ZOHAR, LAS SEFIROT


La buena voluntad asciende sola junto al Ser Supremo, cuya esencia es igualmente Voluntad, eternamente incomprensible e inaccesible, es la Cabeza, mucho más oculta que el resto de lo de Arriba.

Todo cuanto emana de los cielos proviene de esa Cabeza; es la frente de toda luz. Lo que no sabemos es cómo se producen las emanaciones, ni cómo la luz deriva de las mismas, ya que todo esto nos es oculto. La buena voluntad humana tiende a ir hacia Aquel cuya esencia es la Voluntad y de la que constituye una "fracción".

Esta Fracción no llega más allá del Pensamiento Supremo, pero en el transcurso del vuelo hacia esa fuente va propagando luces. La luz emanante de la Cabeza es tan sutil que resulta del todo oculta; no es sino a través de las luces propagadas por las Fracciones que éstas llegan a ella.

La luz desconocida de la Cabeza penetra en las luces emanantes de las Fracciones durante su vuelo desde aquí abajo hacia Aquel que es su fuente primera. De esta manera, la Luz Suprema se confunde con las luces de las Fracciones, formándose así los nueve Palacios, que son los nueve escalones entre la buena voluntad ascendente de la Tierra hacia la Cabeza o, en otras palabras, las sefirot inferiores a la Corona (Keter). Estos Palacios no son ni luces, ni espíritus, ni alma; son sólo accesibles a la Voluntad, puesto que las luces que propagan no son mas que las luces del Pensamiento.

A pesar de ser nueve, en realidad son sólo uno, por ser su única esencia el Pensamiento y por estar vinculados únicamente a él. Están muy próximos al Pensamiento Supremo, pero jamás lo alcanzan, al ser éste tan sublime y oculto. La buena voluntad humana se eleva hacia esos nueve Palacios, la esencia de los cuales es igualmente la Voluntad, y son los intermediarios entre lo conocido y lo desconocido, lo comprensible y lo incomprensible.

Todos los misterios de la fe están encerrados en estos Palacios, formando un vínculo entre la buena voluntad del hombre y la Voluntad Suprema, a la que llamamos también el Infinito La sutil e imperceptible luz de la Cabeza Suprema sólo llega a los nueve Palacios.

La buena voluntad humana puede acceder a esa luz al ascender a los Palacios. Estos constituyen, pues, la unión entre las Fracciones y el Todo, entre la buena voluntad de los hombres y la Voluntad Suprema llamada Infinito...

Por lo tanto, a la luz provinente del Pensamiento Supremo la llamamos Infinito, y es ella quien engendra las buenas voluntades de aquí abajo y las hace remontar de inmediato hacia su fuente. Absolutamente todo tiene su fundamento en esto. Bienaventurados los justos de este mundo y del mundo venidero.

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