SOBRE
EL ARBOL DE LA VIDA SEFIRÓTICO
JOSE MANUEL RIO
La palabra
Qabalah quiere decir en hebreo Tradición, y Tradición con
T mayúscula es lo mismo que transmisión, de un Conocimiento,
de una Sabiduría, que se encara como herencia porque es anterior
a nosotros y la recibimos como comienzo de un camino en el momento que entramos
en contacto con ella (o ella con nosotros). La misma palabra Qabal (la raíz
verbal qbl) significa también recepción, habiendo quedado
por otra parte en el lenguaje ordinario como sinónimo de integridad,
entereza o justeza. Así la Tradición es tanto transmisión
como recepción y al mismo tiempo es orientación. En árabe,
lengua emparentada con el hebreo, por su tronco abrahámico, quiblah
(que tiene las mismas consonantes raíz) significa la orientación
ritual. Es decir, que interiormente (de lo que el gesto exterior es un rito
en el tiempo y el espacio que son entonces cualitativos) el ser humano se
orienta, se vuelve o se pone ante una revelación, ante la posibilidad
de la recepción del Conocimiento, que por ser una apertura en su
alma (que en cierto sentido comienza por eso mismo a ser) puede recibir
y desarrollar, hasta el punto de generar o concebir un nuevo ser, que es
él mismo, en su Identidad hallada en el momento en que nace efectivamente
al Origen de esa revelación o transmisión, al espíritu,
al cual ella se refiere en todos sus aspectos y manifestaciones, en tanto
que vía iniciática que a él conduce, por los sucesivos
nacimientos y muertes a otros estados en el camino de retorno a esa realidad
"anterior" y "preeminente" (Qadmon),1 la que es atemporal
y mítica, y en su trascendencia, puramente espiritual y arquetípica.
Por lo que esa "con-versión", en un sentido mucho más
profundo que el puramente exotérico, significa la transformación
y transmutación integrales de todas las potencias del ser, afirmándose
con respecto a este proceso integral de Conocimiento, que hay que "darse
vuelta como un guante", según decía en su plástico
lenguaje Federico González en el C.E.S. de Barcelona en 1979, pues
el punto primordial del que todo procede, aparentemente oculto en su manifestación,
es al contrario el que contiene todo.
Ese vocablo, quiblah, lleva implícito el sentido de 'volverse hacia',
o sea de algo que está frente a frente y en el que un término
de la confrontación se conjuga o se absorbe en el otro que dará
un nuevo ser, en una unión que es el comienzo de la generación
espiritual. Lo que, como nos dice R. Guénon, es el verdadero sentido
de la "conversión", y no el de cambiar a una u otra de
las formas tradicionales, que es otra cosa que no tiene nada que ver. Esto
mismo se ha heredado de la Tradición y conviene hacer memoria de
ello para valorar lo que es un Mensaje, y cómo opera un Mensaje,
del que todos los pueblos han dispuesto, en la forma que les ha correspondido
según la Tradición Unánime y que hoy se percibe, para
el que comienza, como algo apenas incipiente, vago, en un medio que es la
multiplicidad en acción y ponerse un poco en el lugar de aquellos
habitantes de un pueblo tradicional, que reciben junto con la vida y la
existencia la herencia espiritual de sus antecesores, donde entonces la
puerta de los hombres y la puerta de los dioses se conjugan, no son opuestas,
están verdaderamente en el eje, porque se recibe del padre o del
maestro no sólo la vida sino el conocimiento, o la invitación
o participación al conocimiento, que realice efectivamente el recipiendario
más o menos que otros de sus familiares o de sus coetáneos,
participando todos en el hecho común y unitario de la actualidad
de lo sagrado, que en verdad es lo que otorga realidad a todo, de tal modo
que la existencia de ese pueblo, o de ese ser humano, no es otra cosa que
la continua recreación de esa Realidad, por la cual, gracias a su
existencia como rito, como hacer y ser sagrado, esas influencias espirituales
que son los Nombres divinos, o los Aspectos divinos, descienden al vacío,
a la receptividad del corazón de todos y cada uno de aquellos que
conforman ese pueblo, y al propio Centro o Tabernáculo, que es el
corazón del templo (y el corazón de cada cual), el que recibe
la Shekinah, la presencia divina, que nos dice la Cábala es la síntesis
del Arbol Sefirótico, la que acompaña al pueblo que está
en exilio -en este caso Israel es el símbolo del que ha perdido su
patria celeste-, y se dice sufre con él y es la intermediaria de
esas influencias espirituales que se comunican al pueblo o al individuo,
las que corresponden a su rito, a su gesto y orientación permanente.
La Cábala como transmisión (o si se quiere como corriente
sagrada de pensamiento) se desarrolla, o mejor, se manifiesta a lo largo
del tiempo, no en su esencia metafísica, en la realidad original
que ella está destinada a transmitir, sino en las adaptaciones y
posibilidades de explicitación que lleva en sí misma, las
que cumplen la función de rescatar al mundo, al iluminarlo en la
Unidad. Así cuando Isaac Luria, exponente de la llamada "Cábala
de Safed"2 expresa su enseñanza de la "rotura de los vasos"3
no está añadiendo nada; como el taoísta, o el arcaico,
el cabalista sabe que todo está en todo, sin perjuicio de que, como
ocurre con la estructura de todo lenguaje, el significado de sus elementos
sea válido por la correspondencia precisa con la inteligencia del
pensamiento que en él se expresa. Por otra parte si bien la Cábala
es propiamente el esoterismo de la tradición hebrea, es expresión
de una Tradición Unánime, Tradición Universal de la
que las tradiciones particulares son formas, en el sentido de que su depósito
central, su realidad esencial, es una, lo cual puede observarse en los símbolos
fundamentales que se hallan presentes por doquier y en todas las tradiciones.
Sofía, la Madre nutricia.
T. Schipflinger, Sofía-María
Es entonces la Tradición y no el hombre4 la que revelándose,
revela la realidad de las cosas, los mundos, planos, lecturas o dimensiones
de la Verdad total5 ("...porque mis Pensamientos no son vuestros pensamientos,
dice YHVH, cuanto más altos están los cielos...", así
los pensamientos divinos trascienden las consideraciones humanas...), pues
son la Sabiduría y la Inteligencia divinas las que todo lo hacen,
vehiculadas por lo mismo que ellas crean o manifiestan: "la revelación
es coetánea con el tiempo";6 pero al mismo tiempo, el Conocimiento
que el hombre ha de lograr no es la suma de aspectos (indefinidos, innumerables,
que exceden al conocimiento distintivo y no son el objeto del unitario),
sino la síntesis que le permite atravesar los mundos o planos hasta
su Origen. Por lo que el cabalista no sólo medita en el estudio de
la Cábala, absorbiéndose en la contemplación, sino
que constantemente se suma al rito permanente, lo inaugura si es preciso
cualificando el tiempo, sacri-ficándolo (sacrum-facere), hace de
todo un rito, pues no hay otras expectativas que el cumplimiento de la Voluntad
divina, de una Voluntad que es una con las estructuras de la vida y del
universo, simbolizadas por la dialéctica de los números, por
la totalidad de las direcciones del espacio y el tiempo, las que dependen
del Centro supremo cuya proyección es el Eje universal, constituído
por la columna central del Arbol de la Vida en la que las otras dos encuentran
su equilibrio y aun su origen.
Si se observa el "macrocosmos" desde el punto de vista de las
condiciones de lo individual, es decir mediante las formas, lo vemos a través
de las condiciones individuales, del tiempo y el espacio objetivizados como
exteriores, de lo antropomorfo, o más bien lo sensible como base
de conocimiento, y proyectamos aquellas en otros tamaños y ampliamos
esas condiciones como si fueran propias del mundo vivo o actual en su totalidad,
y éste no incluyera realidades suprahumanas que se dan en el corazón
del hombre o a las que el hombre se abre o nace, cuya identidad y cuyo conocimiento
son asimismo suprahumanos, lo que significa el nacimiento de un nuevo ser,
o la actualización del Ser, o del Sí-mismo por grados, lo
que por otro lado es una pérdida de perspectivas ilusorias y del
continente que las enmarca o define, que es el conjunto de sus desarrollos
o su proyección sobre lo conocido y lo "desconocido", con
lo que otro grado del Ser universal es otro mundo o nivel de la Realidad
que absorbe en sí la multiplicidad, pues es un grado de Identidad.
Que estos son intermediarios Divinos, agentes del Principio, o el Principio
en acción, si así puede decirse, es por el grado de universalización
que producen, en el corazón, constatado por la Inteligencia (Binah),
que es una diosa, por su poder generador del autoconocimiento del Ser, penetrando
los estados del Ser, la cual es también la Memoria, pues ese estado
ya era, y era realmente otro, y no estaba fuera del hombre, siendo que la
realidad o el origen de ese mundo de lo discursivo y todo lo que puede darse
en esa manifestación es 'posterior', un sueño dentro de otro
sueño (el sueño de lo particular-individualizado dentro del
sueño del mundo como imagen de ello o de lo general que se toma por
lo universal), nacido por la falsa radical del "yo y el otro";
y no estaba en otro lugar -aunque eso sea reflejo de un símbolo de
la cualidad del espacio, o sea una alegoría- sino que cualquier cosa
que ello sea es lo que las cosas son, si es que son algo en la ausencia
de límites del verdadero Origen.
M. C. Escher
Mano con esfera reflejante
Las sefiroth, o ideas siempre presentes en el modelo universal del Arbol
de la Vida cabalístico, pueden ser revividos por primera vez y, deteniéndose
así, participar un poco más de las emanaciones de un Cosmos
o universo que nos ha generado junto con todas las cosas y que junto con
esa generación ha incluido los códigos sintéticos que
hablan de esa Identidad, cualquiera sea ella en sí misma, que somos
nosotros, en nuestro más profundo ser, y en ese sentido podemos considerar
que nuestro rostro a lo mejor no es el que vemos una mañana en el
espejo, o la imagen de nuestros egos, o nuestra autosuposición; que
somos imágenes de un Adán primordial, de un hombre prototípico
del cual todos los seres humanos son imagen, que está presente en
todos nosotros, y que su actualización corresponde a la identidad
primera que nos ha sido dada, antes de que por una secuencia cíclica,
que llega a la decadencia y la fragmentación, y que se manifiesta
en el presente estado de lo que hoy se llama cultura, existencia o vida,
hayamos sido lanzados a una especie de lejanía o de extrañeza
con respecto al propio mundo -el cual vivimos y nos conforma-, que era y
es en sí, como el hombre que en él está incluido, una
imagen del Principio, mundo, universo o manifestación que Adán
podía nombrar, en todas sus posibilidades, al conocer su esencia
inmanifestada, al hallarlo en sí mismo por ser creado a imagen divina.
El hombre primordial conocía cada una de las criaturas (que son presentadas
ante él para que les dé sus nombres) como símbolo,
como expresión de una realidad inteligible que a su vez lo es de
una suprainteligible, por lo que al reunirlas se absorbía en el Hombre
Universal. En tanto que contemplaba lo inteligible unía su mundo,
en tanto que se elevaba a lo incognoscible era uno con el mediador de todos
los mundos.
Este era Adam Qadmon, "primordial", atemporal como el Paraíso,
creado en el "sexto día", último de la "acción"
creativa o manifestación, anterior al "descanso". En él
se unía lo creado y lo increado, pues estaba hecho de la tierra (adamah)
animada por el soplo divino en el que estaba la "imagen y semejanza"
del que era anterior a los cielos y la tierra, es decir a todos los estados
que constituyen la manifestación universal.
En la historia sagrada del pueblo hebreo, los patriarcas son los hombres-tipo
que ejemplifican la relación con el cielo, prefigurando, junto con
los profetas y los reyes, la venida del Avâtarâ o Mesías.
La noche es símbolo de oscuridad y también de interioridad,
donde se produce el combate espiritual. Así Jacob, en su lucha nocturna
con el ángel, lucha contra los reflejos, contra la multiplicidad
de aspectos existenciales que ocultan la unidad, así como contra
la limitación de lo antropomorfo y resiste por el recuerdo de su
naturaleza primordial humana, sintetizada en lo libre, hasta el amanecer,
en que se retira su oponente, la lucha con el ángel que se le manifiesta
como hombre en la soledad de la noche; y así, cuando su oponente
le pide que lo deje ir y él le exige su bendición, éste
le da un nombre (Israel) que por su terminación es un nombre divino,
que podría traducirse por "hombre en quien está el espíritu,
o el aliento, de Dios (El)", el cual, manifiesta la unidad que trasciende
los aspectos múltiples de la realidad, porque Jacob ha vencido en
esta batalla, lo que lo hace heredero del Dios de sus padres, de Abraham
e Isaac. También "Abram", después de vencer a los
reyes, recibe otro nombre, junto con la promesa7 -por la cual es padre de
su tradición (abrahámica)- que se traduce en posteridad, física
y espiritual; lo que ocurre después de la bendición8 que le
otorga Melkitsedeq en el nombre de el Dios Altísimo (El-Elion), el
que excede la manifestación, el no-actuante, en realidad más
allá de la distinción entre "alto" y bajo",
nombre trascendente que está en la vertical de la inmanencia en el
centro del estado humano, siendo su valor numérico igual al de Emmanuel
(Dios en nosotros o con nosotros). Jacob vió abrirse la puerta de
los cielos (comunicados por la escala axial), mientras "YHVH estaba
junto a él", en Beith-El, cuyo antiguo nombre era Luz,9 o morada
de inmortalidad, es decir, la inmanencia de la Tierra de los Vivos, o de
otro estado de ser que corresponde a la plenitud del hombre verdadero, el
cual está efectivamente en la vertical del "Hombre trascendente"
o universal que es el Verbo divino, o que es el intermediario arquetípico,
o el arquetipo del hombre, o de todo estado central en el Universo; el arquetipo
de la mediación y por lo tanto el que lleva a la identidad una, o
a la identidad principial. Esa realidad solar que encarnará Jacob
en tanto que padre de las doce10 tribus es asimismo central.
Así como Esaú es el hijo mayor, anterior a Jacob, sin embargo
no recibe la herencia, que le correspondería por el derecho de primogenitura.
Esaú es también llamado Edom, nombre que da la tradición
hebrea (refiriéndose a los reyes de Edom) para las 'creaciones anteriores',
que se consideran como incompletas o insuficientes; es decir, donde no se
ha manifestado la tierra y el hombre como expresión de las posibilidades
prototípicas, imagen o presencia del arquetipo. Esaú, que
vende su derecho de primogenitura (su filiación espiritual) por un
plato de lentejas, es imagen del hombre viejo, y el exilio de Jacob y su
"viaje", imagen también de la búsqueda del sí-mismo,
de lo real. Esta misma epopeya será la que como pueblo, Israel, sacado
de la esclavitud de Egipto, que en un sentido o en ese caso representa el
mundo profano, realice a través de sus distintas pruebas, como la
travesía del desierto, o el paso del Mar Rojo, conducidos también
por el eje simbolizado por la columna de fuego que los ilumina en la noche
y la columna de nube que los guía y los oculta a sus perseguidores
(manifestaciones de la Shekinah o "presencia" divina), mientras
el alimento espiritual aparece, como el rocío alquímico, por
una coagulación o actualización que la noche, imagen aquí
de la inmanifestación, deja durante el alba, al rayar el día
o mundo de lo manifestado, alimento que encarna un conocimiento transmutado
y sostiene el cumplimiento de la Promesa hecha a los primeros padres, en
el origen del tiempo, a un pueblo nacido de las entrañas de su Dios,
o a un pueblo a quien la Deidad le ha dado el ser en el origen y la promesa
de su generación o de su re-generación, el que recibirá,
por intermedio de Moisés, la revelación del Sinaí,
que es la Torah, la cual en su exoterismo será la Ley y en su esoterismo
la Revelación, de la cual aquella es un símbolo, como la cosmogonía
lo es de la metafísica.
El Arbol de la Vida
El mejor guía en este estudio, en este conocimiento simbólico
y sagrado, es el propio modelo, que ha sido revelado, conteniendo en sí
todas las posibilidades de exégesis, de frutos inteligibles a los
que el hombre pudiera acceder, incluyéndolos en sí desde el
principio, pues es la expresión de la Realidad integral y total.
El Arbol Sefirótico es un modelo especulativo, un espejo,11 de otras
realidades inteligibles y suprainteligibles, un diagrama sintético
que habla de la constitución del Universo, de la armonía de
las partes, de las relaciones entre los distintos planos o mundos que lo
componen, de las relaciones del hombre con ese mismo modelo del universo,
del que es imagen y semejanza. Este es un modelo que permite indefinidas
relaciones, que en cierto sentido es inagotable y lo será siempre,
no sólo por las indefinidas correspondencias, analogías y
relaciones a las que da lugar -se refiere a la Totalidad Universal-, sino
también porque el Conocimiento al que se refiere, el que vehicula
en tanto que modelo sagrado, no es el de una suma de datos, el de una acumulación
vana, sino que promueve la encarnación, es decir la actualización,
en el espacio mental, en el interior de la conciencia del que medita y labora
con él, de aquellas energías o ideas-fuerza que lo han conformado
y que son las que permanentemente crean, conservan y destruyen (o transforman)
la totalidad del Universo y los seres que en él habitan. Es entonces
un vehículo intermediario, capaz de conducirnos de lo conocido a
lo desconocido, de la lectura superficial de las cosas a su realidad profunda
y meta-física a través del viaje por las distintas lecturas
de la realidad, que constituyen los diferentes planos o mundos que el ser
ha de recorrer para acceder al conocimiento de su verdadero Origen, de su
Identidad. Esa visión "otra" -que pasa por el olvido de
lo aprendido, de lo extraído de un medio que ignora, o rechaza, lo
sagrado-, es lo que caracteriza al símbolo en tanto que vehículo
del eje que, al absorber en sí -a cualquier nivel que fuere- la dualidad
de sujeto y objeto, lo hace morir (al "sujeto" relativo) a una
lectura, y nacer a otra, más amplia y universal, más incluyente
y como anterior a aquélla pues está más próxima
al origen. Es así que del Arbol Sefirótico se dice que está
invertido con respecto al hombre, pues tiene sus raíces en el Cielo
y sus frutos en la Tierra, y el hombre, entonces, es un ser caído,
identificado con sus literalidades, que de pronto puede tomar conciencia
de su exilio y acceder a estas enseñanzas, y volver sus ojos al símbolo,
y descubrir que existe un proceso arquetípico: la recepción
de una Enseñanza capaz de llevarlo a la libertad de su ser original
por la efectivización de lo que ella le está mostrando.
Según nos dice René Guénon, el ser ha de conseguir
primero una unidad de pensamiento, luego una unidad de acción, y
-"lo que es más difícil"- una unidad de pensamiento
y acción. La unidad de pensamiento la promueve la doctrina, el bautismo
por las aguas (que corresponde a una primera fase del ascenso por el Arbol),
la unidad de acción es el rito reiterado, del estudio y de la internalización
de la doctrina, (incluyendo las adecuaciones que ella misma proyecta sobre
la vida a través de una imagen del orden) expresados asimismo en
el ordenamiento existencial de acuerdo a la unidad que se intuye, y expresado
en indefinidas formas del rito, resumidas en la con-centración (lo
que incluye una ascesis como disolución de lo compuesto o como separación
de lo sutil y lo grosero). La conjunción de ambos es efectivización
del conocimiento, producida por la irrupción de lo sagrado como es
en sí mismo, lo que hace del individuo y sus condiciones un símbolo
o discurso simbólico en acción: el mito permanente. Esto no
quiere decir que el estudio, o la meditación, esté separado
de la acción, que sea "previo" a ella; en realidad ese
estudio es un rito, y las labores que lo acompañan, el trazado de
los símbolos, los ejercicios de respiración, las asociaciones
y analogías con otros códigos simbólicos, la observación
de la exactitud de sus correspondencias, la meditación, es la imitación
de un modelo arquetípico, o de un rito creacional, que se rebate
en el espacio-tiempo individual, lo que por otra parte es lo que todos los
pueblos tradicionales han hecho o hacen constantemente (pues no cabe otra
perspectiva en su visión, habitando un mundo vivo que se recrea constantemente)
con lo que conjugan permanentemente lo vertical y lo horizontal, y las energías
de lo sagrado, del eje vertical, se expanden entonces en la horizontalidad
de su espacio geográfico y en su tiempo histórico, remitiéndolos
a su origen, atemporal, imagen del Principio inmanifestado, donde se establece
la comunicación efectiva, directa o indirecta, con lo trascendente.
Esta atemporalidad es la dimensión del mito: en la atemporalidad
de la Creación el mito es actual y siempre presente y constituye
el verdadero principio informador de todo cuanto se manifiesta, de todo
cuanto ocurre, siendo lo que se encarna pues no hay nada que no esté
incluido en él, hasta su propia trascendencia.
Para nosotros, los hijos de este tiempo histórico, o los 'nacidos'
en él, signado por la oscuridad del fin de un ciclo, todo esto, la
realidad de otros mundos, se ve como muy oculta, apenas virtual en lo más
interno y velado del corazón de todas las cosas, de nosotros mismos.
Pero ese es, sin embargo, el presentimiento, o aun la intuición de
la inmanencia divina, de la 'presencia' de lo sagrado como única
realidad posible, que todas las cosas deben testimoniar como siéndolo,
aunque nos encontremos que algunas lo hacen en forma negativa o como deformaciones,
en un mundo que a veces se manifiesta como un complot contra el Ser, o un
medio donde hablar de la "Verdad" es sospechoso y por lo menos
objeto de irrisión, cosas ellas periféricas con respecto a
esa realidad central que ha de ser realizada con la plenitud de las posibilidades
que le han sido entregadas al hombre, cuyo propio desarrollo es parejo o
simultáneo al propio proceso de Conocimiento, al conocimiento de
la Realidad tal cual es, cualquiera que ella sea, cosa que es asombrosa
de por si y que incluye un viaje al inframundo, reiterado cuantas veces
sea necesario, y no siempre por propia voluntad, para despojarnos de la
tontera, o de la ignorancia, que hemos adquirido a muy alto precio (el de
nuestra propia posibilidad de ser), morir una vez más a lo conocido
y observar lo más pequeño como lo más poderoso, y a
la vez como lo más elevado, de lo que procede la sacralidad del mundo,
que en él está contenido, y que se manifiesta articulado como
un lenguaje, en el que se expresan los Nombres divinos, (emanación
de un Nombre inefable) como la Realidad Universal, donde todo está
realizado y sólo hay que tomar conciencia de ello.
El Arbol de la Vida Sefirótico, como modelo de la totalidad del Mundo
o Universo, expresión de sus Números o Númenes, aspectos
de la Deidad trascendente ("el Santo,12 Bendito sea", o el "Uno
sin segundo"), el que simultáneamente con el Cosmos ha manifestado
el modelo simbólico, es un vehículo intermediario por arquetípico,
capaz de fecundar el pensamiento, y actuar como soporte de la transmutación.
Verdadera Puerta sagrada entre lo conocido y lo desconocido, lo que por
lo demás es todo símbolo en tanto que emanación del
Logos Spermatikos, puesto que porta en sí la idea-fuerza que fecunda
el alma y genera la Memoria.
Todo ser, o manifestación del Ser, del Misterio, todo símbolo,
es la propia realidad en tanto que símbolo, vehículo de una
energía que abre un espacio en la conciencia, energía e Idea
que el símbolo contiene, emana y es en cuanto tal, la que genera
el significado a la inteligencia o universaliza el significado primeramente
comprendido, que lo manifiesta como universal-trascendente, vinculando así
lo visible y lo invisible, promoviendo que la unidad trascienda las limitaciones
del espacio mental, y se dirija a la integridad del ser, reconstituyendo
un presente en el que las cosas son por plenitud significativa, a las cuales
la Gloria divina (Hod) articula como realidad jerarquizada haciéndolas
inteligibles en un acto único (Yesod) que es expresión de
la Belleza (Tifereth), de la relación de lo pequeño o de lo
sin tamaño con el Principio, tanto directamente como en el conjunto
o ciclo al que pertenece o que conforma por su propia expansión,
o expresión; todo lo cual no es por otra parte sino el propio natural
de las cosas, pero no como lo que hoy se considera como 'natural', sino
la Naturaleza como soporte y expresión de lo Sobrenatural, o la Física,
en tanto que manifestación de la Metafísica.
Sefer13 quiere decir numerar, nombrar. En la Tradición hebrea número
y letra tienen el mismo signo,14 no hay un signo diferente para el número,
siendo éste un valor interno de la letra. Ese modelo es la estructura
del cosmos considerado como emanación y manifestación de los
Atributos divinos, de los aspectos o manifestación de la Unidad,
o mejor, de aquella Realidad, de la que la Unidad, la primer sefirah es
la primera "afirmación". Es también la imagen de
un Ser Universal o de un "Hombre Universal", Adam Qadmon, cuya
"fragmentación" aparente da lugar a todos los seres, lo
que es observado como un sacrificio, visto desde el lado de la Gracia o
del Amor (desde el punto de vista de los Dêvas, en la tradición
hindú), porque da lugar a la existencia de todo ser, o como un asesinato,
del lado del Rigor (la fragmentación del ser universal es simultánea
con la caída), lo que corresponde a un sentido 'descendente' el primero
y a uno 'ascendente' el segundo en la reconstitución de la Unidad
por el ascenso por los sucesivos planos, correspondiente a otras tantas
"muertes", a unas lecturas más chatas o menores, en todo
caso limitadas por las condiciones que las definen, por las que se puede
acceder al Conocimiento.
Así vemos que, desde la Unidad Arquetípica, Kether, la Corona,
las energías espirituales, creativas y formativas, descienden hasta
Malkhuth, el Reino, la sefirah número 10, con lo que se cumple el
acto de la manifestación, que ha dado lugar a la totalidad del Cosmos,
integrado por los cuatro planos que el Arbol del Mundo manifiesta y sintetiza.
El primero, Olam Ha Atsiluth, Plano o Mundo de las Emanaciones, es inmanifestado
y está constituido por las tres primeras sefiroth, Kether (Corona,
o Kether Elyon, Corona Suprema), Hokhmah (Sabiduría), Principio activo
del Cosmos y Binah (Inteligencia), Principio receptivo.15 Nos dice la Tradición
extremoriental que el Uno produce el Dos, el Dos produce el Tres y el Tres
todas las cosas. En efecto al producir o manifestar al cuaternario, por
su suma triangular, toda la manifestación está implícita
en él: 1 + 2 + 3 + 4 = 10 (y 1 + 0 = 1),16 siendo ésta la
manifestación informal, llamada por la Cábala Olam Ha Beriyah
o Mundo de la Creación, la primera expresión de los Principios
por la afirmación de su Unidad indisoluble, la manifestación
sobre la "Superficie de las Aguas" del Logos o Verbo proferido
en el principio de los tiempos, y por lo tanto la 'medida' del Mundo, que
es una realidad inteligible y constituye la proyección del Hombre
Universal, cuyo símbolo es la cruz, como intermediaria y estructura
del círculo y el cuadrado.
El 4 es la irradiación indefinida de la creación, el número
de la creación, determinada por la consideración de una realidad
distinta a los principios (3 +1 = 4),17 Olam Ha Beriyah, el Mundo o Plano
de la Creación está constituido por las sefiroth Hesed, Gracia
(Nº 4), Gueburah, Rigor (Nº 5), también llamada Din, Juicio,
y Tifereth, Belleza, Esplendor o Misericordia, la sefirah Nº 6, que
es el Corazón o Centro del Arbol Sefirótico, que une lo alto
y lo bajo, la derecha y la izquierda en el Arbol, o sea lo trascendente
y lo inmanente, lo activo y lo pasivo, lo masculino y lo femenino. Estas
Numeraciones o luces sefiróticas son los arquetipos creacionales,
sintetizados en Tifereth, y así todo pueblo tradicional se considera
como viviendo en el Centro del Mundo y ordena su existencia con respecto
al cuaternario en el que se proyecta el espacio y el tiempo. Pero es el
hombre verdadero el que encarna el centro en ese espacio o para ese espacio
o plano y le corresponde el Nº 5, como centro de la cruz y asimismo
como quintaesencia del cuadrado, de la proyección de lo celeste en
lo terrestre, de la cruz que une o que es común a lo circular y a
lo cuadrado, tal como se ve en la figura del "Paraíso terrestre"
que es circular y de cuyo centro parten cuatro ríos, los que se dice
están en relación, por las consonantes de la palabra PaRDéS,
con los cuatro sentidos o niveles de lectura en profundidad de las Escrituras,
los que corresponden a los cuatro planos del Arbol.18
Los dos triángulos del Sello de Salomón, o Escudo de David,
son una expresión simbólica del Nº6, uno invertido respecto
al otro, el triángulo con el vértice hacia arriba se refiere
a los Principios y el triángulo con el vértice hacia abajo
es un símbolo de la copa y se refiere al corazón: es el reflejo
de aquellos Principios, y en el Sello de Salomón ambos se equilibran
y se conjugan. Uno, el del corazón, está invertido con respecto
al otro, y son la conjunción de lo creado y lo increado, de lo divino
y lo humano, que deberá retornar al principio por la misma vía
por la que ha descendido, para identificarse con lo Inmanifestado, lo que
será idéntico a realizar la integración del Eje que
une los cuatro planos de la Creación, a lo que se refiere la Cábala
como a la "reconstitución" efectiva del Nombre Divino,
formado por las cuatro letras del Tetragrama: Yod, Hé, Vau, Hé,
cuya pronunciación ya no se conoce, o que es impronunciable, con
cada una de las cuales está asimismo en correspondencia uno de los
planos del Arbol.
Estos planos son invisibles, excepto Olam ha Asiyah, el de la Concreción
o Manifestación material, que es el de la percepción de los
sentidos. Son otros Mundos que están en éste, o son otras
lecturas de este mismo mundo, las que pueden ser, evidentemente, completamente
invertidas, como nos muestra la simbólica de la unidad aritmética
con respecto a la Unidad metafísica, y esos mundos pueden ser indefinidos,
pero estos arquetipos o modelos divinos se incorporan, se manifiestan en
símbolos, que constituyen la expresión sensible e inteligible
de esas realidades. En cada plano hay asimismo un Arbol, y en cada sefirah,
pues el Todo está en la parte, no pudiendo haber, de otra manera,
la posibilidad de la analogía; como en cualquier cifra, sin importar
sus dígitos, el 1 está presente (pues esta es la suma de él
con todos los restantes que la totalizan), así está en las
cosas, más o menos oculto, más o menos recubierto por los
velos de la forma o la substancia, sutil o grosera, el Principio que es
su origen.19 Estos ropajes dejan de ser tales cuando se constituyen en símbolos,
en cuyo caso son objetos y aun sujetos del Arte, pues lo conforman, en cuanto
que lo manifiestan, comunicando la energía y el "espacio",
si así pudiera decirse, de lo divino, lo que incluye asimismo, desde
otro punto de vista, lo verdaderamente humano. El plano o Mundo de las Formaciones,
Olam Ha Yetsirah,20 está constituído especialmente por las
sefiroth Netsah (Nº 7), Victoria, Hod (Nº 8), Gloria, y Yesod
(Nº 9), Fundamento, o Fundación. La primera es la energía
positiva de la Gracia que desborda la insuficiencia de lo que sin ella sería
puro vacío y muerte, nadidad e insignificancia, y la segunda la restringe
al producir el equilibrio entre los elementos de la Creación, que
han de manifestar también en su conjunto el orden y la armonía
que constituyen la manifestación como imagen y expresión de
la Unidad, "Los Cielos y la Tierra narran la Gloria de Dios",
dice el texto sagrado. Estas dos sefiroth, sintetizadas en Yesod -el acto
creador constante y virgen que da la vida, alma y espíritu permanentemente
a todas las cosas- hacen descender las energías espirituales de todo
el Arbol, a la inmanencia divina, Malkhuth, la sefirah que constituye el
plano de Asiyah, en la cual están contenidas las anteriores, la "Reina"
o "esposa del Rey" (Kether, constituyendo Beriyah y Yetsirah el
"Reino") lo que se manifiesta como inmanencia divina en el seno
de la Creación, en el que todos los seres manifestados son una realidad
sagrada y significativa, como un lenguaje arquetípico que conforma
el Libro de la Vida, en el que el ser humano está incluído
como agente consciente capaz de tomar conciencia de esas realidades y de
unir la horizontalidad y la verticalidad en sí mismo, al ser un símbolo
que depende del Polo celeste por su naturaleza axial.
"Cosmografía Bíblica". Introducción a los
Símbolos,
Madrid, 1989
Al plano de Beriyah y al de Yetsirah corresponden respectivamente el Aire
y el Agua entre los elementos, así como al de Atsiluth el Fuego y
al de Asiyah la Tierra.21 Los dos primeros conforman lo que se llama las
Aguas Superiores y las Inferiores, refiriéndose las primeras a las
posibilidades informales y las segundas a las formales.
El Arbol, como Eje, traduce la situación de la Unidad en distintos
planos, es decir de todo el Arbol, suma integral de los aspectos divinos,
de donde emanan todas las posibilidades, ya sea en el plano individual (que
corresponde a la mitad inferior del Huevo del Mundo) o en el universal (la
superior), las que obedecen al mismo Modelo, el cual es susceptible de una
lectura arquetípica (el plano de Atsiluth), anterior a la diferenciación
y posterior separación del Sujeto y el Objeto propia de la caída
en lo individual por apego o "hipnosis"22 con las formas que constituyen
la existencia, cuyo enrulamiento en ciclos indefinidos conforma alguna espiral
de la serpiente cósmica, la que sin embargo considerada en forma
integral constituye un símbolo del Verbo. Esta caída es generada
por el hombre como agente o parte del Demiurgo,23 de donde la necesidad
de la labor de construcción, o reconstrucción de la integridad
perdida, lo que no es sino mediante el sacrificio, asesinato o muerte ritual
en el que es vencida, asumiéndola ante el Origen o verdad total (integral
e integradora), la tendencia oscura del Demiurgo, generadora de la fragmentación,
la ignorancia y la muerte, la que será transformada en su origen
arquetípico, no invertido, la pura receptividad divina (Binah), mitad
del Andrógino universal, cuyo paredro es la Sabiduría (Hokhmah),
de la que se dice en el Libro sagrado que "está siempre con
el Creador (YHVH) en todas sus obras".
Las dos mitades del "Huevo del Mundo" -cuyo ecuador lo constituye
la tierra prototípica en la "Superficie de las Aguas"-
están en relación con las espirales evolutiva e involutiva
que dependen de los dos polos.24
El círculo corresponde a lo celeste, y el cuadrado a lo terrestre;
son análogos y correspondientes, porque tienen el mismo valor numérico:
tienen ambos 360º (3 + 6 + 0 = 9) estando signados por el 9; siendo
que los 360º están constituidos en ambos casos por 4 ángulos
rectos dispuestos de manera distinta. Lo que en el círculo es interior,
los 4 ángulos que miden la circularidad, en el cuadrado es exterior.
Es decir, que hay una inversión, entre lo celeste-invisible y lo
terrestre-visible (tomando a la vista como síntesis de los sentidos).
Y también está plasmado, el cuadrado, en el modelo de la ciudad
tradicional, imagen de la Jerusalén Celeste, siendo el primero (el
modelo del Paraíso) "ascendente" por su relación
con lo circular y celeste, de lo cual es la "base", y la segunda
"descendente", como manifestación de esos arquetipos creacionales.
Otra expresión de lo mismo, en la que podrían verse los prototipos
de las siete tierras (comprendidas en la "tierra de los vivos"),
o de los siete dwîpas de la tradición hindú, son los
"cuadrados mágicos", a los que se designa con el nombre
de los planetas, siendo el primero el llamado "cuadrado mágico"
de Saturno (planeta que corresponde a Binah en el Arbol sefirótico)
el cual está formado por 9 cuadrados, de 3 por lado, cuyo cuadrado
central tiene por valor 5 estando los restantes valores colocados según
4 diferentes combinaciones (alternándose par e impar) refiriéndose
a los 4 elementos, numerados del 1 al 9, y tiene la particularidad de que
los valores numéricos que incluye, sumados en todas las direcciones
en los cuatro casos, suman lo mismo, que es 15. O sea que ese cuadrado es
la expresión de la energía contenida en el número 5.
El número 15 es el número triangular del 5, la suma desde
el 1 hasta el 5 da la expresión de la energía creacional que
se manifiesta en él de ese modo. Ese hombre verdadero, o ese estado
verdadero de lo humano es el reflejo en un plano de una energía mediadora
que él conoce o reconoce en sí mismo.
Los "cuadrados mágicos" expresan la naturaleza de los planetas
o estrellas, señales en el firmamento que se halla bajo el trono
divino; siendo cada uno un sello de las energías divinas que manifiestan
a través de los números y las letras (de vinculaciones indefinidas)
mandalas de su propia naturaleza, modelos por los que se entra en contacto
con ellas, que son las que ordenan el Alma del Mundo y por la comprensión,
la inteligencia del hombre, a la que generan.
En la Cábala, las letras son la manifestación del aliento
divino, las que estaban junto a la Deidad y fueron convocadas para la obra
de la Creación.
Al considerar los números, en cuanto todavía se manejan términos
cuantitativos, hay que aplicarlos muchas veces a otras cosas para entender
sus aspectos, o para hacerse una idea más "cabal" de lo
que los números significan o representan. Pero las letras (de una
lengua sagrada) son asimismo el cuerpo y la forma del número, o más
bien de lo que el propio número representa en el conjunto del código
numérico. En realidad, no habiendo una cifra distinta a la letra
para graficar al número, salvo una palabra, se conoce a éste
por lo que de él se dice y por lo que la propia palabra manifiesta,
en tanto que es una configuración simbólica, constituida a
su vez por elementos simbólicos, las letras y su propia constitución,
y susceptible de interpretaciones o análisis, no sólo etimológicos,
sino aquellos que incluyen los métodos cabalísticos de la
Gematría, el Notarikon y la Temurah, los que consideran la palabra
y la letra desde distintos ángulos y posibilidades, a lo que habría
que añadir la propia forma de la letra, que es susceptible de una
lectura individual, cósmica y principial. Siendo integrales y significativas
en su forma (como "descenso" de las ideas o arquetipos del Conocimiento)
son el prototipo de los seres creados, de su constitución y de la
amplitud de sus relaciones, la suma de los cuales es la manifestación
universal, siendo ellas así el prototipo del Libro de la Creación
que en ellas y en lo que ellas conforman o pueden conformar en su articulación,
está contenido, de tal manera que es más real en cierto sentido
el Libro Sagrado que la manifestación de los seres individuales,
que en él encuentran el arquetipo de las posibilidades de su ser,
sobre todo en los tiempos de una multiplicidad en la que la idea de orden
(cosmos) queda relegada al aparte de un código sagrado que no debe
ser invadido o disminuido por lo profano, cuando sin embargo es nada menos
que una lengua origen y soporte del pensamiento humano, como participación
y reflejo del pensamiento Universal, en la que se dan en simultaneidad y
por lo tanto adecuadamente a la naturaleza de las cosas, los cuatro planos
de lectura, de conocimiento e identidad, en los que se articula lo inefable,
lo que se ha manifestado en todas las cosas, las que se alejan en su indefinitud
y se reúnen en su Unidad, o Nombre arquetípico, al constituirse
en letras simbólicas.
La letra yod (a la que corresponde una simbólica análoga a
la del grano de mostaza) tiene por valor 10 y a ella corresponde el Plano
de las Emanaciones, el de los Principios (lo que es "emanado"
es sin separación), o sea, todo el Arbol está contenido sintéticamente
en él. Al mismo tiempo la yod es la letra más pequeña
del alfabeto hebreo y con ella, o a partir de ella, se forman todas las
demás letras. En primer lugar con ella se forma el alef, que se considera
constituído por 4 yod, que, en ese caso, desde ese punto de vista,
aunque su valor como letra es uno, se considera que tiene el valor de 40,
lo que son las 10 sefiroth en los 4 planos. Según esa simbólica,
toda la manifestación del Arbol, es la pronunciación de una
Palabra, o la articulación de un sonido primordial, que es el de
la letra A, la letra más abierta, el primer sonido, y las demás
proceden como modificaciones, como las determinaciones articuladas de ese
sonido primordial. Por cierto, la misma boca humana es una imagen del Cosmos:
el paladar (de paladium=verdad) se refiere al Cielo (a la bóveda
celeste), el maxilar inferior a la Tierra, signada también por el
movimiento y lo visible, y la lengua al hombre mismo, e incluso podríamos
recordar también que siendo 32 los senderos del Arbol, los que reúnen
las sefiroth, están en correspondencia también con la dentadura
humana. O sea, que el hombre es completamente un símbolo; no tiene
nada, más bien no somos. No somos en cuanto a algo separado. En ese
sentido nuestra identidad particular es más bien algo 'extraído'
de un medio relativo, lo cual ha de ser reabsorbido en la totalidad del
símbolo para nacer a otro plano donde esas particularidades no tienen
importancia, o más bien son otra cosa, que no puede dejar de ser
sino el reflejo, también simbólico, de la misma Idea creacional.
Este modelo cuaternario que antes considerábamos en forma vertical,
como "descendiendo" de lo invisible a lo visible, rebatido en
el plano, es lo que ha conformado esencialmente los modelos arquitectónicos
tradicionales de todas las culturas, desde los más simples a los
más complejos y desarrollados. Constituye la síntesis de todo
el espacio geográfico y del tiempo sagrado de esas culturas y por
lo tanto de los que las habitan y se identifican con su esencia sagrada.
Por otra parte, nosotros conocemos esas realidades por su expresión
sensible en la cual ellas están contenidas, al hacerse presente su
realidad inteligible en la caverna del corazón. En la tradición
hebrea, se dice que "en medio de los pueblos está Israel, en
Israel Jerusalén, en Jerusalén el Templo, y en el Templo el
Sancta Sanctorum", lo que es una expresión en la horizontalidad
terrestre, ligada con la simbólica de la peregrinación al
Centro, de esos cuatro planos o niveles, que en realidad han sido emanados
del Centro mismo, pues por la fundación, por la actualización
de ese Centro, es que a partir de él se ha expresado la totalidad
de ese mundo que se nombra, que existe y que articula todas esas posibilidades
indefinidas que se ordenan gracias a él, constituyendo un Cosmos.
Asimismo, en el Templo, miniatura del Mundo, así sea una tienda o
un edificio en piedra, en el que se produce la entrada al espacio y al tiempo
sagrados y el retorno al Centro y a la vertical, también hay varios
niveles de lectura que corresponden a una profundización y a una
llegada al verdadero Sí-mismo (por la salida por la abertura superior
de la tienda o su análogo el ojo de la bóveda o cúpula).
Desde la puerta, que correspondería a lo que comunica el Plano de
Asiyah con el de Yetsirah, lo que permite pasar del espacio profano, que
es el de la literalidad sensible (o mentalidad literal) a otro en el que
por muy insuficiente que sea la comprensión, tal vez balbuciente,
existe una apertura al misterio que se halla tras los ropajes del símbolo.
La entrada al templo se produce por una conjunción de opuestos, por
entre las dos columnas o marco de la puerta, que a su vez es una imagen
del templo y del Arbol entero y significa al menos una toma de conciencia
en el Plano de las Formaciones, y la sefirah Yesod, en este caso, corresponde
a las aguas del bautismo cristiano, lo que está ligado a la recepción
de la Enseñanza como capaz de regenerar la visión del mundo,
de regenerar las imágenes y generar un centro en el que todas esas
imágenes van teniendo sentido, o un primer sentido, que promueve
ya de alguna manera una reunión de lo disperso y provoca una separación
entre lo sutil y lo grosero, en la que irán participando de ahí
en más los restantes elementos, análogos a lo que el plano
de las vicisitudes individuales representan. Entre el baptisterio (que en
ocasiones se halla fuera del templo, previo a la entrada) y el altar se
ubican en el templo cristiano los laberintos, los que recorridos, en forma
ritual, promueven el abandono de lo aprendido, la rectificación,
"por la escuadra",25 gracias al empuje de un nuevo ser que se
auto-genera, lo que no es sin los dolores, oscuridades, vacilaciones y temores
de una gestación, promoviendo más allá de ello el nacimiento
a lo verdaderamente sagrado, a la identidad que se dará en el altar
o corazón del templo, que corresponde al bautismo de fuego. Sobre
él se halla el sagrario, que reproduce en pequeño al Templo
entero,26 el que se encuentra en la vertical del ojo de la cúpula,
o en su caso, de la clave de bóveda o piedra angular.
NOTAS
1 Adam Qadmon, o Kadmon, es el "Hombre Universal", idéntico
a Dionisos Zagreus, a Osiris, o el Arbol Yggddrasil de la tradición
escandinava.
2 Lugar de Palestina en donde se da, en un tiempo y espacio determinados,
en relación a su vez con otros personajes y hechos históricos,
un hito más en la historia sagrada de la Cábala, siendo una
vivificación de este pensamiento tradicional.
3 En ella se afirma que las sefiroth de construcción, al recibir
la luz infinita de las tres primeras, no han podido resistirla y se han
quebrado, de donde el mal -el desequilibrio- en el mundo.
4 El "hombre verdadero" es al contrario la síntesis del
propio libro de la Creación (el Liber Mundi o Liber Vitae de los
Rosacruces) y siendo ya a partir de ahí "uno con El que escribe
en él" es también el vaso en cuyo exterior está
grabada la Tradición primordial.
5 El origen es suprahumano; en la proyección del tiempo y el espacio
se dice que "el origen se remonta más lejos y más alto
que la humanidad" (René Guénon).
6 Ver Federico González "El Ser del Tiempo" SYMBOLOS Nº
7.
7 Hecha por El-Shaddai, el Dios Todopoderoso, o el Omnipotente, que a su
vez le había ordenado su peregrinación.
8 Ver René Guénon: El Rey del Mundo, Cap. VI.
9 Cf. Cap. IX.
10 Estas, como el zodíaco, tienen como arquetipo a lo que en la tradición
hindú son los doce Adîtyas (hijos de Adîti, "indivisible"),
formas o aspectos del único Sol espiritual, siendo la de Judá
la que encarna directamente el aspecto guerrero y solar y en la cual nace
el Avâtâra.
11 Especulación "significaba originalmente observar el cielo
y los movimientos relativos de los astros con la ayuda de un espejo"
(Roland Nguyen Khac-Man: "Reflexions sur le miroir", Travaux de
la Loge nationale de recherches Villard de Honnecourt, Nº 18, 1989),
lo que da una perspectiva como si se miraran desde lo alto las órbitas
planetarias, viéndose su rotación en sentido contrario al
que se percibe a simple vista, y por otra parte sin observar directamente
al cielo astronómico.
12 Kadosh significa en hebreo "puesto aparte, separado". Dicc.
de la Biblia, Herder, Barcelona 1981.
13 La luz sefirótica (cifra, libro) es un universo. Cada esfera es
un mundo, el mundo o cosmos a una luz, que puede ser más luz que
forma, sin perjuicio, valga la redundancia, de que la propia luz sea una
forma, en tanto que es una manifestación, por lo que hay asimismo
una luz inmanifestada, que sin embargo sigue siendo luz, la que es arquetípica,
o sea el principio de lo que pueda llamarse así y en donde toda luz
encuentra su origen. Sólo que en este último caso se considera
el origen y la cosa originada como distintos o a distancia (con la distancia
de la objetivización emanada de un sujeto relativo), y en el primero
la cosa es él, contenida en y por el arquetipo, que constituye toda
su realidad. Una longitud de onda que es la imagen de un cielo, ciclo o
estado del ser, el que no tiene por qué ser una reiteración
sensible fragmentaria, sino una integración contenida o transmutada
en su límite (ver R. Guénon: Les Principes du Calcul Infinitèsimal),
el que es una 'cifra' que, no habiendo salido de la Unidad, es una 'emanación'
de la misma. Si esta es una labor permanente, es por la completa transmutación
alquímica que se cumple la liberación.
14 Otras tradiciones tienen distintos símbolos para los números,
refiriéndose a la cantidad o a la cualidad o cualidades que cada
número posee por sí o en relación con otros números
u otros conceptos.
15 Leo Schaya: El Significado Universal de la Cábala, "El Pensamiento
Divino, el Eterno y Supremo Arquetipo del pensamiento humano, tiene dos
aspectos esenciales: por una parte es Sabiduría meta-cósmica,
por la otra es Inteligencia cósmica. Por su Sabiduría, conoce
su Realidad inmanifestada e infinita, y por esta Inteligencia, conoce su
manifestación y la creación que emana de ella, que es existencia
limitada y transitoria. Su Sabiduría determina los arquetipos increados,
su Inteligencia los manifiesta como realidades espirituales y supraformales
que a su vez se revisten a sí mismas de substancia sutil y materia
densa a fin de dar nacimiento a los cielos y la tierra".
16 Esto mismo ocurre también en los siguientes planos: el número
con el que comienza el Plano de las Formaciones (Olam Ha Yetsirah), el número
7, es igual a 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28 = 2 + 8 = 10; y el número
10, que corresponde a Malkhuth, la concreción de todas las energías
del Arbol, es de 55 = 5 + 5 = 10. Lo que junto con el 1 que además
es número triangular de sí mismo (0+1=1) nos muestra que cada
Plano o Mundo es expresión o manifestación de la Unidad, que
se manifiesta en él de modo más múltiple o recubriéndose
con más velos, hasta llegar al número 10, que también
se ve como el punto central dentro del círculo (1 + 9 = 10), la Inmanencia,
o sea el punto inaprehensible que está en el "interior"
de las cosas que percibimos (y que no es accesible a los sentidos). Malkhuth
es a su vez el Kether de un nuevo Arbol, cuyos números triangulares
serán cada vez más grandes aunque asimismo afirmen específicamente
la unidad en su sucesión al principio de cada plano, siendo su multiplicidad
numérica, por comparación con la simplicidad de los números
con que se numeran todas las cosas, una imagen de la reducción de
lo Universal a lo particular, de la encarnación de los arquetipos
en seres, supraindividuales e individuales, conjuntos, especies, galaxias
y cosas.
17 Desde otro punto de vista anterior y más elevado por el Uno en
sí mismo (no manifestado, idéntico al Cero metafísico)
sumándose al Ternario como manifestación de la Unidad , lo
que se refiere en realidad a la totalidad del Arbol considerada como "la
expansión total de la Unidad, simbolizada por la cruz, cuyos cuatro
brazos están formados por dos rectas indefinidas rectangulares, que
se extienden así definitivamente, orientadas hacia los cuatro puntos
cardinales de la indefinida circunferencia pleromática del Ser, puntos
que la Cábala representa por las cuatro letras del Tetragrama, (René
Guénon: "Remarques sur la production des Nombres", en Mélanges,
Gallimard, 1976).
18 Daath, que significa Conocimiento no es ni manifestado ni no manifestado,
salvando el abismo, por el "sentido de eternidad", virtualidad
del Conocimiento Supremo que se da más allá de la Corona (Kether)
la cual, como símbolo (una de cuyas formas la constituye el sombrero
del Arcano I del Tarot de Marsella) es una forma de la Puerta (el Ser) que
lleva al No-Ser y a través de él a la No-Dualidad, por lo
que constituye en sí misma un verdadero símbolo del vórtex
universal, en el que se constituye lo afirmable en el seno de lo incognoscible
(Ain), unidos (estos que no son ambos) por el conocimiento de lo que es
cognoscible (la manifestación en la unidad de su principio inmanifestado,
el Ser), y de lo que es incognoscible (No-Ser), que queda afirmado por su
ilimitación, trascendidos por y en la Identidad del Sí-Mismo
(No-Dualidad). (Ver R. Guénon: El simbolismo de la cruz, Cap. XX
y el apéndice final de Símbolos Fundamentales de la Ciencia
Sagrada).
19 También se dice, con respecto a las diferencias particulares y
a las distintas naturalezas y grados de lo individual, que "todo metal
llegado a su perfección, es oro". Los metales son en el interior
de la tierra, lo que los planetas o las estrellas en el cielo, correspondiendo
el oro al sol y al centro (Tifereth). A Binah le corresponde Saturno y el
plomo, a Hesed Júpiter y el estaño, a Gueburah Marte y el
hierro, a Netsah Venus y el cobre, a Hod Mercurio y el mercurio, a Yesod,
la Luna y la plata y a Malkhuth la Tierra, en cuyo interior se hallan estos
metales. A Hokhmah le corresponden las estrellas fijas, o el zodíaco,
no teniendo correspondencia metálica, y a Kether la polar entre las
estrellas, como puerta a lo que está más allá de la
bóveda celeste.
20 A este Plano corresponde en el microcosmos el alma inferior, mientras
que al de Beriyah el alma superior y al de Atsiluth el espíritu,
así como el cuerpo al de Asiyah.
21 Por otra parte, según la división del Arbol en tres columnas,
a la central (Columna o Pilar del Equilibrio) corresponde el Aire y a las
laterales (las de la Gracia y el Rigor, encabezadas por Hokhmah y Binah
), el Fuego y el Agua respectivamente, hallándose el éter
(Avir) en el interior de todos ellos, el cual, junto con la Shekinah (la
"presencia" divina) y Metatron (el Agente de las Revelaciones
y las Teofanías) constituye los tres intermediarios divinos.
22 Hypnos es originalmente el Sueño, en la mitología griega.
23 Ver "A propos du Gran Architecte de l'Univers", en Etudes sur
la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, T. II, así como "El
Demiurgo".
24 Ver Federico González: art. citado, págs. 19 y 22.
25 En la que se unen la vertical y la horizontal.
26 Asimismo la planta y la fábrica del templo románico manifiestan,
por la unión del semicírculo del ábside y el cuadrángulo
de la nave, la relación Cielo-Tierra.