ERRORES DIVERSOS CONCERNIENTES A LA INICIACIÓN
No creemos superfluo, para despejar el terreno en cualquier caso, señalar
todavía algunos otros errores concernientes a la naturaleza y el
objetivo de la iniciación, pues todo lo que hemos tenido ocasión
de leer acerca del tema, a través de los años, nos ha aportado
casi diariamente pruebas de una incomprensión poco más o menos
general. Naturalmente, no podemos soñar con hacer aquí una
especie de "revisión" en la cual nos refiramos a todos
los errores uno a uno y en detalle, lo que sería demasiado fastidioso
y desprovisto de interés; mejor nos limitaremos a considerar algunos
casos en cualquier manera "típicos", lo que, al mismo tiempo,
tiene la ventaja de dispensarnos de hacer alusiones demasiado directas a
tal autor o tal escuela, pues debe quedar claro que estas indicaciones tienen
para nosotros un alcance completamente independiente de toda cuestión
de "personalidades", como se dice comúnmente, o, mejor
dicho, para emplear un lenguaje más exacto, de individualidades.
Recordaremos en primer lugar, sin insistir más de la cuenta, las
concepciones demasiado extendidas según las cuales la iniciación
sería algo de orden simplemente "moral" y "social"
(15); éstas son demasiado limitadas y "terrenales", si
uno puede expresarse así, y, como a menudo hemos dicho con otros
motivos, el error más grosero está lejos de ser siempre el
más peligroso. Solamente diremos, para terminar pronto con toda confusión,
que tales concepciones no se adecuan ni siquiera realmente a esa primera
parte de la iniciación que la antigüedad designaba bajo el nombre
de "pequeños misterios"; éstos, como más
adelante explicaremos, conciernen a la individualidad humana, pero en el
desarrollo integral de sus posibilidades, luego más allá del
dominio corporal cuya actividad se ejerce en el dominio que es común
a todos los hombres. No vemos realmente cual podría ser el valor
o incluso la razón de ser de una pretendida iniciación que
se limitara a repetir, encubriéndose bajo una forma más o
menos enigmática, lo que hay de más banal en la educación
profana, lo que vulgarmente está "al alcance de todo el mundo".
Por otra parte, no pretendemos en absoluto negar con ello que el conocimiento
iniciático pueda tener aplicaciones en el orden social, tanto como
en cualquier otro orden; pero ésta es otra cuestión: en primer
lugar, estas aplicaciones contingentes no constituyen de ninguna manera
el objetivo de la iniciación, al igual que las ciencias tradicionales
secundarias no constituyen la esencia de una tradición; seguidamente,
éstas tienen en sí mismas un carácter totalmente diferente
de aquello de que estamos hablando, pues parten de principios que no tienen
nada que ver con los preceptos de la "moral" corriente, sobre
todo cuando se trata de la muy famosa "moral laica" tan querida
de nuestros contemporáneos, y, por lo demás, proceden de vías
inasequibles para los profanos, en virtud de la naturaleza misma de las
cosas; luego están demasiado lejos de lo que alguien llamó
un día, con estas mismas palabras, "la preocupación por
vivir convenientemente". En tanto todo se limite a "moralizar"
sobre los símbolos, con intenciones tan loables como se quiera, no
se realizará ciertamente la obra de la iniciación: pero volveremos
sobre ello más adelante, cuando hablemos más particularmente
de la enseñanza iniciática.
Los errores más sutiles, y por consiguiente más temibles,
se producen a veces cuando se habla, a propósito de la iniciación,
de una "comunicación" con los estados superiores o los
"mundos espirituales", y, ante todo, se da demasiado a menudo
la ilusión que consiste en tomar por "superior" lo que
realmente no lo es, sino que simplemente aparece como más o menos
extraordinario o "anormal". Nos quedaría en suma repetir
aquí todo lo que ya hemos dicho en otra parte acerca de la confusión
entre lo psíquico y lo espiritual (16), pues es el más frecuentemente
cometido a este respecto; los estados psíquicos no poseen, de hecho,
nada de "superior" ni de "trascendente", ya que únicamente
forman parte del estado individual humano (17); y, cuando hablamos de estados
superiores del ser, sin ningún abuso de lenguaje, entendemos por
ello exclusivamente los estados supraindividuales. Algunos llevan incluso
más lejos la confusión y hacen de lo "espiritual"
poco más o menos un sinónimo de lo "invisible",
es decir, toman por tal, indistintamente, todo lo que no cae bajo los sentidos
ordinarios y "normales"; hemos visto calificar así hasta
al mundo "etérico", es decir, simplemente la parte menos
grosera del mundo corporal. En estas condiciones, es muy de temer que la
"comunicación" de que se trata se reduzca en definitiva
a la "clarividencia", a la "clariaudiencia", o al ejercicio
de cualquier otra facultad psíquica del mismo género y no
menos insignificante, incluso aun cuando sea real. Es esto lo que ocurre
siempre de hecho, y, en el fondo, todas las escuelas pseudoiniciáticas
del Occidente moderno desembocan aquí; algunos toman incluso expresamente
por objetivo "el desarrollo de los poderes psíquicos latentes
en el hombre"; deberemos todavía volver, más adelante,
sobre esta cuestión de los pretendidos "poderes psíquicos"
y de las ilusiones a las cuales dan lugar.
Pero esto no es todo: admitamos que, en el pensamiento de algunos, se trata
verdaderamente de una comunicación con los estados superiores; ello
estará todavía lejos de ser suficiente para caracterizar a
la iniciación. En efecto, una comunicación semejante es establecida
también por los ritos de orden puramente exotérico, especialmente
por los ritos religiosos; no debe olvidarse que, igualmente en este caso,
las influencias espirituales, y no simplemente psíquicas, entran
realmente en juego, aunque para fines totalmente diferentes a los relacionados
con el dominio iniciático. La intervención de un elemento
"no humano" puede definir, de manera general, a todo lo que es
auténticamente tradicional; pero la presencia de este carácter
común no es razón suficiente para no establecer las necesarias
distinciones, y en particular para confundir el dominio religioso con el
dominio iniciático, o para ver entre ellos todo lo más una
simple diferencia de grado, cuando realmente hay una diferencia de naturaleza,
e incluso, podríamos decir, de naturaleza profunda. Esta confusión
es también muy frecuente, sobre todo entre aquellos que pretenden
estudiar la iniciación "desde fuera", con intenciones que
pueden ser por otra parte muy diversas; también es indispensable
denunciarla formalmente: el esoterismo es esencialmente algo distinto de
la religión, y no la porción "interior" de una religión
como tal, incluso cuando toma su base y su punto de apoyo en ésta,
como ocurre en ciertas formas tradicionales, en el Islamismo, por ejemplo
(18); y la iniciación es una especie de religión especial
reservada a una minoría, como parecen imaginarse, por ejemplo, los
que hablan de los misterios antiguos calificándolos de "religiosos"
(19). No es posible desarrollar aquí todas las diferencias que separan
a los dominios religioso e iniciático, pues, aún más
que cuando se trataba solamente del dominio místico, que no es sino
una parte del primero, ello nos llevaría con seguridad demasiado
lejos; pero bastará, para lo que pretendemos ahora, precisar que
la religión considera al ser únicamente en el estado individual
humano y no aspira en absoluto a hacerle salir de él, sino por el
contrario a asegurarle las condiciones más favorables en ese mismo
estado (20), mientras que la iniciación tiene esencialmente como
objetivo el superar las posibilidades de este estado y tornar efectivamente
posible el paso a los estados superiores, e incluso, finalmente, conducir
al ser más allá de todo estado condicionado, sea cual sea.
Resulta de esto que, en lo que concierne a la iniciación, la simple
comunicación con los estados superiores no puede ser considerada
como un fin, sino únicamente como un punto de partida; si esta comunicación
debe ser establecida principalmente por la acción de una influencia
espiritual, es para permitir seguidamente una toma de posesión efectiva
de estos estados, y no simplemente, como en el orden religioso, para hacer
descender sobre el ser una "gracia" que lo enlace en cierta manera,
pero sin hacerle penetrar en ellos. Para expresar esto de forma quizá
más fácilmente comprensible, diremos que, si por ejemplo,
cualquiera puede entrar en contacto con los ángeles, sin dejar por
esto de estar encerrado en la condición de individuo humano, no estará
por ello más adelantado bajo el punto de vista iniciático
(21); no se trata aquí de comunicar con otros seres que están
en un estado "angélico", sino de alcanzar y realizar en
sí mismo un tal estado supra-individual, no, por supuesto, en tanto
que individuo humano, lo que evidentemente sería absurdo, sino en
tanto que el ser que se manifiesta como individuo humano en un cierto estado
tiene también en él las posibilidades de todos los demás
estados. Toda realización iniciática es entonces esencial
y puramente "interior", al contrario de esa "salida de sí"
que constituye el "éxtasis" en el sentido propio y etimológico
de la palabra (22); y esto es, no la única diferencia, por cierto,
sino al menos una de las grandes diferencias que existen entre los estados
místicos, los cuales pertenecen por completo al dominio religioso,
y los estados iniciáticos. Es a esto, efectivamente, a lo que debemos
retornar siempre en definitiva, pues la confusión del punto de vista
iniciático con el punto de vista místico, de la cual hemos
hecho resaltar desde el principio su carácter particularmente insidioso,
está naturalmente dirigida a engañar a los espíritus
que no se dejarían coger con las deformaciones más groseras
de las pseudoiniciaciones modernas, y que incluso podrían quizá
llegar sin demasiada dificultad a comprender lo que verdaderamente es la
iniciación, si no tropezaran en su camino con errores sutiles que
parecen ser puestos expresamente para desviarles de tal comprensión.
Notes
15. Este punto de vista es especialmente el de la mayoría de los
masones actuales, y, al mismo tiempo, se encuentra también sobre
el mismo terreno exclusivamente "social" en que se sitúan
la mayor parte de quienes les combaten, lo que prueba que las organizaciones
iniciáticas no dan pie a los ataques del exterior sino en la medida
de su propia degeneración.
16. Ver Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps, cap.
XXXV.
17. Según la representación geométrica que hemos expuesto
en Le Simbolisme de la Croix, estas modalidades de un mismo estado son simples
extensiones desarrollándose en sentido horizontal, es decir, en un
mismo nivel, y no en sentido vertical, según el cual se diferencia
la jerarquía de los estados superiores e inferiores del ser.
18. Es conveniente, para evitar todo equívoco, señalar que
debe decirse "esoterismo islámico" o "esoterismo cristiano",
y no, como hacen algunos, "Islamismo esotérico" o "Cristianismo
esotérico"; es fácil comprender que hay aquí algo
más que un simple matiz.
19. Se sabe que la expresión "religión de misterios"
es una de las que constantemente reaparecen en la especial terminología
adoptada por los "historiadores de las religiones".
20. Por supuesto, se trata aquí del estado humano considerado en
su integralidad, comprendiendo la extensión indefinida de sus prolongaciones
extra-corporales.
21. Se puede ver con esto cuánto se engañan los que, por ejemplo,
quieren atribuir un valor propiamente iniciático a escritos como
los de Swedemborg.
22. No hace falta decir, por otra parte, que esta "salida de sí"
no tiene en sí misma absolutamente nada en común con la pretendida
"salida astral" que juega tan gran papel en las ensoñaciones
ocultistas.