La 
    Multiplicidad De Los Estados Del Ser
    René Guenon
      A un ser cualquiera, ya sea humano o de otro tipo, se le puede considerar 
      evidentemente desde puntos de vista bien diferentes, incluso podríamos 
      decir que existen un número indeterminado de puntos de vista, de 
      importancia harto desigual, pero igualmente legítimos dentro de sus 
      dominios respectivos, siempre que no pretendan rebasar sus propios límites 
      ni, sobre todo, volverse exclusivos y acabar por negar los demás. 
      Si es así y, en consecuencia, no se puede negar ningún punto 
      de vista, ni al más secundario o contingente de entre ellos, el lugar 
      que le pertenece por el mero hecho de responder a alguna posibilidad, por 
      otro lado, no es menos evidente que, desde el punto de vista metafísico, 
      el único que aquí nos interesa, considerar a un ser bajo su 
      aspecto individual es necesariamente insuficiente, puesto que decir metafísico 
      es decir universal. Ninguna doctrina que se limite a considerar los seres 
      de forma individual puede merecer el nombre de metafísica, sea cual 
      sea el valor y el interés que pueda tener bajo otros puntos de vista; 
      tal doctrina siempre se podrá denominar "física", 
      en el sentido original de esta palabra, puesto que se limita exclusivamente 
      al dominio de la "naturaleza", es decir, al de la manifestación, 
      y además con la restricción de que sólo tiene en cuenta 
      la manifestación formal o, más especialmente, uno de los estados 
      que la constituyen.
      Muy lejos de ser en sí mismo una unidad absoluta y completa, como 
      querrían la mayor parte de los filósofos occidentales y, en 
      todo caso, los modernos sin excepción, en realidad, el individuo 
      sólo constituye una unidad relativa y fragmentaria. No es un todo 
      cerrado y autosuficiente, un "sistema cerrado" a modo de la mónada 
      de Leibnitz, y la noción de "substancia individual", entendida 
      en este sentido y a la que dichos filósofos dan tanta importancia, 
      carece de valor propiamente metafísico: en el fondo no es otra cosa 
      que la noción lógica de "sujeto", y, aunque no hay 
      duda de que se pueda usar bajo este concepto, no se puede legítimamente 
      transportar más allá de los límites de este especial 
      punto de vista. El individuo, considerado incluso en toda la extensión 
      de que es susceptible, no es un. ser total, sino sólo un estado particular 
      de manifestación de un ser, estado que está sometido. a ciertas 
      condiciones especiales y determinadas de existencia, y que ocupa un determinado 
      lugar en la serie indefinida de estados del ser total. La presencia de la 
      forma entre estas condiciones de existencia es lo que caracteriza a un estado 
      como individual; por otro lado, es evidente que esta forma no debe ser necesariamente 
      concebida como espacial, ya que sólo lo es en el mundo corporal, 
      siendo precisamente el espacio una de las condicioñes que definen 
      a este último (1).
      Debemos recordar aquí, aunque sea en forma resumida, la diferencia 
      fundamental entre "Sí mismo" y "yo", o entre 
      "personalidad" e "individualidad", tema del que en otra 
      parte ya hemos dado todas las explicaciones necesarias (2). El "Sí 
      mismo", dijimos, es el principio trascendente y permanente del cual 
      el ser manifestado, el ser humano, por ejemplo, sólo es una modificación 
      transitoria y contingente, modificación que, por otro lado, no podría 
      de ninguna manera afectar al principio. Inmutable en su propia naturaleza, 
      desarrolla sus posibilidades en todas las modalidades de realización, 
      de número indefinido, que constituyen para el ser total otros tantos 
      estados diferentes, cada uno de los cuales tiene sus condiciones limitativas 
      y determinantes de existencia, y de las que una sola de ellas constituye 
      la porción o, más bien, la determinación particular 
      de este ser que es el "yo" o individualidad humana. Por lo demás, 
      este desarrollo sólo es tal, a decir verdad, cuando se le considera 
      desde el lado de la manifestación; fuera de ésta todo debe 
      encontrarse necesariamente en perfecta simultaneidad dentro del "eterno 
      presente"; por lo que la "permanente actualidad" del "Sí 
      mismo" no es afectada. Así, el "Sí mismo" es 
      el principio por el que existen todos los estados del ser, cada cual dentro 
      de su propio dominio, al que también podemos llamar grado de existencia; 
      y no hay que pensar que nos referimos tan sólo a los estados manifestados, 
      individuales como el ser humano o supraindividuales, es decir, en otros 
      términos, formales o informales, sino también, aunque en este 
      caso sea impropio usar la palabra "existir", a los estados no 
      manifestados, entendiendo como tales todas aquellas posibilidades que, por 
      su misma naturaleza, no son susceptibles de manifestación, así 
      como las posibilidades de manifestación mismas en modo principial; 
      pero este "Sí mismo" sólo es por sí mismo, 
      no teniendo ni pudiendo tener, dentro de la unidad total e indivisible de 
      su naturaleza íntima, ningún principio exterior a él.
      Acabamos de decir que la palabra "existir" no puede propiamente 
      aplicarse a lo no manifestado, en suma, al estado principial; en efecto, 
      el sentido estrictamente etimológico de esta palabra (del latín 
      ex stare) indica un ser dependiente de un principio que no es él 
      mismo o, en otras palabras, aquello que no posee en sí mismo su razón 
      suficiente, es decir, el ser contingente, que es lo mismo que el ser manifestado 
      (3). Cuando hablemos de Existencia, nos estaremos refiriendo a toda la manifestación 
      universal, con todos los estados o grados que comporta, cada uno de los 
      cuales puede también ser designado como un "mundo" y cuya 
      multiplicidad es indefinida; pero este término no conviene al grado 
      del Ser puro, principio de toda la manifestación y, él mismo, 
      no manifestado, ni, con mayor razón, a lo que está más 
      allá del Ser mismo.
      En principio, antes que nada, podemos establecer que la Existencia, considerada 
      universalmente tal y como la hemos definido, es única en su naturaleza 
      íntima, como el Ser es uno en sí mismo y debido precisamente 
      a esta unidad, ya que la Existencia universal no es otra cosa que la manifestación 
      integral del Ser o, más exactamente, la realización, en forma 
      manifestada, de todas las posibilidades que el Ser comporta y contiene principialmente 
      en su misma unidad. Por otro lado, esta "unicidad" de la Existencia, 
      si se nos permite utilizar un término que puede parecer un neologismo 
      (4), al igual que la unidad del Ser sobre el cual se fundamenta, no excluye 
      la multiplicidad de modos de manifestación que la afectan, ya que 
      ella comprende todos éstos modos por igual al ser igualmente posibles, 
      y ello implica que cada uno de estos debe realizarse según las condiciones 
      que le son propias. De lo que resulta que la Existencia, dentro de su "unicidad", 
      comporta, tal como acabamos de indicar, una serie indefinida de grados, 
      que corresponden a todos los modos de la manifestación universal; 
      y esta multiplicidad indefinida de grados de la Existencia implica correlativamente, 
      para un ser cualquiera considerado en su totalidad, una multiplicidad igualmente 
      indefinida de estados posibles, cada uno de los cuales debe realizarse en 
      un grado determinado de la Existencia.
      Esta multiplicidad de estados del Ser, que es una verdad metafísica 
      fundamental, es cierta desde el momento que nos limitarnos a considerar 
      los estados de manifestación, tal como hemos hecho y deberemos seguir 
      haciendo, puesto que sólo se trata de la Existencia; esta multiplicidad 
      es cierta a fortiori si se consideran a la vez los estados de manifestación 
      y los estados de no manifestación, que en conjunto constituyen el 
      ser total, considerado no ya tan sólo en el campo de la Existencia, 
      ni siquiera en la totalidad de su extensión, sino en el dominio ilimitado 
      de la Posibilidad universal. Debe entenderse muy bien que la Existencia 
      no encierra más que las posibilidades de manifestación y con 
      la restricción de que estas posibilidades sólo se conciben 
      en tanto que se manifiestan efectivamente, puesto que, mientras no se manifiestan, 
      es decir, principialmente, se encuentran en el grado del Ser. En consecuencia, 
      la Existencia está lejos de ser toda la Posibilidad, concebida como 
      verdaderamente universal y total, fuera y más allá de todas 
      las limitaciones, incluida la primera limitación que constituye la 
      determinación más primordial entre todas: la afirmación, 
      del Ser puro (5).
      Cuando se trata de los estados de no manifestación de un ser, también 
      hay que hacer una distinción entre el grado del Ser y lo que está 
      más allá; en este último caso, es evidente que el mismo 
      término de "ser" no puede rigurosamente aplicarse en su 
      propio sentido; sin embargo, nos vemos obligados, a causa de la estructura 
      misma del lenguaje, a conservarlo a falta de una palabra más adecuada, 
      pero sin atribuirle más que un valor meramente analógico y 
      simbólico, pues de otra manera nos sería del todo imposible 
      hablar de ello. Es así que podremos seguir hablando del ser total 
      como estando, al mismo tiempo, manifestado en algunos de sus estados y no 
      manifestado en otros estados, sin que ello implique de ninguna manera, por 
      lo que se refiere a estos últimos, que sólo debamos considerar 
      aquel que corresponde propiamente al grado del Ser (6).
      Los estados de no manifestación son esencialmente extraindividuales 
      y, así como "el Sí mismo" principial del que no 
      pueden ser separados, no pueden de ningún modo ser individualizados; 
      en cuanto a los estados de manifestación, algunos son individuales 
      mientras que otros son no individuales, diferencia que corresponde, siguiendo 
      lo que hemos indicado, a la distinción hecha entre manifestación 
      formal y manifestación informal. En particular, si consideramos el 
      caso del hombre, su individualidad actual, que constituye propiamente hablando 
      el estado humano, sólo es un estado de manifestación de entre 
      una serie indefinida de éstos, todos los cuales deben concebirse 
      como igualmente posibles y, por la misma razón, como ya existentes 
      al menos virtualmente, si no como efectivamente realizados por el ser al 
      que consideramos bajo un aspecto relativo y parcial, en este estado individual 
      humano.
      NOTAS:
      *Capítulo I de Le Symbolisme de la Croix.
      (1). Ver EI hombre y su devenir según el Vedanta, cap. II y X.
      (2). Ibid., cap. II.
      (3). Hablando rigurosamente, de ello resulta que la expresión muy 
      usada de "existencia de Dios", es un sinsentido, tanto si se entiende 
      por "Dios" el "Ser", que es lo más frecuente, 
      cuanto, con mayor razón, si se entiende por tal el Principio Supremo 
      que está más allá del Ser.
      (4). Este término es el que nos permite traducir con la mayor exactitud 
      la expresión árabe equivalente Wahdat-ul-wujûd. A proósito 
      de la distinción que se ha de hacer entre la "unicidad de la 
      Existencia", y la "Unidad del Ser" y la "No-dualidad 
      del Principìo Supremo", véase El hombre y su devenir 
      según el Vedanta, cap. VI. 
      (5). Notemos que los filósofos para construir sus sistemas siempre 
      pretenden, de forma consciente o no, imponer algúna limitación 
      a la Posibilidad universal, lo cual es contradictorio pero necesario por 
      el hecho de constituir un sistema; incluso sería bastante curioso 
      explicar las diferentes teorías filosóficas modernas, que 
      son las que presentan en mayor grado este carácter sistemático, 
      desde el punto de vista de las limitaciones supuestas a la Posibilidad universal.
      (6). Sobre el estado que corresponde al grado del Ser y el estado incondicionado 
      que está más allá del Ser, ver El Hombre y su devenir 
      según el Vedanta, cap. XIV y XV, 3ª ed.