ANALES DEL COLEGIO INVISIBLE
JOSCELYN GODWIN

La Tradición Hermética
De todas las tradiciones espirituales conocidas en Occidente, la de Hermes, el Tres Veces Grande, puede vanagloriarse de ser la más antigua. Expuesta a alteraciones por el transcurso del tiempo, la Tradición Hermética se arraiga en el pasado egipcio más remoto. Allí cae la máscara de Hermes para revelar a Thoth, el de la cabeza de ibis, el primer dador del conocimiento a la humanidad. Este conocimiento aún perdura entre nosotros conservado a través de siglos por una invisible comunidad de adeptos conocidos y desconocidos.
Un dios dador de conocimiento difiere mucho de un dios salvador sufriente como Osiris, o de una diosa madre amante como Isis. Cada aspecto de la divinidad apela a un tipo psico-espiritual diferente y cada uno de ellos puede conducir por diferentes sendas a un solo objetivo. El camino que lleva al conocimiento tiene un doble propósito. Primero, enseñar técnicas y prácticas para superar las limitaciones humanas como el trauma de la muerte y segundo, estudiar el orden cósmico y trabajar dentro de él. Cuando estos dos objetivos coinciden, tenemos una forma de hermetismo.
El mundo clásico tempranamente sintió la atracción por Egipto y sus misterios, aunque fuese un Egipto de pasadas glorias. Pitágoras se encontró entre aquellos que visitaron la "Tierra de Chem" para adquirir sus iniciaciones e incorporarlas a su propia filosofía. A nivel religioso, los cultos egipcios se introdujeron al mundo clásico con las conquistas de Alejandro el Grande. El mismo Alejandro se representaba portando los cuernos de carnero de Amón, dios de Tebas. A Roma fue Isis, cuyo culto llegó a ser uno de los más espléndidos bajo los Emperadores. En Alejandría y otros centros de habla griega surgió Serapis como un amistoso rival de Zeus, pero fue Thoth quien congenió más con la mente filosófica.
En el mito egipcio, Thoth es descrito varias veces como el espíritu e inteligencia del Creador; dios del saber y de la curación, juez de disputas celestiales y secretario de los dioses; el que pesa las almas de los difuntos. Fue él quien profirió las palabras que tejen los divididos miembros de Osiris. Thoth inventó números y midió el tiempo. En su abstracción máxima, Thoth fué un dios de transiciones, del caos al cosmos, de las disputas al entendimiento, de la muerte al renacer, de causas a efectos. Más concretamente, se le consideraba como un dios de encantamientos y de la astrología, de la medicina popular y el maestro-instructor en plantas y minerales.
Todo esto venía con Thoth mientras iba tomando una apariencia griega. El dios griego Hermes también había sido un dios de transiciones: un señalador de fronteras, un guía de almas al Hades, mensajero entre el Olimpo y la tierra, patrón de mercaderes y ladrones. Cuando se le dió ese nombre a Thoth con el epíteto de Trismegisto ("Tres Veces Grande"), éste asumió la apariencia de filósofo-rey, recreando para la época helénica, la memoria de aquellos hombres divinos o dioses encarnados que habían educado a la raza humana. Existen resonancias de ellos en toda tierra, como Zoroastro, Fo-hi, Tubalcaín, Quetzalcoátl, Dionisio, Orfeo, etc.
Los escritos griegos atribuidos a Hermes Trismegisto no constituyen un canon más unificado que el de las escrituras judías o cristianas. Estos son una serie de escritos doctrinales e inspirados de varios autores con variaciones en torno de algunos grandes temas, tales como: la bondad absoluta de Dios, quien es a la vez Uno y Todo; la auto-revelación de la Mente divina en el cosmos; el universo como una emanación de seres vivos dentro de un orden jerárquico; la constitución única del ser humano como microcosmos; el camino hacia la regeneración y el conocimiento directo de Dios. El Corpus Hermeticum exponía nuevamente estos temas en beneficio de los cosmopolitas de habla griega que vivían bajo el Imperio Romano.
Al igual que Thoth tenía su aspecto popular, el Corpus Hermeticum tiene su aspecto apócrifo en el que Hermes se convierte en el señor de las ciencias ocultas, el revelador de la medicina astrológica y de la magia simpática por la cual se atraen influencias del cielo y se fijan en talismanes. Hay un ejemplo hasta en el Asclepius, cuando describe cómo los egipcios infunden dioses en estatuas. Por último pero no menos importante, la filosofía natural de Hermes y su conocimiento de lo oculto se aunaron para hacer de él el padre de la alquimia, el arte egipcio de la transmutación.
La imagen mítica central del Hermetismo aparece en el primer tratado del Corpus Hermeticum, "Poimandrés, el Pastor de los Hombres". Es la descripción de la ascensión del alma después de la muerte y la rendición de sus energías a las sucesivas esferas de los siete planetas. Cuando esta ha renunciado a todas ellas, puede entonces atravesar la Octava Esfera (las Estrellas Fijas) y unirse a la compañía de los Benditos. Esta es una versión cósmica de la ordalía descrita en el Libro de los Muertos de los egipcios (o la "Salida a la Luz del Día"), en donde el alma debe atravesar los diversos corredores del Otro Mundo y ser contrapesada con una pluma en una balanza antes de poder ingresar al Paraíso de Osiris.
El aspecto filosófico del Hermetismo se basa en la doctrina de las correspondencias. En la ascensión Hermética, cada planeta corresponde a determinado poder del alma: Mercurio a la inteligencia, Venus al deseo, Marte a la ira, etc. Así, el ser humano es un microcosmos que contiene, en pequeño, las mismas energías que el macrocosmos. Si imaginamos la tierra en el centro del universo, el alma ha adquirido estas energías en su viaje descendente, (o interior) desde las regiones celestiales a través de las esferas planetarias y surge a la vida terrena via el vientre materno, llena de potencialidades y tendencias que son delineadas por su horóscopo natal. Durante la vida el alma trabaja con estas potencialidades con la esperanza de refinarlas para que emerjan como virtudes. Si logra su objetivo, al abandonar su cuerpo en la muerte, es luz y, desembarazada, está lista para ascender (al exterior) a su lugar de origen. Si por el contrario, las energías se han coagulado en vicios, entonces el viaje ascendente se tornará difícil y el alma podría permanecer atrapada en la atmósfera de la tierra, un tormento para ella misma y una ponzoña para sus compañeras.
Esta es la doctrina Hermética tal como se entiende generalmente. Sin embargo, según las escuelas modernas de alquimia, que han roto con la estricta secretividad del pasado, no queda nada de las almas de la mayoría de las personas una vez han sido filtradas por las esferas planetarias. La mayor parte de ellas serán extintas como personalidades, poco después de la muerte, y tal vez luego recicladas como personas totalmente diferentes. Para ponerlo más sencillamente, no existe garantía alguna acerca de la inmortalidad personal, a pesar de lo que puedan decir en contrario doctrinas consoladoras.
La ambición del adepto es sobrevivir a esta disolución general y, si volviera a encarnar, hacerlo sólo por elección deliberada y no por una atadura a un proceso natural como el resto de las personas. Para atravesar más allá de los límites del cosmos (simbolizado por la esfera estelar) y entrar conscientemente a otra forma de vida, el adepto debe haber forjado durante su vida un "cuerpo radiante" como vehículo para su individualidad. Se dice que este proceso es puramente científico y no tiene nada que ver con la fe o la religión. Las técnicas requeridas se han enseñado en escuelas muy restringidas y de varias formas apropiadas para las diferentes culturas de Oriente y Occidente, Norte y Sur.
Conocer esta corriente hiper-esotérica facilita la comprensión de la alquimia. En la alquimia operativa o física, el forjado del cuerpo radiante va en paralelo con eventos químicos, y su terminación la marca el surgimiento de la Piedra Filosofal. Hay evidentemente objetivos intermedios que se consideran dignos de ser alcanzados: el asunto es extremadamente complejo. Alternativamente, la alquimia puede ser totalmente interna, consistiendo en meditaciones, ejercicios de respiración, magia sexual, etc.
Pero sería un grave error suponer que sólo la vida del adepto vale la pena, ya que únicamente él logra la inmortalidad personal. En un sentido, el objetivo del adepto es contra la Naturaleza y, como toda ciencia es amoral, podría preservar personalidades que, desde nuestro punto de vista, son malvadas. (La versión esotérica del "mito de supervivencia hitleriana" es un caso).
El Hermeticismo, no se limita a esto. Contrariamente a las filosofías que rechazan al mundo, éste acepta y abraza jubilosamente todo el proceso de in-carnación y ex-carnación. Debido a que el mundo físico está imbuido de influencias celestiales es un lugar de belleza y maravilla. La Naturaleza es un libro en donde se puede leer la sabiduría de la Mente Divina. Recordemos que a Thoth se lo relacionaba al conocimiento útil: las artes y las ciencias que mejoran la calidad de la vida como la música, las matemáticas y la escritura. Obviamente, la alquimia misma se inició con la tecnología de los metales. Cuando la mera existencia animal se eleva debido a las artes y las ciencias y las personas se vuelven conscientes de la Mente Divina a través de las obras de la Naturaleza, es que los dones de Thoth están dando fruto.
Después del Imperio Romano, el Hermetismo, o las doctrinas del Corpus Hermeticum, se expandieron hacia el Hermeticismo, término más amplio que abarca mucha de la tradición esotérica de Occidente. Las tres religiones abrahámicas encontraron un espacio para él aunque a veces mezquinamente. Entró en el Islam gracias a los sabeos de Harrán (en Turquía, cerca de la frontera con Siria), centro de la antigua industria del cobre y de una secta que mezcló la adoración de las estrellas con el neopitagorismo, neoplatonismo y la alquimia práctica. Sus patronos, Hermes y Agathodaimon se transformaron en los profetas musulmanes Idris (= Enoch) y Seth. Por más de un siglo, Harrán fue también la sede de una escuela de traductores que se especializó en matemática y astronomía griega, transmitiendo así mucha de la tradición pitagórica al mundo musulmán. En el siglo X, la Hermandad de la Pureza de Basra (Irak) compiló una enciclopedia de todas las artes y las ciencias, incluyendo la teúrgia y la magia, la cual fue estudiada por los drusos, por la secta de los asesinos y por la mayoría de las escuelas sufíes. Actualmente, todavía se lee. De esta forma, el Hermeticismo pasó al verdadero corazón del esoterismo islámico.
En el judaísmo, la influencia hermética surgió en la Cábala. El breve y fundamental texto cabalístico Sepher Yetsirah (el "Libro de la Formación", siglo III d. C.?) expone una cosmología basada en la doctrina de correspondencias, especialmente la del septenario de los planetas, días de la semana, aperturas de la cabeza, etc. y la del dodecanato del zodíaco, las direcciones del espacio, los meses, los órganos del cuerpo, etc. Describe un cosmos no desgarrado entre el bien y el mal, sino suspendido en la polaridad por energías positivas y negativas. El método de salvación es por medio de la toma de conciencia de uno mismo como microcosmos, sentando al "Rey en Su Trono" (la presencia divina) en el centro de la vida. De nuevo, tenemos una doctrina que afirma la naturaleza y el cuerpo y está dedicada a la realización del macrocosmos en el microcosmos. La idea esotérica de Israel, es también una idea hermética: la de que los judíos están llamados a dar testimonio del orden divino en la tierra. Al igual que en el Hermetismo, la tierra, incluyendo el cuerpo humano, está llena de influencias celestes, por lo que la forma de vida judía está diseñada para asegurar que toda acción conlleve un significado espiritual.
En Bizancio el Corpus Hermeticum fue preservado por la escuela de Pselos bajo la bandera del neoplatonismo y de ahí pasó a Italia, y a un nuevo ímpetu. La traducción latina de Marsilio Ficino fue presentada a Cosme de Medici en 1463 y, en el siguiente siglo y medio, marcó el mundo intelectual. La idea de que Dios había hablado no sólo a los judíos sino también a los paganos condujo, en círculos selectos, a la renovación de un sentido religioso universal, como el que existió por última vez bajo el Imperio Romano. El Hermetismo sirvió como campo neutral tanto a protestantes como a católicos. El Hermeticismo, o la búsqueda de la alquimia y las otras ciencias ocultas a las cuales el Hermetismo provee el soporte intelectual, floreció como nunca antes.
Debido a que esencialmente es una enseñanza cosmológica y práctica, en vez de una teología, el Hermeticismo puede coexistir con cualquiera de las religiones abrahámicas. Su antecedente histórico, contrario al de las anteriores, está libre de intolerancia y derramamiento de sangre. La forma de vida hermética, que es ciencia, contemplación y autorrefinamiento no entra en conflicto con la fe o las prácticas religiosas. Por estas razones, el terreno hermético es un lugar de confluencia ideal para cristianos, judíos, musulmanes y para aquellos de otras religiones o de ninguna. Ofrece un análisis de la condición humana dentro del cosmos y una variedad de métodos para hacer el mejor uso de esta condición.
La Masonería ha sido la creación más duradera de la Tradición Hermética en Occidente, llevándola a través de la era del escepticismo y del cientismo. El simbolismo masónico es totalmente hermético, aun cuando no es obviamente egipcio. La imagen del Gran Arquitecto del Universo formando a los hombres como piedras en bruto para ser labradas hasta ser bloques perfectos del Templo Cósmico se remonta al Demiurgos de Platón (no confundirlo con el engañoso Demiurgo del Gnosticismo). Las etapas de la iniciación están, como los pasos en el ascenso Hermético, llenas de simbolismo planetario. La regla que evita toda discusión religiosa en la Logia elimina uno de los principales obstáculos para la hermandad del hombre: la discordia sectaria.
En la actualidad, las religiones abrahámicas se ocupan de temas verdaderamente no-Herméticos, mientras que la Masonería generalmente no es más que otra orden fraternal. En cierta forma, esto ha sido ventajoso para la Tradición Hermética ya que ahora no tiene por qué estar acollarada a otras instituciones. De hecho, se ha vuelto su propia iglesia, desarrollando su lado más exotérico como el movimiento new age. Un repaso a la historia confirma el diagnóstico. Al igual que el Hermetismo del Renacimiento que esperaba restaurar la paz al mundo cristiano y la sensatez a la humanidad en guerra, el movimiento new age es ecuménico, no dogmático y pacifista. Como los alquimistas que creían que toda materia está en vías de transformarse en oro, los new agers se dedican a la transformación personal y a la realización del potencial latente en cada uno. Las ciencias ocultas florecen permitiendo sus formas más superficiales en los sistemas de adivinación (Tarot, Runas, I Ching), la astrología, la ciencia de las plantas (la medicina con hierbas) y las piedras (cristales). Así como Paracelso recorrió Europa conversando con leñadores y mujeres sabias, los new agers buscan y valoran la sabiduría de los indígenas. Y, la fiesta que está programada para la Noche de Año Nuevo de 1999, en la Pirámide de Guizeh, será una forma simbólica de decir que la Tradición Hermética ha vuelto a casa.
Como toda manifestación exotérica, el new age tiene sus aspectos desafortunados. Pero en su peor aspecto es más tonto que malo y, para un observador extraterrestre, parecería la más humana y ecológica de todas nuestras religiones. Además, ofrece salidas que no están selladas por dogmas o autoridad religiosa, por medio de las cuales unos pocos auto-escogidos podrían pasar a aprender una sabiduría más profunda.

II
Zoroastro
La idea de la "teología antigua" fue introducida en Europa Occidental por Jorge Gemistos Plethon, el cual llegó al Consejo de Florencia en 1438-39 entre los enviados de la Iglesia Ortodoxa. Plethon es una personalidad enigmática. Ocupaba un alto cargo en Mistra, el último vestigio del Imperio Bizantino cristiano en el Peloponeso, y era experto en teología y leyes. Causó una gran impresión en Florencia, especialmente a Cosme de Medici, motivado por ello a fundar la Academia Platónica en Careggi sosteniendo a Marsilio Ficino al frente de la misma. Sin embargo, después de su muerte, Plethon fue denigrado como pagano, debido a que en su obra Leyes, que sólo entonces salió a la luz, revivía el culto a los dioses griegos.

Robert Fludd, Medicina catholica, Frankfurt 1629
La lista de Plethon de los antiguos teólogos (prisci theologi) era la siguiente: Zoroastro, Orfeo, Aglaofemo, Pitágoras, Platón. A todos ellos salvo a Aglaofemo (el iniciador órfico de Pitágoras) atribuyó Plethon escrituras canónicas. A Zoroastro los Oráculos Caldeos; a Orfeo, los Himnos Orficos; a Pitágoras, los Versos de Oro; y a Platón la República, las Leyes y otras obras conocidas. A este canon, los platónicos florentinos pronto pudieron añadir el Corpus Hermeticum y su autor, quien confidencialmente se asumía era Hermes Trismegisto.
En todos los casos, salvo en el de Platón, estas atribuciones eran equivocadas. Los Oráculos Caldeos, los Himnos Orficos, los Versos de Oro y el Corpus Hermeticum datan de los primeros siglos de la era cristiana, mientras que Zoroastro y Pitágoras vivieron en el siglo sexto a. C., y Orfeo y Hermes tal vez nunca existieron. La ciencia moderna cayó como un balde de agua fría sobre el sueño de la teología antigua, igual que cuando los eruditos bíblicos negaron a Moisés la autoría de la Torah. Pero esto no debe impedirnos leer esas escrituras, por todo el intrínseco valor que pueden tener.
El origen de los Oráculos Caldeos es el mejor documentado y el más sugestivo. Existía en la Roma del siglo II d. C. una familia de magos-astrólogos llamada los Juliani, quienes al igual que la mayoría de los de su profesión pasaban como "caldeos". No sería demasiado erróneo compararlos con los swamis y gurus de California, ya que en ambos casos estaban abiertos a cultos exóticos. Parece que Julianus padre utilizaba a su hijo como médium, y cuando éste estaba en trance, respondía preguntas y pronunciaba oráculos que se creía provenían de los dioses. Ese material se habría perdido completamente, si los neoplatónicos no hubieran preservado numerosos fragmentos citándolos en sus obras. De ellos pasaron a Bizancio, donde fueron comentados por Miguel Pselos (siglo X), por Plethon, y por los platónicos florentinos, tomando forma monumental en la edición de Francesco Patrizi (1593).
Sería apropiado llamar a la actividad de los Juliani "canalización", siempre y cuando el término se utilice en un sentido preciso y técnico, y no en uno emocional y despectivo. En un artículo posterior, analizaré el fenómeno de la canalización en detalle. Aquí es suficiente con decir que los Oráculos de los Juliani fueron considerados como una revelación divina, no solamente por los miembros del culto sino por el más grande de los comentadores de Platón, Proclo. La teología antigua se sostiene o cae dependiendo de la presunción de que existe un dios que habla a la humanidad de esta manera, para enseñarnos cosas que nunca hubiéramos podido descubrir por nosotros mismos: teología, cosmología, y práctica espiritual.
En general, el sistema Caldeo concuerda con el Hermético, el Orfico, y el Platónico, como demostró Proclo con gran dificultad. Dejando a un lado su complicada teología, este sistema considera que el alma humana ha descendido de un estado divino y se ha unido temporalmente al cuerpo. La práctica espiritual tiene como objetivo devolver el alma a su patrimonio original.
Algunos Oráculos sugieren que los Juliani y su círculo también conocían la idea de la transmutación corporal como medio hacia la inmortalidad. Por ejemplo:
"Los oráculos de los Dioses declaran, que a través de ceremonias purificadoras, no sólo el alma, sino los propios cuerpos se vuelven dignos de recibir ayuda y salud: 'porque (dicen ellos), la vestimenta mortal de materia amarga será, por este medio, preservada'." (Oráculo 178, trad. de Cory)
Pselos, el comentarista cristiano, da esta explicación de la idea:
"[El Oráculo] exhorta por lo tanto a que refinemos el Cuerpo (al que entiende como las Escorias de la Materia) mediante [acciones] divinas, o a que, desnudándolo, lo elevemos al Eter; o a ser exaltados por Dios a un lugar Inmaterial e Incorpóreo, o Corpóreo pero Etéreo o Celeste, el que Elías el Tisbita alcanzó; y antes que él, Enoch, siendo Transportados de esta Vida a una Condición más Divina, sin abandonar las Escorias de la Materia, o sus Cuerpos, en un Precipicio. El Precipicio es, como dijimos, la Región Terrestre. (Comentario al Oráculo 147, traducción de Stanley)
Enoch y Elías, tal como Jesús y (según la doctrina católica) su madre María, no dejaron tras sí un cuerpo físico después de su muerte. Este es el estado más elevado de la transmutación alquímica mencionada en el artículo anterior. De tal manera ha sido transformado en vida el cuerpo físico de una persona, que ha llegado a no ser distinto del "cuerpo radiante". El alma toma entonces al cuerpo consigo, adonde quiera que vaya después de dejar la tierra.
Existe evidencia fidedigna de que esto ha sucedido en tiempos modernos en el caso de adeptos tibetanos. Relatos de testigos oculares sostienen la tradición de que los adeptos pueden alcanzar en vida el "cuerpo diamantino". Luego, tres días después de su muerte, su cuerpo físico desaparece dejando tras sí sólo el cabello y las uñas. Otro fenómeno, que cuenta con muchos testimonios en la cristiandad, es el de cuerpos de santos que permanecen incorruptos, a veces por siglos. Evidentemente hay aquí toda una ciencia, conocida en el antiguo Egipto y en el Tibet pero temporalmente en suspenso debido a los límites de la imaginación occidental. Algún día los físicos teóricos, con sus conceptos sobre materia, energía y mente, podrán proporcionar la estructura adecuada para discutir inteligentemente estos fenómenos.
La idea de la teología antigua es similar en muchos aspectos al ciclo profético del Islam. La lista de profetas incluye pre-judíos (Seth, Noé), los judíos Abraham y Moisés, y Jesús, antes de terminar con Mahoma. Como se explicó en el artículo anterior, Hermes Trismegisto y Agathodaimon fueron admitidos como los profetas Idris (=Enoch) y Seth. Así, cristianismo, judaísmo, y algunas formas de paganismo, fueron todos aceptados por los musulmanes como inspirados por revelación divina. En Occidente, el cardenal Nicolás de Cusa devolvió el cumplido virtualmente en solitario. En su viaje en dirección opuesta al de Plethon, yendo como enviado a Bizancio en 1437, recibió una revelación de la unidad de las religiones. Como consecuencia, se halló frente al hecho inevitable de que el Sultán estaba conquistando el Imperio Bizantino al permitir que el Islam y el Cristianismo no fueran incompatibles, y los cristianos pudieran vivir bajo la ley secular de un musulmán.
En el mundo musulmán, la teología antigua había sido formulada mucho antes por el teósofo persa Suhrawardi ("el Mártir", 1153-1191). Este tomó las enseñanzas paganas que conocía -las del verdadero Zoroastro, Hermes Trismegisto, y Platón- y las combinó con el Islam Shiíta. En el centro de la teosofía de Suhrawardi se halla el mismo concepto de un cuerpo espiritual que es desarrollado mediante la oración y la meditación. En ese cuerpo, el adepto puede explorar un mundo interno de suprema variedad y maravilla. Suhrawardi lo llama Hurqalya. Su traductor e intérprete francés, Henry Corbin, utiliza el término "Mundus imaginalis" (el Mundo Imaginal), urgiendo a sus lectores a no confundirlo con el mundo "imaginario" de la fantasía y la ficción. Hurqalya es un mundo real, sólo que no tiene un substrato material. Responde a los requerimientos del método científico, es decir que cualquiera con el equipo apropiado descubrirá su existencia objetiva. Sin embargo, a diferencia del radiotelescopio o del colisionador de partículas que informan a los científicos de invisibles y casi inimaginables realidades, la exploración de Hurqalya requiere el instrumento especial de un cuerpo astral o espiritual extremadamente refinado: algo tan raro y difícil de obtener como cualquier pieza de sofisticada tecnología.
Los teósofos persas se dedicaron a explorar este mundo imaginal. Suhrawardi en particular apeló a escrituras zoroástricas como el litúrgico Avesta y el cosmogónico Bundahishn. Estos narraban historias de Zoroastro que sólo tienen sentido situadas en Hurqalya: relatos de sus encuentros con seres celestes, su ascenso a cumbres inaccesibles, y la otorgación de su Xvarnah o cuerpo radiante.
La analogía más próxima a esta radiación en la tierra es el fuego. En la religión zoroástrica, que todavía sobrevive entre los parsis de la India, todo ritual se centra alrededor del fuego sagrado. Como siempre, los símbolos y los ritos de la religión exotérica tienen un significado interno que ha de ser primero comprendido, y luego experimentado por el aventurero esotérico. Igualmente, los Oráculos Caldeos, fragmentarios como son, están plenos de imágenes del fuego. El fuego, el más sutil de los cuatro elementos, es emblemático de las substancias y energías a partir de las cuales el Dios de los Oráculos hizo el mundo.
Los Juliani eran "teúrgos", es decir, ejecutores de rituales para obtener comunicación con los dioses. Cierta teúrgia es objetiva, conminando o invitando a los dioses a manifestarse ellos mismos. Estos pueden entonces aparecer de manera visible (usualmente como formas de luz), o hablar a través de un medium, o ser percibidos como una presencia. Otra rama de la teúrgia es la subjetiva, en la cual la comunicación tiene lugar interiormente, como en la oración o la visión. Los viajes de los teósofos persas al Hurqalya eran de esta naturaleza (substituyendo dioses por ángeles). En los Oráculos Caldeos hay evidencia de ambos tipos de invocación. En los tremendos fragmentos finales, cuando se describen las visiones que invaden al adepto después de su frecuente invocación, se le dice: "Cuando contemples un fuego sagrado sin forma, que brilla relampagueante a través de las profundidades del mundo entero, Escucha la voz del fuego." El platónico Thomas Taylor consideraba que este oráculo provenía del Zoroastro original, no de los Juliani. Si estaba en lo correcto, hay una continuidad "zoroástrica" de teúrgos desde la antigua Persia a través de los Juliani, de Suhrawardi, y Plethon, que alimenta la corriente de la magia Europea (Ficino, Agrippa), y continúa hasta el día de hoy.

C. F. von Sabor, Practica naturae vera, 1721

III
Orfeo
Se suele recordar dos cosas acerca de Orfeo: que fue un músico y que descendió al Submundo en busca de su esposa Eurídice. Su historia es el mito arquetípico del poder de la música. Con la lira, obsequio de Apolo, Orfeo podía conmover todo en la creación, desde piedras, árboles y bestias hasta seres humanos, demónicos y divinos. Armado tan sólo con sus cantos, subyugó a los guardianes del Hades y persuadió a Plutón y Perséfone de que le permitieran llevar de retorno a Eurídice.
Orfeo fue un príncipe de Tracia, la tierra al norte de Grecia. Su madre fué Calíope, la Musa de la poesía épica. Algunos dicen que su padre fue Apolo, y ciertamente Orfeo está bajo la tutela de este dios. A Apolo se le relacionaba también con el norte, ya sea porque venía de "Hiperbórea" o porque visitó esa lejana tierra después de su nacimiento en la isla de Delos. ¿Dónde estaba esta Hiperbórea? Como se decía que tenía un templo circular dedicado al sol, algunos la han identificado con Bretaña y a este Templo con Stonehenge, un monumento más antiguo que cualquiera de Grecia.
Stonehenge y el pueblo que lo construyó eran Apolíneos en el sentido de que estaban dedicados al sol, a la astronomía, las matemáticas y la música. Las inspiradas investigaciones de John Michell y Jean Richer han descubierto una red de lugares Apolíneos alineados geométricamente, a lo largo de todo el camino desde Bretaña hasta el Mar Egeo. Además, Michell le ha seguido la pista al mito de los "coros perpetuos" mantenidos en santuarios antiguos con el propósito de lo que él llama "encantar el paisaje". Emerge el panorama de una elevada y ordenada civilización europea en el tercer milenio a. C., de la cual los arqueólogos no conocen casi nada.
Ese encantamiento del paisaje es exactamente lo que se dice Orfeo hacía con su música, lanzando un benigno hechizo sobre la naturaleza y trayendo la paz a los hombres. Como parte de su misión, reformó el culto de Dionisio (Baco) y trató de persuadir a sus seguidores de que abandonaran sus sacrificios sangrientos. En lugar de las orgías dionisíacas, Orfeo fundó los primeros Misterios de Grecia. El propósito de estos, hasta donde podemos decir, fue transmitir algún tipo de conocimiento directo que ayudase a enfrentar la perspectiva de la muerte.
El viaje de Orfeo al Submundo en busca de Eurídice ha de ser entendido dentro del contexto de los Misterios. En las primeras versiones de este mito, Orfeo tuvo éxito restituyendo a Eurídice a la vida. Sólo más tarde el episodio fue adornado por los poetas para que terminara trágicamente pues, en el último momento, Orfeo desobedeció la prohibición de mirar a su esposa antes de haber alcanzado la superficie de la tierra y la perdió de nuevo para siempre. Orfeo, fue originalmente un psicopompos con el poder de rescatar almas de la gris condición, semejante al sueño, que en tiempos arcaicos se creía era el inevitable destino de los muertos. El encuentro de Ulises con los espectros de su madre y de los héroes griegos (Odisea, libro XI) es un ejemplo primario de esto. Los iniciados en los Misterios recibían la seguridad de que ése no sería su destino y de que, como Eurídice, serían salvados del desconsolador reino de Plutón. Esta fue la primera vez que se instruyó en suelo griego acerca de la inmortalidad del alma, iniciándose una tradición que Pitágoras, Sócrates y Platón acrecentarían cada uno a su manera.
La mayoría de lo que conocemos del Orfismo deriva de mucho después de estos filósofos. Bajo el Imperio Romano, alrededor de la época del Cristianismo temprano, hubo un fuerte resurgimiento del Orfismo como religión de Misterios. Los Himnos Orficos, una serie de encantamientos mágicos dirigidos a varios dioses y démones, datan de este renacimiento. Lejos de descartar la adoración a Dionisio, el Orfismo hizo de él el verdadero centro de su doctrina. Uno de los mitos de Dionisio relata que siendo un niño, fue capturado por los Titanes (los rivales de los Dioses) quienes lo desmembraron y se lo comieron. Afortunadamente, Zeus fue capaz de salvar el corazón de su hijo. Se lo tragó él mismo y, a su debido tiempo, dió a Dionisio un segundo nacimiento. Los Titanes fueron vencidos y de sus restos surgieron seres humanos. Consecuentemente, cada ser humano contiene un pequeño fragmento de Dionisio.
Es fácil reconocer en este mito la doctrina, familiar ahora aunque de ninguna manera común en esa época, de que cada persona no es sólo un compuesto de cuerpo y alma, sino que también posee una chispa de absoluta divinidad. Las religiones que mantienen esta doctrina apuntan a buscar, revivir y eventualmente actualizar esa chispa, ya sea en vida o después de la muerte. Efectivizar esto -"hacerlo realidad"- es volverse uno mismo un dios, por lo tanto inmortal. Esta es la última promesa de los Misterios. Para los no iniciados, sólo hay la perspectiva del Hades, un lugar no de tormento excepto para los muy malvados, pero no de placer, tampoco, aún para los mejores de los hombres. Eventualmente el alma ahí se debilita y muere, liberando a la chispa divina para reencarnar en otro cuerpo y alma.
El iniciado supuestamente está libre de esta rueda de nacimiento y muerte, y capacitado para proseguir a un destino más glorioso entre los dioses. Los iniciados Orficos no eran enterrados con ollas de alimentos y enseres, como recordatorios, sino quemados y enterrados con hojas de oro, inscritas en griego. Estas llevaban oraciones e instrucciones de lo que se debía decir y hacer al despertar después de la muerte. Se debía evitar a toda costa beber del Lago de Leteo (el olvido), y en lugar de ello doblar a la derecha, hacia el Lago de Mnemosina (la memoria), y dirigirse a sus guardianes con estas hermosas palabras:
"Soy el hijo de la Tierra y del estrellado Cielo. Esto también vosotros lo sabéis. Me hallo desecado por la sed y estoy pereciendo. Venid, dadme inmediatamente la fresca agua que mana del Lago de la Memoria".
O, al encontrarse con los que gobiernan el Hades, había que decir: "¡Vengo puro de entre los puros, Reina del Submundo, Eucles, Euboleus, y todos los otros dioses! Pues yo también reclamo ser de vuestra raza."
En época romana, la figura del mismo Orfeo se había vuelto trágica. No sólo perdió a Eurídice por segunda vez, sino que él mismo sufrió una muerte cruel. Se dice que regresó a su Tracia nativa para intentar reformar a sus habitantes, pero cayó en desgracia a causa de las Ménades, mujeres seguidoras de los ritos no regenerados de Dionisio. Gritando para silenciar sus mágicos cantos, lo descuartizaron miembro por miembro. Pero su cabeza flotó hacia el mar y se guareció en una roca de las isla de Lesbos, donde continuó cantando. Él mismo fue absorbido por su padre Apolo, y su lira fue exaltada a las estrellas como la constelación de Lira.
Con esta versión de su mito, Orfeo ocupó su lugar entre los otros salvadores sufrientes cuyos cultos eran populares en la Roma cosmopolita: Dionisio, Atis, Adonis, Hércules, Osiris y Jesús de Nazareth. Estos seres divinos ofrecían una relación personal con sus devotos que mucha gente encontró más satisfactoria que los distantes dioses olímpicos. Lo que estaba implicado es que así como ellos mismos habían sufrido, muerto y regresado a su cielo nativo, así harían sus seguidores.
Algunos de los primeros cristianos consideraron a Orfeo como una especie de santo pagano, hasta confundir su imagen con la de Jesús. Los dos salvadores eran semidioses de ascendencia real que buscaron remodelar una religión existente en bien de la humanidad. Ambos descendieron al Hades para rescatar a seres queridos de la muerte eterna. Sus religiones enseñaban la inmortalidad potencial del alma, dependiendo de las acciones de cada uno en la vida. Ambos sufrieron muertes trágicas como sacrificio en aras de la religión que intentaban reformar: Orfeo, como la víctima desmembrada de la orgía dionisíaca; Jesús, en la imagen del Cordero degollado para la cena Pascual. Sus relaciones con la religión de origen fueron extremamente ambiguas. Jesús, aunque reconocía al dios judío Yahvéh como su padre celestial, fue considerado por los teólogos conservadores como que había muerto para apaciguar la ira de Yahvéh contra la humanidad. Orfeo fue asesinado por los sectarios de Dionisio, en un remedo de la muerte de éste.
La importancia otorgada a la vida futura alentó tanto a órficos como a cristianos a posponer sus placeres en ésta. Ambos grupos anhelaban vivir una vida de castidad y abstinencia (los órficos eran vegetarianos) que era bastante incongruente con la sociedad que los rodeaba. También era causa de sorpresa que ambos practicaran la amistad hacia los extraños, no solamente hacia gente de su misma raza y credo, como griegos y judíos tendían a hacer. Pero esta era una conclusión natural del principio de que cada persona era en esencia divina. Consecuentemente, el Orfismo fue la primera religión en Europa, y tal vez en todas partes, en predicar lo que creemos virtudes "cristianas", en prometer una vida posterior cuya cualidad dependía de su práctica, y en instituir misterios como un preámbulo del futuro destino del alma.
Los órficos habían sido los primeros filósofos de Grecia y los ancestros espirituales de las escuelas pitagórica y platónica, renombradas por su ascetismo y su creencia en la inmortalidad del alma. Ahora, en el resurgimiento Orfico, imprimieron sus principios a la nueva religión. A través de una codificación numérica de palabras claves y frases en el (Nuevo) Testamento griego, la Cristiandad fué vinculada con la tradición Pitagórica, en la cual la música y el número eran los primeros principios del universo. Pero este conocimiento no era para consumo general: era esotérico. El Orfismo fue la primera religión esotérica en dos aspectos: primero, impuso el sello de los Misterios, de manera que las enseñanzas impartidas en la iniciación no eran reveladas a extraños; segundo, dió una interpretación más profunda, simbólica, a mitos existentes tales como la Teogonía (genealogía de los dioses Greco-Romanos). Desde entonces, los Misterios y el conocimiento de significados ocultos en las escrituras han sido dos de las principales marcas del esoterismo.
El impulso Orfico sobrevive hasta hoy, no tanto en la religión sino en las artes, de las que Apolo es el patrón tradicional y las Musas las inspiradoras. Estas "artes" eran originalmente disciplinas más próximas en ciertos sentidos a lo que nosotros llamamos ciencias: incluían historia y astronomía, además de danza, música, poesía, y drama. Sus efectos eran calculados, hasta en el sentido literal de estar gobernadas por las matemáticas. Lo cual es obvio en el caso de la astronomía y la música. Pero la poesía, también, se expresa controlada por el número rítmico. La danza es movimiento rítmico y geométrico; el drama y la historia regulan los recuerdos sueltos y los rumores sobre eventos terrenos y divinos, y los transforman en lecciones morales y filosóficas. Cualquiera que sea la condición de las artes hoy en día, el papel de las Musas no era originalmente el de entretener a las personas sino el de civilizarlas, utilizando técnicas deliberadas y altamente desarrolladas basadas, en su mayor parte, en números. Esto nos devuelve a las elaboradas matemáticas de Stonehenge y otros monumentos prehistóricos, y a la visión de John Michell de una civilización conservada en estado de gracia mediante el incansable cantar de una canción mántica, su música regida por número y proporción.
Se dice que Orfeo, cantando acompañado de la lira de Apolo, tenía el poder de conmover toda clase de cuerpo y alma. Pudo forzar a separarse a las rocas que entrechocan, para que el barco de los Argonautas pasara a salvo entre ellas; consiguió tocar los propios corazones de los dioses. Piedras que han sido "movidas" y colocadas en orden geométrico son la substancia tanto de Stonehenge como de los templos griegos, monumentos que aún en su ruina imponen reverente respeto y transmiten un sentido de sublime armonía. La música, asimismo, aunque no consista en otra cosa que en aire vibrando de acuerdo a leyes matemáticas, ha tenido siempre el inexplicable poder de tocar el corazón y exaltar el espíritu. En una civilización bien ordenada, las dos artes de la arquitectura y la música trabajan unidas: la primera, en proporcionar armoniosos entornos para el cuerpo y deleitar la vista; la segunda en deleitar el oído y producir armonía en el alma.
Este es el ideal Orfico y Apolíneo, manifestado en todas aquellas obras de arte que llamamos "clásicas". No son exclusivas de Grecia, en ningún sentido. En la China antigua, por ejemplo, una música hierática, acompañada de ceremonias religiosas, fue reconocida como el mejor medio para procurar la paz en el Imperio y el buen gobierno de sus ciudadanos. También México cuenta con una versión del clasicismo apolíneo en la arquitectura de los mayas, que, al igual que los círculos de piedra europeos, estaba geométricamente planeada y cósmicamente orientada. Occidente ha tenido fases clásicas en todas las artes cuando el auge de un cierto estilo es alcanzado, y con él una imagen de diversidad armónica tan tranquilizadora como el paso regular del sol a través de las estaciones.
En la música occidental, las siete cuerdas de la lira de Apolo resuenan como la escala diatónica (las notas blancas del piano). Su manifestación más "clásica" no se halla en Bach o Mozart, sino en el canto llano que sirvió a la Iglesia Cristiana por mil quinientos años o más, antes de ser desplazado por tipos más sofisticados de música y luego descartado totalmente. La reciente popularidad del canto llano entre una generación que nunca asistió a la iglesia puede ofender a los tradicionalistas porque la música y su letra son apartadas de su contexto litúrgico. Pero el resurgimiento del canto llano demuestra que el poder tranquilizador, curativo y elevador del canto diatónico sin acompañamiento es sentido por el alma intuitivamente, tal como fuera en tiempos de Orfeo. El hecho de que se empleara por un tiempo en el culto cristiano y se le dieran palabras en latín es un asunto secundario.
¿Afecta directamente la música y el arte la cualidad de una civilización? Nadie puede decir con certeza si esta premisa órfica es correcta, debido a que no ha sido puesta en práctica en tiempos modernos. Los gobiernos totalitarios han hecho una burla de la idea. Los nazis prohibieron la música atonal porque era incomprensible para sus patrones culturales, y el jazz porque era negro de origen. Los comunistas rusos prohibieron la música atonal por la misma razón, y el rock 'n' roll porque estaba asociado con la protesta y la influencia occidental. Estos fueron escasamente los verdaderos motivos para controlar la música de un pueblo. Pero los gobernadores en cuestión no eran filósofos-reyes, los únicos de los que podría esperarse llevaran los intereses espirituales de sus súbditos en el corazón, y tuvieran el conocimiento de cómo llevarlos adelante.
Algunos de nuestros políticos parecen tener el modelo del filósofo-rey en mente, al emprender un bien merecido ataque contra ciertas formas de cultura comercial y música popular. Aun si no son estas las causas de la decadencia moral, reflejan con exactitud el estado espiritual de muchas personas. Cuando las artes son profanas y sin propósito, y habitan en la fealdad y el vicio, se puede estar seguro de que el alma de la nación no goza de buena salud. Si los Orficos están en lo correcto, este es un asunto tan serio como la malnutrición de los pobres en nuestra civilización. El panorama es desolador para aquellas almas alimentadas solamente con la comida rápida y los aditivos venenosos de la cultura popular. ¿Cómo será para ellos entrar en el dominio del alma sin cantos que cantar, sin poesía que encante a Plutón y Perséfone?
La solución Orfica, y la Cristiana, no es forzar a las personas sino persuadirlas suavemente hacia un mejor camino. Esto se puede ver en las acciones de sus fundadores, cuando intentaron reformar las tradiciones Dionisíaca y Mosaica. También los fundadores de América, que absorbieron los principios Orficos a través de la Masonería, escogieron deliberadamente la libertad, no el rigor, como escuela para sus ciudadanos. Con un optimismo que, en los días buenos, todavía podemos compartir, permitían a cada persona regular su propia vida, religiosa, estética y privada. El próximo ensayo de esta serie, sobre la Tradición Platónica, considerará la política contraria.

I. C. von Vanderbeeg, Manuductio hermetico-philosophica
Hof 1739.

Para ampliar la lectura:
Artículo I: Antoine Faivre, The Eternal Hermes, from Greek God to Alchemical Magus, Grand Rapids, Mi, USA Phanes Press, 1995. Garth Fowden, The Egyptian Hermes, A historical approach to the late pagan mind, Cambridge, University Press, 1986. Frances A. Yates, Giordano Bruno y la Tradición Hermetica, Barcelona, Ariel 1983. Artículo II: The Chaldean Oracles: Text, Translation and Commentary, ed. Ruth Majercik, Leiden, J. Brill, 1989. Henry Corbin, Cuerpo Espiritual y Tierra Celeste, Madrid, Siruela 1996. Stephen Ronan, The Goddess Hekate, Studies in ancient pagan and Christian religion and philosophy, Volume I, Hastings, Chthonios Books 1992. Artículo III: The Hymns of Orpheus, Mutations by R. C. Hogart, Grand Rapids, Phanes Press 1993. John Michell, Twelve-Tribe Nations and the Science of Enchanting the Landscape, íd. 1991. David Fideler, Jesus Christ, Sun of God; Wheaton, Il USA, Quest Books 1993
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