Reflexiones de un Solitario
Por Dettré


La obscuridad me atormenta. ¿No habrá quizá un destello donde pueda dirigir mi visual, límpida del velo que impide distinguir el origen de los males que por atavismo heredamos?... Sí, viviendo la vida espiritualmente, alejados del materialismo reinante que
fatalmente nos arrastra a la desesperante lucha de clase, raza y religión que cotidianamente sostenemos… ¿Con quién?... Con nuestros iguales, con nuestros hermanos… Y como sombra continua, iremos detrás de nuestro sufrimiento hasta que profundicemos la vida em su parte fundamental, siguiendo la evolución progresiva del espíritu. He aquí porque muchas veces me abismo en la quietud desolada de mi tétrica habitación, lugar en donde la soledad me convida a revisar los amargos sufrimientos ocasionados por las impurezas que los hombres poseemos.¿Me diréis que, impotente ante el dolor, me avasalla el peso de mis faltas?... No, porque comprendo que en nuestra infancia tenemos muchos tropiezos, cometemos errores e infringimos las leyes, y se explica, porque el espíritu, en su origen, apenas tiene consciencia de sí mismo y de sus actos; es libre para accionar en el bien como en el mal. La inteligencia se desarrolla gradualmente por medio de las luchas y de las tribulaciones corporales; y por medio del dolor adquirimos la experiencia, maestra de la vida, que nos hace comprender y practicar el bien, que nos da la luz en nuestras tinieblas y nos ahuyenta la obscuridad para presentarnos el faro luminoso de la consciencia, que irradia hasta lo más íntimo de nuestro ser.


Las penas que sufrimos están en relación con las imperfecciones del alma; cuanto menos imperfectos, menos pruebas tendremos que soportar. No hay pruebas eternas. Los seres malos o ignorantes sufren sus imperfecciones y, a medida que el alma se purifica, sufren menos tormentos y aceleran su paso hacia la elevación; depende de la buena o mala dirección en el Camino que nos acerca a Dios.
No hay seres desfavorecidos, ni desamparados; todos, sin excepción contribuimos al progreso universal; todos somos iguales, ricos y pobres, buenos y malos. Con el mismo Amor y con la misma balanza pasamos ante la ley, porque nuestro Padre es todo Amor y Justicia.
La Justicia nos hace sentir el dolor, no como castigo, sino como lección que conduce a los hombres en la senda del bien; es decir, las leyes naturales obran sobre la humanidad, desarrollándola moral e intelectualmente; aunque el hombre no las comprenda ni perciba sus efectos, cumple, intuitivamente, sus mandatos. ¡He aquí nuestro futuro! Con nuestros propios esfuerzos, sufriendo las vicisitudes corporales, nos despojaremos de las imperfecciones; y pasaremos, necesariamente, de grado en grado, desde la inferioridad de nuestra ignorancia hasta la superioridad moral e intelectual, par que cada uno obtenga por sus propios méritos la felicidad del espíritu.


¡Venga en buena hora el dolor, que inflexible lo espero, aunque su lanza hiera mi corazón! ¡La sangre que derrame lavará mi alma de las imperfecciones que la revisten!Doy gracias por haber comprendido que yo soy la causa y el origen de las perturbaciones que sufre mi ser.
¡Oh, dolor! ¿Qué pretendes? ¿Qué sucumba ante la impotencia de sufrirte?... No, en mi fuente no hay más lágrimas; has bebido hasta la última gota que como tributo te he rendido. Y aún no estás satisfecho. Pero hoy, sonriente, te espero, en la seguridad de que tu no vencerás, porque el escudo que me salvará de la lucha es la conformidad y el deseo vehemente de perfección.No te temo aunque claves tus garras ensañando y torturando mi alma; muchas y muchísimas heridas has abierto; ya no me impresionas; la experiencia es la encargada de cicatrizarlas por profundas que sean.


¡Venga el dolor! ¡Oh, dolor! En cada esquina que clavas, inyectas el incentivo que sensibiliza mis sentimientos y forma mi personalidad. No te deseo, pero con resignación comprensiva te sufro, porque tú eres el premio que merezco por los errores y las infracciones que cometí. No te rechazo, porque de ti conquistaré la independencia y la felicidad de mi espíritu.

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