Yo no creo que sea culpa de los medios de comunicación, que suelen
ser algo burdos, sino del hecho de que la gente habla ya pensando sólo
en cómo lo contarán los medios. Lo que está claro es
que uno tiene la impresión de que ciertos debates (incluso entre
personas que presumiblemente algo saben de Filosofía) se desarrollan
a porrazos, sin finura alguna, usando términos delicados como si
fueran piedras.
Un ejemplo típico es el debate que opone, en Italia, por una parte
a los denominados teocons, que acusan al pensamiento laico de "relativismo"
y, por el otro, a algunos representantes del pensamiento laico que hablan,
a propósito de sus adversarios, de "fundamentalismo".
¿Qué quiere decir relativismo en Filosofía? ¿Que
nuestras representaciones del mundo no agotan su complejidad, sino que se
trata siempre de visiones con una perspectiva, cada una de las cuales contiene
un germen de verdad? Ha habido y hay filósofos cristianos que han
sostenido esta tesis.
¿Relativismo quiere decir que estas representaciones no hay que juzgarlas
en términos de verdad sino en términos de correspondencia
a exigencias histórico culturales? Lo sostiene, en su versión
del pragmatismo, un filósofo como Rorty.
¿Relativismo quiere decir que lo que conocemos es relativo al modo
en que el sujeto lo conoce? Estamos en el viejo y amado kantismo. ¿Que
toda proposición es verdadera sólo dentro de un determinado
paradigma? Se llama holismo. ¿Que los valores éticos son relativos
a las culturas? Se empezó a descubrir en el siglo XVII. ¿Que
no hay hechos sino sólo interpretaciones? Lo decía Nietzsche.
¿Se piensa en la idea de que si no hay Dios, todo está permitido?
Nihilismo dostoyeskiano. ¿Se piensa en la Teoría de la Relatividad?
No nos burlemos.
En fin, parece que el término relativismo puede ser referido a formas
de pensamiento moderno que a veces están en contraste recíproco,
y se dice relativismo con el ímpetu polémico con el que los
jesuitas decimonónicos hablaban de "veneno kantiano".
Pero si todo esto es relativismo, entonces sólo dos filosofías
se escapan a esta acusación: cierto neotomismo radical y la teoría
del conocimiento del Lenin de Materialismo y empiriocriticismo.Extraña
alianza.
Por lo que respecta al fundamentalismo, no es un principio hermenéutico,
vinculado con la interpretación de un Libro Sagrado. Hay formas de
fundamentalismo en las tres religiones monoteístas del Libro, pero
el fundamentalismo cristiano nace en los ambientes protestantes y se caracteriza
por la decisión de interpretar literalmente las Escrituras, de donde
se derivan todos los debates aún actuales sobre el darwinismo, rechazado
porque no cuenta la misma historia que el Génesis. Ahora bien, para
que haya interpretación literal de las Escrituras, es preciso que
las Escrituras puedan ser interpretadas libremente por el creyente, y esto
es algo típico del protestantismo.No puede haber fundamentalismo
católico -y al respecto se combatió la batalla entre Reforma
y Contrarreforma- porque para los católicos la interpretación
de las Escrituras pasa por el magisterio de la Iglesia.
Ya entre los padres de la Iglesia hubo debates entre los partidarios de
la letra y los que apoyaban una hermenéutica más blanda, como
la de San Agustín, que estaba dispuesto a admitir que la Biblia a
menudo hablaba mediante metáforas y alegorías, por lo que
le parecía fenomenal que los siete días de la creación
hubieran sido siete milenios. Y la Iglesia aceptó esta posición.
En efecto, la teología católica nunca se escandalizó
demasiado por las teorías evolucionistas, con tal de que se admitiera
que en la escala evolutiva se produjo un salto de calidad, cuando Dios introdujo
en un organismo vivo un alma racional inmortal.¿Cuál es, pues,
la actitud católica que hoy se tilda como fundamentalismo? No es
fundamentalista el debate sobre los embriones y sobre el origen de la vida,
porque si acaso, hasta que Dios le insufla el alma a Adán, nos habla
de fango, pura materia no espiritual.
Ya se ha escrito que la decisión de emprender una batalla anticipando
los orígenes del alma inmortal es un hecho nuevo en la Historia de
la teología católica (salvo el caso de Tertuliano), que parece
motivado por otras preocupaciones, como la del aborto, ésta sí
criticable en términos de una interpretación de las Escrituras.
Lo que se tacha de fundamentalismo es, en cambio y más bien, una
actitud clásica (o tentación perenne) del pensamiento religioso
(no sólo cristiano sino también islámico) que es el
integrismo y, es decir, la pretensión de que los principios religiosos
deben ser también modelo de vida política y fuente de las
leyes del Estado.
El cardenal Biffi es un integrista, como el político italiano Rocco
Buttiglione y otros, no un fundamentalista. George W. Bush y los suyos son
unos fundamentalistas protestantes (tradición antigua) que están
cediendo a la tentación católica y a la práctica islámica
(nuevas para la democracia anglosajona) del integrismo.
Se dirá que es sólo una cuestión de palabras. No, es
una cuestión de sutilísimos debates filosóficos, teológicos
y políticos que no ganan nada en verse reducidos, ni por una parte
ni por la otra, en un apedreamiento de palabras fetiche