Analogias
Espirituales Y Temporales Del Arco-Iris
Louis Claude De Saint Martin
La leyes de la sabiduría y de la misericordia divinas son de tal
modo dispuestas, que todas sus producciones portan la huella del arquetipo
de donde ellas emanan; y como hay varias clases de estas producciones, cada
una de ellas está de acuerdo a la imagen y la copia de aquello que
le precede y que le es superior. Es por eso que el mundo físico y
material es el verdadero emblema del mundo de los espíritus, como
el mundo de los espíritus lo es a su vez del mundo divino.
Este mundo material debe pues representarnos el orden dentro del cual los
diferentes espíritus han sido constituidos desde la formación
del universo y para completar los decretos del Creador: El nos lo presenta
en efecto por una multitud de hechos y de leyes físicas, donde el
estudio de los seres elementales nos entregará el conocimiento y
las pruebas de que estoy avanzando, pero entre esta multitud de objetos
que podemos someter a nuestra observación, casi no nos sorprende
que sea el arco-iris el más contundente, porque reúne bajo
un solo punto de vista y sin que la mano del hombre sea necesaria para el
operador, toda vez que nosotros tenemos un deseo sobre el origen de las
cosas, sobre la naturaleza del hombre, sobre el castigo de los prevaricadores
y sobre los medios que les son entregados para la integración dentro
de los derechos de su emanación. El arco-iris se forma por la refracción
de los rayos solares sobre los diferentes fluidos que componen las nubes:
él es circular y porta el número septenario para los diferentes
colores que son y distingue, estos son: el rojo, el naranjo, el amarillo,
el verde, el azul, el índigo y el violeta, en fin él separa
la parte nebulosa y oscura de la parte pura y luminosa de la atmósfera:
he aquí las propiedades principales que nos ofrece, y sobre las que
existe una gran facilidad de hacer la aplicación a los objetos que
ya he mencionado anteriormente. El arco-iris no aparece hasta el momento
en que hay nubes en la atmósfera, esto nos indica que el círculo
universal-temporal no existe sino por la oposición que las tinieblas
espirituales hacen con la luz divina, y que en el momento en que esta oposición
llegue a su término, todas las cosas temporales desparecerán
como el arco-iris desaparece a medida que las nubes se disipan. Si, después
de la destrucción de esta materia, él debe y tiene todavía
una expiación mucho más dura que aquella que ha pasado en
los tiempos, las leyes del arco-iris nos ofrecen en naturaleza psíquica
la misma verdad: porque, depués que las plantas y los diferentes
cuerpos terrestres son imbuídos por el agua de las nubes y que el
sol viene a continuación a tomar el lugar de la lluvia, llega a las
plantas y no pueden recibir su calor, aunque su luz llega hasta ellas, y
esta es una causa del frescor que la humedad esparce en la atmósfera,
o bien el sol brilla y calcina esta mismas plantas si la humedad no predomina
mientras ellas tiene sus poros muy abiertos. En uno u otro caso, es necesario
un tiempo para reparar este desorden: es necesario un tiempo para que el
fuego del sol consuma las impurezas de la región donde las nubes
se forman, y este tiempo es el índice que será necesario para
la purificación de los seres perversos, aunque si bien no entrega
a ningún hombre el conocerlo ni fijar la medida.
El arco-iris es circular, para enseñarnos que tales son las figuras
y las formas de todos los cuerpos y, por consiguiente, de los cuerpos generales-universales,
porque el fluido y el principio de toda corporización es circular
y nada puede existir en apariencia de materia que no sea sobre la forma
de su principio. Hay siete colores en el arco-iris; esta es la imagen y
el resultado de la acción de siete principales agentes universales
que han sido colocados por el Creador para el sostén de Su obra temporal
y para la seguridad de los seres que pueden apropiarse de sus capacidades.
Esto es, en una palabra, el signo visible de siete grandes círculos
espirituales indicados por las siete esferas planetarias que no son más
que los ministros y los agentes. Es de hacer notar también que entre
estos siete colores, el primero o el rojo, es el único de su clase
y dominante sobre los otros seis, mientras que en estos últimos,
hay siempre dos que tienen entre ellos analogías, aquellas que hacen
ver la ley binaria de las cosas inferiores y la superioridad del fuego sobre
todas las otras sustancias, porque el es realmente de su príncipio
y de su Creador.
El arco-iris no puede ser visible sino a los que hallan lugar entre el sol
y las nubes, y aunque entonces se recupera alguna vez de la lluvia, esto
es tan raro y al mismo tiempo tan leve, por la relación a que se
llega bajo la nube misma, que se puede considerar a este lugar intermediario
como el refugio de la seguridad, de la fuerza , del poder y de la luz.
Cuando el hombre se encuentra en este lugar, él ocupa constantemente
el centro del arco-iris que el percibe y es el dueño de producir
cambios de lugar en sus siete circunferencias, y convertirse a él
mismo: porque entonces él se mantiene siempre en el centro, cualquiera
sea el esfuerzo que se haga para apartarlo; ¿ no es más una
representación bastante sorprendente de lo que fue y del rango que
ocupó despues de su emancipación temporal? ¿No nos
hace más que mostrarnos física y corporalmente los derechos
que tuvo entonces sobre los siete espíritus primordiales de la creación
donde el podía dirigir las acciones a su voluntad y que estaban siempre
subordinados a su poder?
El arco-iris separa lo puro de lo impuro, la luz de las tinieblas, para
que recordemos que el círculo universal-temporal separa en efecto
los impíos de los justos, los profanos de los santos y los seres
de abominación de los seres divinos. Este arco-iris nos muestra en
la naturaleza que él es el lugar que los seres, prevaricadores ocupan
por analogía a todo otro ser temporal o espiritual; él nos
muestra que es una especie de castigo que la justicia divina ha pronunciado
para su molestia; estos seres se encuentran excluidos de permananecer en
la luz, ellos no solamente no pueden ocupar el centro de las circunferencias
espirituales sino también no pueden moverlas con su voluntad, más
no pueden recibir los rayos del sol divino que les vivificaba totalmente
antes de su crimen, como el sol temporal vivifica y aclara a todos los que
se hallan en el arco-iris y a los que no son envueltos en la espesa oscuridad
de las nubes; esto por último no resiente que los efectos de la justicia
divina sobre ellos mismos y de otras ataduras y sujeciones por las siete
potencias espirituales-principales que gobiernan al universo, pero de no
poder ni corresponder con ellas ni apercibirse en su esencia, quienquiera
sea que pruebe cada día las influencias rigurosas: tal que están
bajo las nubes de la materia sobre las que el arco-irirs se forma, experimentan
todo el rigor de la intemperie, sin percibir el mismo arco-iris que, está
en efecto uniendo la comunicación de los rayos solares, calienta
y divide por su fuego los glóbulos donde las nubes son compuestas:
pues si la lluvia comienza todos los días antes que el arco-iris
aparezca, he aquí que la acción de los seres precede siempre
a sus resultados y que el efecto de los rayos solares no pueden ser manifiestos
sino hasta después que llegan justo sobre las nubes que ellos devienen
en desordenar, en fermentar y descomponer las diferentes materias desde
donde esta nube es formada. Todas las observaciones que vienen de la percepción
de la ley del castigo de los seres que son separados de la luz, convienen
sin duda a toda especie de prevaricadores, más como nada nos debería
interesar mas que la consciencia de nuestra propia especie y los diferentes
hechos de gloria, de justicia y de reconciliación que son producidos
y que se producen sobre ella, existe un prósito de examinar, relativamente
al hombre, todas las analogías espirituales y temporales que podemos
examinar de una manera general confrontando las leyes del arco-iris con
las leyes de los seres invisibles.
Tenemos que decir que el hombre ubicado entre el sol y el arco-iris permanece
siempre en el centro de las siete circunferencias que el propio arco-iris
presenta. Tenemos que decir que él puede realizar cambios de lugar
en estas circunferencias , sin que el pueda jamás cesar de ocupar
el centro que es el verdadero símbolo del poder y de la superiordad;
pero lo que debemos hacer remarcar , es que él es el único
ser de la naturaleza que puede hacer a su voluntad en el arco-iris estas
transposiciones; ellas son la morada sin duda para todo ser animal donde
los ojos forman el hogar y el receptáculo toda la cantidad de luz,
se hallan siempre formando el centro de su esfera y por consiguiente arrastran
con ellos a las siete circunferencias luminosas del arco-iris, que ellos
han percibido, pero aunque esta ley sea común entre los animales
y el hombre, hay una cierta diferencia infinita a saber, que ellos operan
sobre los primeros por el efecto necesario del orden físico e idependientemente
de su voluntad, en todo lugar solo el hombre es el maestro de hacer actuar
esta ley, de someterla a su uso y de multiplicar los efectos tanto como
el quiera. O, esta supefrioridad física de la que el hombre está
realmente revestido, por analogía a todos los otros seres de naturaleza
corporal, no tienen ellos el signo evidente de lo que su naturaleza espiritual
les entrega sobre todos los espíritus y no pueden percibir si se
conservan todavía en la región sensible de esta distinción
sorprendente que le restituye activos y dominantes sobre los seres pasivos,
él debe tener esta misma distinción entre los seres espirituales
y con infinitamente más brillantez todavía, puesto que su
clase es superior a la materia, las leyes son también un poco más
extensas. No dudemos pues que a la naturaleza espiritual y divina del hombre
no le es destinado sino otra cosa que disponer de seres operativos que le
están subordinados, como dispone siempre materialmente de seres elementarios
donde la acción está pintada en el arco-iris, y como podríamos
dudar de ello, porque vemos que en esta única observación
física donde la acción de los seres elementarios le es de
algún modo sujetada, él está directamente relacionado
con el aspecto vivificante de la naturaleza, que él recibe inmediatamente
las influencias de este sol material, que, por su operación de vida
activa sobre el universo, es verdaderamente el dios de los cuerpos y que,
se encuentra ocupando el lugar intermediario entre este astro y las siete
acciones que de él proceden, él es como su órgano y
como un agente depositario de sus virtudes. No debemos aquí retroceder
sensiblemente al estado antiguo del primer hombre que, emanó y emancipó
para manifestar la gloria y la justicia del Creador, estando en correspondecia
directa con el sol divino y eterno y que ocupa en efecto el lugar intermediario
entre esta divinidad y los espíritus temporales que ella tiene sometida
a su poder para que, disponiendo de sus acciones, él pueda en efecto
usarlos según los derechos de su libre albedrío y para castigar
a los seres prevaricadores. Nada demostrará mejor la justeza y la
realidad de esta observación, que los mismos números conectados
a sus agentes físicos donde su concurso porduce las leyes del fenómeno
elemental que examinamos. El sol físico es sólo y único,
de él proviene la reacción nececesaria para la vida de todos
los cuerpos, que es insuficiente para nosotros aprender que ningún
otro número es más conveniente que la unidad, aunque sin embargo
esta unidad temporal no es más que un agregado, y entonces no tiene
ninguno de los derechos que posee la unidad simple y divina, que no debe
ser capaz de disolver y tener para siempre la vida en sí misma. Pero
este estado único, en su acción temporal, nos representa perfectamente
la unidad de la acción, y para entonces debería tomar el signo
temporal que es la unidad en el número.
El hombre situado entre el sol elemental y el arco-iris y teniendo la facultad
de poderse mover con el mismo el arco-iris, nos representa por este poder
activo el número de la acción misma que es cuaternario, y
en efecto, si uno une en el hombre esta facultad activa a tres facultades
pasivas que tiene en común con los animales y todos los seres materiales
que habitan con él, uno no puede sino dispensar del atributo del
número cuatro, en tanto que él es indicado por la esencia
misma del hombre, así como por su acción. Así aprenderemos
allí que realmente el número espiritual que el hombre recibió
entonces de su emancipación del círculo divino, era el mismo
número cuaternario donde aún conserva hoy en día temporalmente
la impresión y los vestigios; aprenderemos, yo digo, que él
había sido escogido para ser el agente de la misma acción
divina, o de esta unidad indivisible, donde el cuaternario es el primer
poder. Yo no hablo sobre el número septenario de los colores que
componen el arco-iris, habiendo tratado antes y habiendo advertido la correspondencia
real que hay entre el número de acción material y el de los
siete agentes espirituales principales, designados para sostener el universo
y para ser los ministros del hombre; pero he de remarcar que estos tres
números, uno, cuatro, siete, que reconocemos tan claramente en el
fenómeno sensible que observamos, son realmente la expresión
y el signo de tres poderes eternos donde los resultados ternarios se manifiestan
universalmente y donde muestro simplemente las verdades en los discursos
que le preceden. Su adicción se vuelve doce o tres, para mostranos
que los tres poderes divinos han sido empleados para la defensa de las leyes
eternas del Creador y para el castigo de sus enemigos: de la misma manera
que en el arco-iris se puede ver las nubes que se separan de la parte luminosa
e insensiblemente se disuelven en presencia de tres seres físicotemporales,
a saber: el sol, el hombre y las siete circunferencias, así como
los enemigos del Creador han sido desterrados del círculo divino
y ven sus iniquidades consumirse y fallecen en presencia de los tres números
poderosos, uno, cuatro, siete, designados para combatir, dividir y destruir
la abominación de sus pensamientos criminales.
Si uno se detiene en esta idea de que en el hecho, el hombre no está
para nada en la producción del arco-iris, no sea considerado en los
números por los que he querido demostrar las leyes; sería
necesario recordar que el hombre espiritual o el menor, no tenía
más influencia en la producción de las cosas corporalesuniversales
de la Creación, que el hombre temporal podría tener en las
causas que producen el arco-iris, y sin embargo uno no puede dispensarse
de considerar este poder entre aquellos que eran y que son aún empleados
por el Creador para la ejecución de sus decretos en esta gran época,
por esto es que viéndose de su propiedad temporalmente, por analogía
al arco-iris, y viéndose una acción corporal entre las que
son relativas al arco-iris, recordando sin embargo que ella cuenta sólo
con la alusión de lo que representa y que el hombre que es aquí
abajo es una figura muy imperfecta en relación a aquel que era antes
de caer, no debemos exigir en la copia la misma actividad ni la misma vida
que en el modelo; en relación al arcoiris mismo y al sol elemental,
no son sino seres muertos en comparación de aquellos con que el hombre
puede actuar de común acuerdo antes que él evite la deshonra.
Debemos atender aquí la realidad de las acciones divinas, que toda
condición previa nosotros no somos purgados de todas nuestras iniquidades,
pero podemos buscar estas analogías y estaremos ciertos de hallarnos
sin número y todos nuestros pasos: pues la naturaleza entera no existe
sino es para nosotros en ofrecimiento.
Todas las cosas que hecho percibir hasta ahora, entre las leyes del arco-iris
y las leyes dadas al hombre por los derechos de sus origen espiritual-divino,
son demasiadas numerosas, demasiado asombrosas, para que uno no pueda reconocer
el mismo orden , el mismo empleo y el mismo destino entre los agentes de
una y de la otra clase. Uno no puede abstenerse de ver todo lo que se nos
está enseñando sobre la función gloriosa de la cual
el hombre había sido responsable, sobre los poderes inmensos que
se le otorgaron para colmarse; en breve, sobre lo sublime de su naturaleza
que le fue elegida por el Creador de preferencia a todo ser para servirle
de mediador universal y someterle a todos sus enemigos. Uno no puede negar
que este emblema sensible y material que los rayos del sol nos dibujan por
su refracción, porta un índice real de la antigua dignidad
del hombre, en el lugar que él puede ocupar y en la acción
que él puede ejercer, anuncia verderamente que está destinado
a disfrutar de la luz del principio eterno y ser a la vez el primer agente
y el rey del universo.
Pero tanto él está glorificado para percibir todavía,
en medio de las tinieblas en que él vive, los trazos de tan noble
destino, tanto él es dolorosamente obligado a admitir que no son
sólo pistas, y aunque en si imperfectas, que ellas dejan ver como
una triste evidencia la grandeza de los bienes que perdió. De hecho,
está realmente encarcelado en la parte nebulosa sobre la que el arco-iris
espiritual imprime el número septenario de circunferencias visualea
y poderes designados para atar y encadenar a los prevaricadores, él
no puede, como los prevaricadores que le han precedido en el crimen, hacer
mover los colores brillantes y luminosos de estas inmensas circunferencias,
y es sujetado como ellos para sufrir los efectos rigurosos, sin que se conozca
la causa, la fuente o el modo que les opera, como en su origen de emanación
divina y de emancipación temporal, este lugar glorioso o este puesto
intermedio entre el sol divino y las siete circunferencias de acción
espiritual, él está reducido como todos los seres rebeldes
a sentir ya sea la intemperie y la obscuridad de las tinieblas más
espesas, ya el rigor de un frio insoportable, ya el ardor de un calor ardiente
y aún más inoportuno, sea en cualquier sitio en donde el hombre
se esconda, él no puede evitar el fuego que lo comunica.
Condenado para ser el blanco del dolor y de la amargura en vez de la paz
y de las delicias que el tendría de bocado, él no tiene otra
antorcha que la incertidumbre, otro alimento que el error o esta tierra
de maldición que fue entregada antes a la serpiente para su alimento;
el tiene finalmente otra sociedad que esta serpiente o este enemigo terrible
quien le sigue todos sus pasos como el rehén del tratado criminal
que hicieron juntos y quien no teniendo para la ley y para los árbitros
más que una justicia de muerte y de ministros destructores, transforma
a todos los rehenes en otras tantas víctimas. Ha ahí que este
fuego consumidor que nos devora a pesar de nosotros, mientras cruzamos este
teatro desafortunado de lágrimas y expiaciones. He ahí este
fuego de pruebas sobre las que nosotros estamos asidos durante el tiempo
y que debería aflojar dolorosamente para nosotros todas las sustancias
ajenas en las cuales nos hemos abandonado manchando nuestra esencia; fuego
cruel , terrible, pero contra el cual nosotros no podemos sin injusticia
elevar ningún murmullo, porque nos alumbramos a nostros mismos, he
ahí en una palabra la verdadera situación espiritual del hombre,
y he aquí que nosotros indicamos por analogía a él
la parte nebulosa y oscura y nebulosa de la atmósfera sobre la cual
se imprime el arco-iris elemental. Porque esto es indudable, comparado con
la divinidad y el espíritu de la luz, es que las nubes tenebrosas
son relativas al sol físico y el arco-iris que es el resultado de
ello. Que el hombre se consuele sin embargo y que no se permita entrar en
la desesperación. Si las leyes de la naturaleza , que nosostros hemos
observado en el arco-iris elemental, nos han dibujado el cuadro de nuestra
anciana edad y de nuestra propia miseria actual, ellas pueden así
tambien dibujarnos las vías de nuestra reconciliación y la
gloria futura a la cual tenemos derecho a aspirar. De otro modo la naturaleza
elemental no será más un hieroglifo universal. Hágamos
notar que el hombre, que sería colocado en la parte de la tierra
donde las nubes se habrían reunido y que por esta razón no
percibiría las siste circunferencias coloreadas que el sol imprime
sobre ellas, sin embargo podría cruzar esta parte oscura y pasar
al punto detrás de estas mismas circunferencias que antes no podía
percibir y, por consiguiente, reasumir este mismo lugar intermedio entre
el sol y el arco-iris, que es sólo el emblema que debería
ocupar espiritualmente, suponiendo sin embargo que la nube y el arco-iris
corpóreo durase bastante para darle el tiempo: y aún, cuando
esto no llegara, la posibilidad de la ley que expongo no sería punto
destruído; mucho más este emblema sería aún
sublime porque si el arco-iris y las nubes desaparecieron para dejar dominar
al sol en toda su pureza, debería rehacernos una imagen fisica y
sensible del entero dominio del tres único y eterno. Remarquemos
en segundo lugar, que el hombre no alcanzaría este punto intermediario
entre el sol y el arco-iris, sin haber pasado sobre estas mismas circunferencias
septenarias donde el disfrute y la vista le eran prohibidas mientras permaneciera
bajo la nube: allí tendremos una prueba sensible de los pasos que
el hombre tiene la libertad de hacer para apuntar a su regeneración
divina, en abjurar de estas tinieblas impuras que le roba la luz de su antorcha
natural, y en llevar con su coraje a través del astro beneficioso
que tiende solo a calentar por sus virtudes a todos los seres que las desean,
veremos que si el hombre no da el primer paso, esperará en vano alcanzar
un plazo, como él no disfrutaría la vista del sol elemental
tanto si se mantiene bajo la nube: veremos finalmente, si la ruta por la
que el debe pasar necesariamente para recobrar esta luz temporal no es más
el signo emblemático y material del ser septenario-espiritual donde
las opreaciones invisibles son la via indispensable que le son acordadas
para su expiación y para su purificación, así como
las siete regiones temporales que está obligado de cruzar antes de
llegar a su reintegración perfecta dentro de la morada de los justos
y antes de poder disfrutar de la luz .