realidad el arte mágico-teúrgico consiste en la efectivización
del pensamiento y la doctrina cosmogónica tradicional realizada en
la siempre cambiante realidad de gestos, ámbitos, voces y estructuras
que se van sucediendo en la cinta del tiempo. Esta adaptación a las
circunstancias con que se condiciona la vida del hombre constituye una permanente
actualización de los principios, a los que se refiere siempre la
cosmología, y una revivificación constante de las leyes universales,
que el operador mágico conoce y proyecta -a veces sin objetivo aparente-
en su medio bajo la forma de una circunstancia anecdótica, histórica,
siempre cambiante.
En la realización de la Obra Teúrgica hay cierta teatralidad,
se trate o no de ceremonias propiamente dichas. Esto es perfectamente lógico
si se considera que el adepto es sacado totalmente de su condicionamiento
puesto que sus valoraciones son ya otras, al punto que la programación
que le servía hasta el momento no es válida para diferentes
espacios mentales y distintos tiempos internos. Esto produce una contradicción,
un drama (o comedia), en la psiqué del chamán, un auténtico
psicodrama que incluye a veces extraños comportamientos o actitudes
inhabituales, no sólo para los demás, sino para el mismo mago,
inmovilizado de asombro. En el entrenamiento del arte de percibir la teatralidad
constante de la vida se presiente y comienza a recorrer una superestructura
que la comprende a ésta, la cual, sin embargo, no es distinta de
ella, aunque constituye un espacio otro.
En cuanto a los trabajos del "aprendiz", lo primero es llevar
la idea de rito a todos los ámbitos de la vida y su cotidianidad
personal. Lo segundo es saber que esto no debe realizarse nunca de manera
literal, de una forma lineal, sino que más bien se trata de vivir
al ritmo del compás cósmico, advirtiendo la sacralidad del
entorno físico- anímico, derivado de un ser espiritual, tan
invisible como inteligente. No es pues sólo una sistematización
de gestos e invocaciones que siempre acaban en forma esclerotizada, sino
la intuición de la Verdad y la Belleza reunidas armónicamente
en el cuerpo de la Inteligencia Universal, deidad tan precisa como esquiva,
siempre aérea o radiante.
En todo caso, si muchas de nuestras labores no tienen éxito, o no
contamos momentáneamente con la energía necesaria para llevarlas
a cabo, o no estamos, sencillamente, satisfechos con nosotros mismos, de
ninguna manera mengüemos en esa labor, mucho menos nos compadezcamos,
adoptemos circunstancialmente valoraciones del hombre viejo, o encarnemos
furiosas reacciones contra la ignorancia que nos margina; aun si nuestro
enorme esfuerzo por realizar un mensaje pudiera parecernos transitoriamente
cosa imposible, materia vana, debemos recordar que en el gran laboratorio
de la creación universal se logran resultados a costa de ingentes
gastos (nunca desperdicios) de energía, y eso particulariza a cualquier
proceso creativo. Por otra parte, si nuestras diligencias y labores sólo
sirviesen para difundir la Tradición Unánime que se mantiene
viva desde los orígenes del hombre y el universo, esto ya fuera harto
suficiente de acuerdo a unas posibilidades que cada vez se hacen menores
a medida que se acerca el fin de los tiempos. Ya se sabe que el mal de existir
es sólo momentáneo, como todo mal, incluyendo los sacrificios
que se nos imponen y las "enfermedades" o "desajustes"
que tantas veces nos afligen a lo largo del camino y que tendemos a ver
como indignas (de acuerdo a la programación del hombre viejo), cuando
no son sino, a veces, los síntomas evidentes de un proceso regenerador
profundo.
Para terminar, señalaremos que una de las prácticas teúrgicas
de mayor importancia en Occidente, y que ha tenido también bajo diversos
aspectos primordialidad entre los pueblos arcaicos, es la invocación
a las Musas por medio de incantaciones; precisamente así lo hacen
al encarnarlas los magos, chamanes, filósofos, sabios-sacerdotes,
reyes auténticos, héroes, bardos y juglares. Sobre ellas nos
habla Homero en la Ilíada y Hesíodo en su Teogonía.
Este último así las invoca:
"Dichoso aquel que las Musas quieren: dulce fluye de su boca el acento.
"Pues si a alguien, con duelo en el alma recién apenada, afligido,
se le seca el corazón, y un aedo, de las Musas siervo, las hazañas
de los hombres antiguos canta, y a los dioses beatos que el Olimpo poseen,
aquél, luego, de sus angustias se olvida, y nada de penas recuerda;
pues pronto de las diosas lo divierten los dones.
"Salve, hijas de Zeus, el deleitoso canto donadme.
"Celebrad la sacra estirpe de los dioses siempre existentes, los que
de Gea nacieron y de Urano estrellado, y de Noche tenebrosa, y los que crió
Ponto salobre; (decid cómo, primero, los dioses y la tierra nacieron
y los ríos y el ponto infinito, que furioso se hincha, y los astros
resplandecientes y, arriba, el cielo espacioso;) y los que de ellos nacieron,
dioses donadores de bienes, y cómo dividieron las riquezas y honores
partieron y en fin cómo, primero, el multidoblado Olimpo ocuparon.
Esto decidme, oh Musas, que tenéis moradas olímpicas, desde
el principio..."
En Grecia y Roma eran nueve, estaban bajo la dirección de Apolo y
eran veneradas por todos aquellos que se dedicaban a labores de Conocimiento,
o sea: Ciencia y Arte; por otra parte muchos otros autores las mencionan.
Hijas de Zeus y Mnemósine, a grandes rasgos se puede resumir la actividad
de estos entes espirituales, de estas diosas: Calíope, poesía
épica. Clío, historia. Erato, poesía lírica
y cantos sagrados. Euterpe, música de instrumentos de viento. Melpómene,
tragedia. Polimnia, mímica. Talía, comedia. Terpsícore,
música general y baile. Urania, astronomía.
Walter F. Otto en su estudio "Las Musas" afirma: "Horacio,
en la más hermosa de sus odas romanas (Carm. III 4), llamó
a la Musa desde el cielo para cantar un extenso poema y como él experimentó
su hechizante proximidad, vio cómo las Musas lo protegieron como
a un niño y más tarde lo salvaron en el peligroso camino de
la vida y se sintió dispuesto a enfrentar alegremente toda tempestad
y toda molestia, sólo cuando ellas estaban a su lado".
Sin embargo toman igualmente formas diversas en el huerto mágico
del alma. Así Platón en su Fedro, al hablar del delirio como
don profético "un don magnífico cuando nos viene de los
dioses," "es más noble que la sabiduría de los hombres,"
nos explica ( 1 ): "Hay una tercera clase de delirio y de posesión,
que es la inspirada por las musas; cuando se apodera de un alma inocente
y virgen aún, la transporta y le inspira odas y otros poemas que
sirven para la enseñanza de las generaciones nuevas, celebrando las
proezas de los antiguos héroes. Pero todo el que intente aproximarse
al santuario de la poesía, sin estar agitado por este delirio que
viene de las musas, o que crea que el arte solo basta para hacerle poeta,
estará muy distante de la perfección: y la poesía de
los sabios se verá siempre eclipsada por los cantos que respiran
un éxtasis divino".
Como se ve por sus atributos estos espíritus femeninos han estado
presentes a lo largo de la historia del hombre, como otros muchos bajo distintas
formas en la totalidad de los pueblos, los cuales han sabido reconocerlos
y entablar relaciones con ellos de manera unánime. ¿Por qué
motivo esos seres espirituales, o energías reales, si se quiere,
se supone que no existen hoy en día? ¿Acaso sólo porque
se los niega? Por otra parte: ¿qué o quién nos impediría
tomar contacto con las diosas y entes espirituales que nos aguardan y conforman?
NOTA
1 "Cuando los pueblos han sido víctimas de epidemias y de otros
terribles azotes en castigo de un antiguo crimen, el delirio, apoderándose
de algunos mortales y llenándoles de espíritu profético,
los obligaba a buscar un remedio a estos males, y un refugio contra la cólera
divina con súplicas y ceremonias expiatorias. Al delirio se han debido
las purificaciones y los ritos misteriosos que preservaron de los males
presentes y futuros al hombre verdaderamente inspirado y animado de espíritu
profético, descubriéndole los medios de salvarse". Fedro.
Platón. (R)