QUE CONTIENE
POR COMPLETO EL PROFUNDISIMO ARCANO DE LA PIEDRA DE LOS FILOSOFOS
Cierto rey que quería vencer a otros poderosos se preparó
para guerrear contra ellos. Cuando se disponía a montar en su caballo
le pidió a uno de sus soldados que le diera de beber cierto agua
que le era muy afín. El soldado le preguntó: ¿Qué
agua es la que deseáis ?. A lo que el rey contestó: El agua
que yo busco es la que más deseo, y esta misma agua me desea má
s que ninguna otra cosa.
El soldado, tras mucho pensar, marchó y la trajo al rey que la tomó,
la bebió y la volvió a beber hasta que todos sus miembros
se saciaron de ella, hasta que llenaron de ella todas sus venas, y entonces
su cuerpo cambi ó fuertemente de color. Después de esto sus
soldados le dijeron: Señor, he aquí un caballo, montad si
lo deseáis. Y el rey contestó: Ya sabéis que no puedo
montar. Los soldados insistieron: ¿ Por qué no podéis
montar ?. Y el rey respondió : Porque me siento pesado y la cabeza
me zumba, me siento como si me quebrasen todos los miembros uno tras otro.
Os ordeno que me coloquéis en una habitación luminosa y situada
en un lugar caliente y seco, y que esté a la misma temperatura un
d ía y una noche; así sudaré y se secará en
mí el agua que he bebido, con lo cual seré liberado.
Los soldados hicieron lo que se les había ordenado, de manera que
transcurrido el tiempo marcado abrieron la habitació n hallando al
rey casi muerto. Los parientes fueron en seguida a ver a los más
afamados médicos egipcios y de Alejandría y, de inmediato,
los llevaron junto a el rey y les contaron lo sucedido. Los médicos,
después de haberlo examinado, dijeron que podrí a se liberado
con toda seguridad. Los padres preguntaron: ¿ Cuál de vosotros
será el maestro ?. Los alejandrinos dijeron: Nosotros, si así
lo deseáis. Los egipcios contestaron: Nosotros no lo deseamos, pero
debemos ser los maestros,; ya que, aunque parezcamos más jó
venes, somos más viejos que vosotros. Los alejandrinos estuvieron
entonces de acuerdo.
Entonces los maestros lavaron al rey y lo despedazaron en trozos muy pequeños
que molieron y mezclaron con multitud de remedios húmedos, disponiéndolo
así en su habitación, en un lugar cálido y seco como
antes, durante un dí a y una noche. Pasado este tiempo lo retiraron
casi medio muerto aunque poseyendo todavía un soplo de vida. Cuando
lo vieron sus parientes gritaron: ¡ Ay !, el rey está muerto.
Sin embargo los médicos dijeron que no estaba muerto, y por esta
razón lo cogieron y se lo llevaron de nuevo para lavarlo con agua
dulce hasta que se desvaneció el olor de los medicamentos. En ese
momento sus parientes gritaron más fuerte diciendo: ¡Ay !,
el rey está muerto. Los médicos se apresuraron a contestarles
para explicar los hechos: Lo hemos matado para que en el día del
juicio final, después de la resurrección, sea mejor y más
fuerte de lo que habí a sido en este mundo. Mas hasta sus padres
creyeron que eran unos charlatanes cuando escucharon tales palabras, y les
quitaron sus medicinas y les echaron del reino.
Luego hablaron uno y otro considerando qué es lo que se debía
hacer con este cuerpo envenenado y mortal. Y se reunieron para enterrarlo,
para que no se pudriese y para que su mal olor no dañara. Cuando
se enteraron los médicos de Alejandría se dirigieron a ellos
y les dijeron: Dadnos la gracia de no enterrarlo porque nosotros lo volveremos
más sano y más hermoso y más poderoso que antes. Los
parientes comenzaron a reí r diciendo: ¿ Queréis no
engañar como los otros ?. Debéis saber que, a menos que cumpláis
vuestra promesa no podréis escapar de nuestras manos. Y, como se
comprometieron a ello, los mé dicos lavaron al rey muerto. Le trituraron
como habían hecho los otros, lo dejaron así y no se ocuparon
de él hasta que no quedó nada de las medicinas anteriores.
Entonces lo disecaron. Luego lavaron una parte de sal amoniaco y dos de
nitro de Alejandría y las mezclaron con las cenizas del muerto; impregnaron
la mezcla con un poco de aceite de lino y la pusieron en una cá mara
hecha en forma de crisol por debajo de la cual se había agujereado.
Y bajo el agujero pusieron otro vaso hecho como un crisol, y los dejaron
allí durante un jornada. Luego lo recubrieron con fuego y soplaron
hasta que se desagregó completamente cayendo lo del crisol superior
en el inferior. De esta manera el rey volvió a la vida y gritó:
¿ Dónde están mis enemigos ?, Que sepan que los mataré
a todos si no acuden inmediatamente ante mí para obedecerme.
Mientras escuchaban esto vinieron junto al rey diciendo: Señor, aqu
í estamos dispuestos a todo por vos, habéis ordenado que se
os obedezca. Por esto es por lo que desde ese momento le temieron y honraron
todos los poderosos de otras regiones. Y cuando querían verle sorprendido,
ponían una onza de ext racto de mercurio benéfico en un crisol
y arrojaban también encima una medida de uñas y cabellos,
o de su sangre, y la ahumaban con carbón, y la abandonaban con el
carbón una vez enfriada, y encontraban la piedra tal como yo sé.
Tiraban un poco de esta piedra sobre Saturno purificado y rápidamente
su aspecto se transformaba como yo sé. A continuación poní
an una parte de esta piedra sobre diez de Venus y era enteramente de un
color, y bueno, lo mismo que en el otro caso. Recogían triturada
la piedra de la que se ha hablado, la mezclaban con la sal y, como antes,
la fundí an al sol, y arrojaban sales de las llamadas disueltas sobre
un suero de roble que se volvía mejor para todo. Este padre era llevado
a un guardián y era todo preservado porque la charlatanería
es mejor entre los tontos que entre los sabios.
Efectivamente, es el camino de los reyes de tres días, de los que
desean obtener mucho provecho sin soportar muchos esfuerzos. Pongamos nuestra
confianza en las loanzas del creador que inspiró e insinuó
a su s fieles un gran sentido de la gratuidad; los actos se alejan transformados
en sustancias, en tanto que la potencia se oculta en las cosas; el hombre
sabio es muy fuerte para que se le llame a actuar.