El
Santo Grial & El Grial, Simbolo Universal
Carmelo Rios
¡EL Santo Grial! Objeto de búsqueda eterna de los hombres de deseo a través de los tiempos. Piedra del Exilio o Piedra angular del templo de la Verdad perdida que, a pesar de los siglos, ha de ser reencontrada. Sagrado símbolo de la culminación de aquella Gran Obra que ha de ser realizada en el crisol de la propia Alma. Punto de convergencia de las más antiguas tradiciones sagradas de Oriente y Occidente. Símbolo místico por excelencia de la Gracia de Dios, el Grial es el depositario del secreto mismo de la unión con la Divinidad; para algunos, vehículo de un poder cósmico más allá de lo imaginable. Cáliz de Cristo, su búsqueda nos lleva a reinos de magia y misterio, de iniciación y de peregrinación alquímica, en el que ambos hemisferios, Oriente y Occidente, se unen dentro y fuera del propio ser, el hombre mortal y el hombre Divino.
EL GRIAL, SIMBOLO UNIVERSAL
Tratándose
de un símbolo común a todas las tradiciones, inten- taremos
seguir sus pasos, ya que únicamente queda testimonio de tan preciada
reliquia una vez que ésta deja de existir visiblemente en los lugares
que antaño fueron su secreta morada. Aunque su origen sigue siendo
un misterio insondable, el Cáliz como símbolo sagrado irrumpe
en medio de la tradición céltica como el célebre Caldero
de Keridwen, mujer de linaje y madre de un hijo poco agraciado que decidió
preparar un elixir a fin de convertirlo en el más hábil de
los hombres. Para ello, se entregó a la elaboración de una
mixtura a base de ciertas plantas, a las que confirió el evocador
nombre de Greal, pidiendo al enano Guyon que vigilara la obra durante su
ausencia. Una noche el líquido se desbordó, y el guardián
del caldero vertió tres gotas sobre su
dedo, que poco después llevó a sus labios. La leyenda nos
cuenta que entonces tomó consciencia de su verdadero estado y alcanzó
el más alto conocimiento.
Al parecer, sólo unas gotas permitían la adquisición
de esa visión interior, mientras que una dosis mayor resultaba letal,
pues si hay un Grial que concede la Vida Eterna, hay también un cáliz
que la arrebata. Como más adelante veremos al evocar los relatos
de la búsqueda del Santo Grial del medioevo europeo, el Grial ha
de ser custodiado, como fuente de poder y de ilumina- ción, por hombres
puros de corazón, y su sola visión, aun de lejos o cubierto
con un velo, es más que suficiente para colmar todos los deseos humanos
o divinos.
Ello nos lleva también a pensar en el Haoma de las tradiciones iraníes.
En el Yadna mazdeista está escrito: ¡Oh, Zaratustra, yo soy
el Haoma, el puro, aquel que aleja la mortalidad!
¡Homenaje a Haoma -responde Zaratustra-, el Santo, el Perfecto y muy
Justo. Cura todos los males, concede la salvación y es la medicina
del Alma! ¡Honor a Haoma que vuelve al pobre tan grande como al rico,
que eleva el espíritu del ignorante a la altura de la sabiduría
de los grandes!.
A este misterioso recipiente se le denomina en la tradición persa
Djenschyd. Es de color blanco y amarillo, el primero de los cuales representa
el sacrificio ritual del Avesta, emanado del árbol Yadbesh, de donde
emana el elixir de la larga vida, ese mismo elixir de la inmortalidad buscado
por los caballeros de la tabla redonda, que confería la Vida Eterna.
¡Pero la Vida Eterna es sólo patrimonio del Alma! Ya que el
Grial designa ante todo una vía de acceso hacia lo divino, hacia
una comunión del hombre interior con una realidad que está
más allá de los límites de la materia o del espíritu.
Beber el brebaje de la inmortalidad hace descender de las alturas o fluir
desde adentro la Luz de la Transfiguración. Experiencia trascendental
que ha sido cantada por poetas y místicos de todos los tiempos y
que hiciera exclamar al poeta Rumi: Estaba crudo, fui cocido. Me consumí...
O más cerca de nosotros a Jacob Boheme: "No puede ser descrita
ni dicha, solo puede ser comparada con la vida que nace en medio de la muerte,
como la resurrección de entre los muertos". O que hiciera cantar
a Rabin- dranath Tagore: "Gusté la miel de lo ilimitado en la
Copa del Loto Eterno. Crucé el túnel de los padecimientos
y hallé el recóndito camino de la dicha. Y vi unos rayos de
luz cruzar el desierto mudo de la noche".
En innumerables tradiciones, separadas por espacios y por siglos, vemos
emerger cíclica- mente la leyenda de un cáliz perdido, un
recipiente maravilloso que contiene un Sagrado Licor de Vida. Según
el cristianismo, el Cáliz habría sido tallado por los ángeles
de una esmeralda caída de la frente de Lucifer, cuando luchaba con
el arcángel San Miguel sobre el cuerpo de Moisés. Esta Piedra
bien nos evoca el Tercer Ojo de los orientales, el sentido de eternidad
o la facultad de percibir lo divino que el hombre ha perdido, sumergido
ahora en la materia y convertido en un ser ciego e ignorante de su pertenencia
a otro Universo. Cristalizado, yerra a través del desierto de la
vida a la búsqueda de una respuesta a su eterna pregunta: Millones
de veces formulada, jamás del todo contestada.
Esta Caída del Hombre a los abismos insondables de la materia, causada
por una desove- diencia al mandato divino, nos lleva a pensar en el misterio
cristiano del pecado original, íntimamente unido al secreto del Grial.
A pesar de que para la espiritualidad oriental el alma nace libre e iluminada,
cubierta únicamente por el espejismo de Maya, del cual ha de liberarse,
para la teología del cristianismo de la Iglesia de Piedra el Hombre
nace culpable de un error cometido por ancestros que nos son muy lejanos
en el espacio y en el tiempo. Pero a la luz de la Tradición Iniciática,
el misterio de la simbólica Caída provocada por Adám
(el hombre arquetipo) tras comer de los frutos del Árbol de la Vida,
no se presenta como un error en sí, sino como una condición
necesaria para un proceso cósmico. El hombre divino se encarna por
un acto de amor, para que Dios, la unidad, el Ser Supremo, como dice la
Kábbalah, se contemple a sí mismo.
Pero Dios no deja solo al Hombre, y el Grial, la joya perdida, aparece entonces
como un vínculo eterno e indisoluble, como el símbolo de una
Gracia accesible al ser humano en su sendero de Retorno hacia la eternidad.
Unidad reencontrada que en la alquimia es representada por las nupcias místicas
del Rey y de la Reina, y en los relatos de caballería como la unión
idealizada del caballero con la dama, deseo inconsciente de unidad consigo
mismo, de matrimonio sagrado del alma y la mente.
En la Eucaristía Cristiana, el Cáliz ocupa un lugar fundamental.
Sobre El y a través del vino se vierte el poder del Amor del Cristo
en el instante de la Consagración y de allí a través
del sacerdote -debidamente protegido con mantos, joyas y piedras, en la
antigua liturgia- a los fieles, que con la cabeza inclinada reciben el Soplo
Divino. Sin embargo, la Iglesia nunca ha pretendido
desarrollar el alto simbolismo del Grial, quizá por relacionarlo
con ciertas herejías que alrededor de él han ido edificándose
a lo largo de la historia, a pesar de que la Iglesia misma había
sido construida sobre una simbólica piedra. Pero si existe una Iglesia
de Pedro, exotérica, visible, mortal, existe igualmente una Iglesia
de Juan, esotérica, iniciática, invisible e inmortal, edificada
sobre el propio Grial y accesible únicamente a través del
estrecho portal de la Iniciación Mayor. A esa Iglesia Interior, Griálica,
pertenecieron los más ilustres Maestros del Pasado.
La tradición nos enseña que para el corazón sincero
y valeroso pueden abrirse los portales de ese Castillo Venturoso, ciudadela
del Grial, que según la leyenda puede aparecer en cualquier momento
y en cualquier lugar. Mont-Salvage, montaña de la salvación,
centro del mundo o montaña cósmica, pero ante todo centro
de sí mismo y morada del Alma humana.
Todo nos revierte una y otra vez al misterio mismo de la encarnación
del Alma y la búsqueda de "algo que está perdido",
ya sea el Cáliz de la Última Cena, los Planos del Templo de
Salomón, la Tumba de Cristian Rosentkreuz, o la misteriosa Palabra
Perdida de los Rosa+Cruces. Unidad del Ser representada también en
la tradición Artúrica por el misterioso símbolo de
la espada hendida en la Piedra. Arma de poder iluminador que en numerosas
tradiciones representa a la sabiduría que ilumina las tinieblas.
Prueba caballeresca por excelencia y condición fundamental para acceder
al Santo Grial, se dice que apareció súbitamente la noche
de Navidad, durante la misa. Hondamente hundida en una mágica Piedra,
iba acompañada de un mandato profético: Aquel que extraiga
esta espada de esta piedra será rey por derecho de nacimiento.
Pero el alto significado místico de la espada, también común
a innumerables tradiciones, nos lleva aún más lejos en nuestra
búsqueda. En la leyenda de los Nibelungos, Siegmund, padre de Sigfrido,
rompió la espada que había extraído del Árbol
del Mundo contra el yelmo de Odín. Antes de morir, Siegmund entregó
a su esposa ambos fragmentos de la espada rota que ésta debía
transmitir a su hijo. Sigfrido logró recomponerla, volviéndola
a forjar, y con ella dio muerte, instado por el Rey Regín, al dragón,
quien también le ordenó cocer el corazón del monstruo.
Por azar, Sigfrido probó el corazón del dragón, y se
dice que inmediatamente comprendió el Lenguaje de los Pájaros
(la lengua primordial no escrita ni dicha) quienes le advirtieron de la
traición del Rey...
Excalibur, la célebre espada del Rey Arturo, forjada por los dioses
cuando el mundo aún no existía, según la leyenda, es
entregada a Arturo por la Dama del Lago. La sabiduría, una vez más,
es extraída de un medio acuático. Pero la espada es también
otro símbolo del centro del mundo, del Axis Mundi o interior del
Ser. Fuerza poderosamente vertical que desciende sobre la materia virgen
fecundándola y creando la vida. La espada como vehículo iniciático
por excelencia y objeto -como el cetro- transmisor de poder, posee una importancia
primordial en la iniciación caballeresca de todos los tiempos.