Perceval Rey Del Grial
Carmelo Rios
La historia
de Perceval o Parsifal ocupa un lugar privilegiado en el ciclo artúrico.
Símbolo mismo del hombre peregrino a la búsqueda de lo infinito,
representa las sucesivas pruebas iniciáticas de todo candidato. Terribles
y desesperadas, han de ser franqueadas con éxito para acceder al
Santuario del Grial.
El joven Perceval vivía en el corazón de un bosque con su
madre, viuda de un Caballero, que odiaba el canto de los pájaros
y deseaba aislar a su hijo -como el rey Kudodano hizo con su hijo, el Buda
Siddharta- de la visión del mundo exterior. Un día, el joven
vio pasar a cinco caballeros a los que tomó por ángeles y,
desde entonces, su único deseo fue ser uno de los elegidos de la
Tabla Redonda. No pudiendo evitar su partida, la madre cayó muerta
de dolor a causa de la pérdida de su hijo.
Al llegar a la corte de Arturo, Perceval vence al Caballero Rojo y se queda
con sus armas, siendo recibido en la Tabla Redonda. Perceval, un espíritu
inocente, proviene del bosque, símbolo del error y la oscuridad del
mundo, pero también de la matriz misma de la madre universal. Su
vocación caballeresca indica su deseo de consagrarse a la búsqueda
de la verdad. La madre, símbolo de la naturaleza, intenta sujetar
al hombre, sumiéndolo en los espejismos de la existencia. El lenguaje
de los pájaros, que en la tradición espiritual simboliza la
llamada del alma y la música primordial del espíritu que su
madre aborrece, demuestra claramente el deseo vehemente de la materia por
enclaustrar al espíritu, evitando así que el hombre descubra
la verdad de la trama ilusoria de Maya, que supondría el final inexorable
de ésta.
Perceval posee, no obstante, el deseo de iluminación, y su vía
es la del corazón. Por ello escoge las armas del Caballero Rojo,
que tienen el color de la sangre y del sacrificio, entendiendo el término
"sacrificar" por "convertir en sagrado". Pero su inocencia
es también ignorante. Perceval es puro pero no es sabio. La pureza
ha de convertirse en sabiduría a través del proceso iniciático.
Más tarde visita a Gorneman, el Hombre Prudente, quien le enseña
el oficio de las armas y las virtudes caballerescas, haciendo especial hincapié
en la prudencia. Perceval llega al castillo del rey Pescador, quien sufre
de una enfermedad incurable, y es introducido en una gran sala donde, asombrado,
contempla a un paje que sujeta una lanza sangrante. Detrás, una doncella
sostiene el Santo Grial en sus manos. Una gran aureola inunda la sala mientras
el cortejo se
detiene frente
a Perceval quien, recordando los consejos de Gonerman, no se atreve a hacer
la Pregunta. Le falta el valor, con lo que infringe una de las leyes sagradas
de la iniciación.
Tras su error, que condena al mundo a continuar sumido en la oscuridad y
al hombre, simbolizado por el rey Pescador, a sufrir el tormento de una
herida que jamás se cierra, Perceval pierde la memoria de Dios y
lucha en combates terribles contra caballeros desconocidos, errando por
la Tierra convertido en un vagabundo. Entra así en el ciclo madurativo,
ya que la inocencia ha de ser ungida con la experiencia.
Un día encuentra a una doncella vestida de harapos que le comunica
que sus labios no pudieron abrirse en presencia del Grial como castigo por
haber dejado morir de dolor a su madre. Esta doncella representa al guardián
del umbral, la propia consciencia interior que le pone frente a las consecuencias
kármicas de sus actos. Al fin, Perceval es liberado del espejismo
de su propia mente, alcanza la iluminación y ve erigirse ante él
la imagen del Castillo Venturoso. El Grial aparece de nuevo y esta vez osa
hacer la Pregunta. En ese mismo instante el Rey Pescador recupera la salud
y le designa como su legítimo sucesor. La leyenda afirma que Perceval
murió ante la contemplación del Grial. En palabras de Oswald
Wirth: "El iniciado debe saber morir para renacer en el mundo superior".
Consumidos los últimos residuos de la obra, Perceval es Uno con el
Universo, es Uno con Dios.
LA CAÍDA DEL REINO
Pero una segunda
oportunidad se presenta ante Lanzarote. Arre- pentido y errante, cae en
un profundo sueño en una ermita y pide entonces, humildemente y con
fervor, la contemplación del Grial. En su sueño es llevado
sobre las aguas por una nave misteriosa durante un viaje de muchos meses.
Este navío le deja de nuevo en el Castillo Venturoso y le es dado
contemplar el Grial desde lejos. Lanzarote ha reconocido la presencia divina
en sí mismo y entra en el reino de la iluminación, redimido
por la sagrada visión.
De regreso a la corte, Lanzarote anuncia a la reina su conversión,
pero Agrawain les sorprende juntos y se lo cuenta al rey. Éste, una
vez más, rehúsa aceptar tales calumnias, aun sabiendo la verdad,
hasta tal punto es grande su amor por ambos. Pero por fin, ante la evidencia
de las pruebas, monta en cólera y ordena a Agrawain y a Mordred que
den
muerte a Lanzarote. Los conspiradores atraen a los amantes hacia una emboscada
y el rey, convencido esta vez de su culpabilidad, condena a Ginebra a la
hoguera. Lanzarote, que ha logrado huir, salva a la reina dando muerte a
Agrawain, a Gerehes y, por error, a Gaeriet, a quien todo el mundo amaba,
refugiándose ambos amantes en el Castillo de la Guardia Gozosa.
Arturo sale a combatir contra Lanzarote, dejando imprudentemente Camelot
bajo la custodia de Mordred, el infame. A su regreso, su hijo se ha hecho
con el poder y Arturo debe enfrentarse a él. En el transcurso de
la gran batalla de Salisbury, Arturo acaba con Mordred pero éste,
agonizante, le hiere mortalmente. Ante la inminencia de su final, Arturo
pide a su escudero que arroje a Excalibur en medio de un lago. La espada
se hunde en el fondo de las aguas, llevada por la mano de la Dama del Lago.
Arturo es transportado al Oriente Místico, Avalon, por un navío
dorado.
El poder del conocimiento perfecto, simbolizado por la espada Excalibur,
le fue dado a Arturo para unir la Tierra, no para utilizarlo en la defensa
de su propio honor o de su ego. Así, Arturo pierde su poder por orgullo,
con lo que el rey y su reino, la Humanidad misma, entran en el ciclo involutivo,
la "noche oscura" o el Kali Yuga de los orientales. Esta caída
no es fortuita, forma parte de un proceso cósmico porque Camelot
no era todavía el estado espiritual perfecto. Los caballeros han
de lanzarse a una desesperada aventura, de la que sólo unos pocos
lograrán sobrevivir, guiándose únicamente por señales,
prodigios o signos en el sendero. La misión de la Caballería
Terrestre ha terminado y comienza la santa misión de la Caballería
Celeste.
GALAHAD. EL MEJOR CABALLERO DEL MUNDO
Descendiente
directo de José de Arimatea, Sir Galahad o Galaad y a veces también
Galaz el Puro, "aquél en el que Cristo mismo se refleja",
es el único caballero que llega a poseer el Grial, mientras los otros
sólo pueden verlo, como Perceval, y aún de lejos, como Lanzarote.
Pero Sir Galahad no sigue la vía común de los hombres porque
es un "Cristo viviente". En la personalidad de Sir Galahad encontramos
profundamente mar- cadas las características del avatar del hinduismo,
término sánscrito que vendría a significar "llegado
con el consentimiento de lo más alto en beneficio del mundo inferior".
Según la tradición, cuando Galahad llegó a la madurez
fue introducido en la corte de Arturo por un misterioso anciano de blancas
vestiduras. Tras sucesivas pruebas, fue el único que pudo ocupar
el Asiento Peligroso, reservado al Mejor Caballero del Mundo. Logró
extraer una vez más la espada de la piedra, mientras una dama anunciaba
que Lanzarote ya no era El Mejor Caballero del Mundo. Durante el banquete
de los caballeros,
una Eucaristía, una ceremonia cósmica, el Santo Grial apareció
"para dar a cada uno de los presentes aquello que su corazón
más ansiaba". Sir Galahad, vestido de blanco y con una cruz
roja en el pecho, es a la vez monje y guerrero, sacerdote y rey, un miembro
de la Santa Orden del Sumo rey sacerdote Melquisedec. Galahad es la meta
última "donde se ocultan el Grial y la Palabra".
La Tabla Redonda, la Santa Búsqueda del Grial, las hazañas,
aventuras y desventuras de los Caballeros del Rey Arturo, la Avalón
Cósmica y su reflejo terrestre, Camelot, son una contraparte microcósmica
del secreto designio del Universo, del "plan Divino" expresado
en esta Tierra por la sagrada Iniciación a los Misterios de la Tradición
Primordial. Las pruebas iniciáticas de cada Caballero de la Mesa
Redonda y del propio rey Arturo, Merlín, Ginebra, Morgana, Viviana,
Lanzarote, Perceval, Mordred, Galahad y los demás personajes de la
trama artúrica, corresponden a los diferentes estados del ser, pruebas
iniciáticas, fracasos y triunfos de la Humanidad en el exilio cósmico.
La búsqueda del misterioso Reino del Grial es el secreto designio
de todo hombre en la aventura del alma por la conquista de sí misma,
y al igual que en cada uno de nosotros puede existir un oscuro Mordred,
también dentro del alma humana se encuentra un reflejo del Mejor
Caballero del Mundo. En el umbral de la era cósmica, la Caballería
y su ideal espiritual retornan a la Humanidad aportando el perdido sentido
de nuestra pertenencia a la Eternidad.
La comunión con el Grial lleva a los caballeros errantes a la experiencia
transfigurativa. Tras su visión, Perceval es elevado a los Cielos;
Lanzarote, quien lo contempla de lejos, es redimido de todos sus errores
y Galahad, el puro, se desvanece en el éxtasis. El Santo Grial, tal
vez el símbnrial, posee también el poder de limpiar el karma
de los hombres y abrir los portales de la vida cósmica. Ese Cáliz,
recipiente sagrado de algo que no es de este mundo, identificado con la
constelación de Virgo en la bóveda celestial, y que asume
precisamente la forma de una copa, ¡es en verdad el único objeto
posible de búsqueda! Lapis Exilis, Piedra del Exilio Cósmico
del Hombre voluntariamente encarnado en la materia, cristalizado en la forma
por un acto de amor, es también un Lapis Excelsis, una Piedra Excelsa
que une al Hombre con su verdadera naturaleza divina.
La Espada en la Piedra, la Rosa en la Cruz, la Llama en el Cáliz,
la Joya en el Loto. Un mismo estado espiritual, una misma realización
prometida a los hombres aventureros de la vida cósmica. En el umbral
de esta Era Cósmica, Oriente y Occidente, corazón y mente,
se unen en un mismo símbolo: el Vacío de toda pasión
terrena en el corazón del Hombre, donde mora el Fuego Sagrado de
la Divinidad. Fuego y Vacío, amor y silencio, Grial y Cáliz,
fusión, ignición del Ser en las llamas del amor incondicional
que nos lleva a creer en las palabras de Cristo: "Yo soy el camino,
la verdad y la vida...".