Este documento confidencial y anónimo -que desde hace varios años no es ni confidencial ni anónimo- se ha atribuido por razones obvias a Jean Reyor, que durante años fue colaborador de Guénon en Etudes Traditionnelles, y que nunca negó su paternidad. Posteriormente, Reyor, cuyo verdadero nombre era Marcel Clavelle, fue expulsado de la logia La Gran Tríada, inspirada y promovida por el gran metafísico francés. La Rivista di Studi Tradizionalli en varios nºs. de 1997-99 ha criticado con razón la falsedad de ciertos comentarios que éste arroja sobre Guénon. Su contenido general habla por sí mismo de la catadura de su autor, en un documento que pareciera querer sembrar la confusión, por medio de una sutil maledicencia, sin mencionar las omisiones intencionadas que, aparte de su dudoso testimonio, denotan una incomprensión profunda, al igual que su artículo "De quelques énigmes dans l'oeuvre de René Guénon" (L'Herne: Cahier René Guénon, París 1985), donde manifiesta la pequeñez de sus consideraciones, a veces simples insignificancias históricas.
TEXTO DEL DOCUMENTO
Todo lo que se sabe de la persona de René Guénon, del origen
y desarrollo de su obra, está, hasta ahora, en el libro de Paul Chacornac
y en los tres artículos publicados por Mme. Denis-Boulet en los Nos
77, 78-79 y 80 de la Revista "La Pensée Catholique" (cf.
mi artículo en el "Symbolisme" de oct.-dic. 1963. Cf. Pour
un aboutissement de l'oeuvre de René Guénon. Tomo II, Capítulo
VI). Por otra parte, nada se ha escrito todavía sobre las tentativas
hechas, en diversas direcciones, para prolongar esa obra y realizar lo que
ella sugería.
Sobre uno y otro de esos temas, las circunstancias me han permitido tener
algunas informaciones directas e indirectas que me parece presentan cierto
interés.
Debo hablar un poco de mí. Me excuso por ello, no será largo.
La guerra de 1914-1918 había puesto muy en boga las experiencias
espiritistas y la prensa publicaba con frecuencia artículos de "sabios"
sobre este tema: Camille Flammarion, el Dr. Charles Richet (inventor de
la metapsíquica), el Dr. Geley y muchos otros cuyo nombre he olvidado.
La curiosidad me llevó a adquirir algunas obras sobre el mismo en
la librería psíquica Paul Lemaire (42, rue Saint-Jacques).
Esta librería estaba igualmente provista de obras sobre el Teosofismo
y el Ocultismo. Harto pronto de los Allan Kardec y los Léon Denis,
fui tentado por Los Grandes Iniciados de Edouard Schuré, bastante
conocido entonces en los confines de la literatura y el ocultismo. Schuré,
antes crítico musical, había sido uno de los grandes defensores
de Richard Wagner y su libro El Origen del drama musical, y había
contribuido a imponer en Francia al autor de Parsifal. Después había
escrito algunas obras bastante inteligentes pero fáciles sobre las
grandes leyendas de Francia y los grandes artistas del Renacimiento. Se
había afiliado a la Sociedad Teosófica e interesado también
por Fabre d'Olivet y Saint-Yves d'Alveydre. Su libro Los Grandes Iniciados,
especie de "galería" de los grandes del espíritu
(Moisés, Orfeo, Pitágoras, Krishna, Jesús) tomaba su
marco de Fabre y Saint-Yves y su doctrina (?) del Teosofismo. Más
tarde, Schuré se uniría a Rudolf Steiner, fundador de la Antroposofía,
de la que fue su introductor en Francia.
La lectura de Schuré me llevó por una parte a Mme. Blavatsky
(¡leí los seis gruesos volúmenes de la Doctrina secreta!),
por otra a Fabre d'Olivet y Saint-Yves d'Alveydre. Los hermanos Chacornac
acababan de reeditar entonces, en esa inmediata posguerra, las tres obras
principales de Fabre: La lengua hebraica restituida, Los Versos Dorados
de Pitágoras, Historia filosófica del género humano.
Era su librería la que yo prefería frecuentar. Allí
adquirí las obras de Saint-Yves, y después las de Eliphas
Lévi, quien era el "genio" de la casa, y las de Stanislas
de Guaita, Papus y Sédir. Al cabo de 3 ó 4 años, había
tirado todo por la borda, excepto Saint-Yves d'Alveydre y sobre todo Fabre
d'Olivet que me parecía el más "sólido" de
todos estos autores, lo cual, pasados 40 años, no me parece tan estúpido
de parte de alguien que se las había arreglado completamente solo.
Pues yo había leído libros, pero no me había afiliado
a ningún grupo o sociedad pseudo-iniciáticos.
Mi interés por Fabre d'Olivet era tal que me interesaba en su individualidad,
que me intrigaba, y comencé a investigar sobre su vida. Estas investigaciones
no las continuaría por mucho tiempo, y 30 años más
tarde le daría a Léon Cellier (tesis de doctorado en Letras:
Fabre d'Olivet, París, 1953), el pequeño dossier que había
reunido entonces.
Mientras tanto, en efecto, había "descubierto" a Guénon.
Estamos pues en 1925. Mi memoria me rehúsa obstinadamente el título
del primer libro de Guénon que cayó en mis manos entre los
seis que habían aparecido en esa época, pero con seguridad
los había leído todos en 1927, cuando aparecieron La Crisis
del Mundo Moderno y El Rey del Mundo. Para entonces, sabía que había
"encontrado" lo que buscaba. Rumiaba la idea de entrar en relación
con Guénon, pero no sabía muy bien cómo engancharme.
El 1er capítulo de La Crisis me proporcionó el pretexto. Sabía,
por la lectura de "La Gnose" que Guénon, en su juventud,
se había interesado en Fabre d'Olivet y por lo demás, incluso
se había referido a él en una nota de El hombre y su devenir.
Ahora bien, el primer capítulo de La Crisis, "La edad oscura",
mostraba una flagrante contradicción entre la teoría de las
edades del mundo expuesta por Guénon y la posición de Fabre
(retomada por Saint-Yves) según la cual los hindúes habían
invertido el orden de las edades, habiendo seguido la humanidad una marcha
progresiva desde la edad oscura de los orígenes para dirigirse hacia
la edad de oro. Cómo pudo Fabre, después de su traducción
de los diez primeros capítulos del Génesis, adoptar este punto
de vista, nunca he conseguido comprenderlo
y Guénon tampoco.
De todos modos yo tenía mi pretexto. Los Chacornac, quienes me animaban
en mis investigaciones sobre Fabre d'Olivet, se encargaron de transmitir
a Guénon una carta en la cual le exponía mis investigaciones
y perplejidades y le pedía una cita.
Yo había escrito a Guénon al comienzo de enero de 1928. Permanecí
varios meses sin recibir respuesta. Esto fue porque en el intervalo, Guénon
había perdido a su mujer. Cuando me respondió proponiéndome
una cita, se excusó por su silencio justificándolo por la
pérdida que acababa de tener. Me presenté pues en la calle
Saint-Louis en l'Ile una tarde de junio de 1928, a las 9 de la noche
y salí de allí a la 1 de la mañana. Referiros lo que
se dijo ese día es imposible: no he conservado más que una
impresión global, y ésta, ¿cómo traducirla?
Después de haberme preguntado sobre mí y haberme felicitado
por no haber hecho estudios superiores ni secundarios, "lo que me haría
-y ya me había hecho- ganar mucho tiempo", Guénon se
puso a contar anécdotas sobre los ocultistas que había conocido
y cuyas obras yo había leído, de manera que al cabo de una
hora reíamos juntos como viejos camaradas. Sólo a continuación,
cuando estaba bien distendido, se abordaron los temas más serios.
Lo que emanaba de Guénon, era una doble irradiación de benevolencia
e indulgencia. Sus afirmaciones y su actitud sugerían esto: "Usted
y yo, nos hemos reconocido como siendo de la misma raza; yo le llevo a usted
cierta delantera, por el hecho de que tengo 20 años más, pero
estoy seguro de entrada que estamos de acuerdo en todo. Así es que,
sobre tal cuestión, hay que pensar esto y aquello. Eso ni siquiera
se discute, y usted no sería lo que es si pensara un solo instante
en hacerlo". Y, de hecho, su tranquila certeza era comunicativa.
He conocido algunos hombres notables y he llegado a adherirme a tal o cual
de sus puntos de vista, pero siempre tras un examen y reflexión más
o menos prolongados. Pero con Guénon -y con Guénon sólo,
hasta hoy- la adhesión era inmediata, no teniendo el examen y la
reflexión ulteriores más que un valor de confirmación
en los "límites de lo mental".
Cuando dejé a Guénon después de este primer encuentro,
para mí ya no era cuestión de dedicar tiempo a una biografía
de Fabre d'Olivet. Profundizar en la obra de Guénon se había
convertido en el único quehacer.
Agradecí a Guénon su acogida con una carta deferente. Transcurrió
el período de vacaciones. A pesar de la benevolencia que había
demostrado, ni siquiera se me ocurrió la idea de pedirle a Guénon
una nueva entrevista. Fue él quien me escribió a la vuelta,
proponiéndome una cita que acepté a toda prisa, desde luego.
Así se trabaron unas relaciones regulares que prosiguieron hasta
su partida para Egipto en febrero de 1930.
Yo había tenido al corriente a los hermanos Chacornac de mis relaciones
con Guénon. En esa época, el viejo Voile d'Isis estaba "dirigido"
por un poeta simbolista octogenario y vagamente ocultista, un poco atolondrado,
llamado Paul Redonnel. De hecho se publicaba todo lo que los ocultistas
de las distintas tendencias enviaban a la Redacción y el conjunto
era más que mediocre. Aparte de Grillot de Givry cuya colaboración
era muy espaciada, y de Georges Tamos que había publicado una serie
de artículos interesantes sobre la astrología en relación
con la mitología griega, el nivel intelectual de los redactores era
muy inferior al de los Eliphas Lévi, Guaita, y Sédir de las
dos generaciones anteriores.
Fue entonces cuando los Chacornac tuvieron la idea de recurrir a Guénon
y confiarle la dirección de la revista. Me encargaron sondear a Guénon
en ese sentido. Este, desde el cese de su colaboración en Regnabit
y la desaparición de la revista Vers l'Unité, ya no disponía
de ninguna tribuna. De vez en cuando conseguía colocar algún
artículo en revistas de interés general como La revue hebdomadaire,
La revue bleue, Le Monde Nouveau, reseñas en Vient de paraître,
pero de manera episódica. Por otra parte se trataba casi exclusivamente
de "refritos" de capítulos de la Introducción y
de Oriente y Occidente. Guénon rechazó asumir la dirección
de Voile d'Isis, pero aceptó con verdadera diligencia acordar una
colaboración regular, a condición de que se eliminasen progresivamente
las colaboraciones ocultistas. Estimaba que se podía conservar a
Tamos, a Grillot de Givry (respecto a este último la cosa no tuvo
continuidad, ya que murió poco después) y, por lo menos momentáneamente,
a Patrice Genty y a Probst-Biraben.
Volveré sobre Tamos y Patrice Genty. Unas palabras sobre Probst-Biraben.
Este era uno de los hombres más "masonizantes" de Francia
y Argelia (era profesor en Constantine). Creo que perteneció sucesiva
o simultáneamente a todas las Obediencias y todos los Ritos regulares
o no. Por otra parte, era musulmán y estaba vinculado a la tarîqah
Aliua de Mostaganem de la cual era moqaddem
¡Ay! He ahí
un ejemplo de la falta de discriminación que se puede constatar en
nuestra época en cierto número de dignatarios tradicionales
orientales. No se puede dudar de la santidad del Sheikh Ahmed ben Aliua,
fundador de la tarîqah que lleva su nombre (rama de la tarîqah
marroquí Derqaua, que procedía por su parte de la tarîqah
Shadelya a la que pertenecía Guénon), pero se queda uno confundido
ante la facilidad con la que concedió no solamente la iniciación
sino el poder de transmitirla (esta es la función de moqaddem o "lugarteniente"
del Sheikh). Probst-Biraben era, en realidad, un ocultista, más erudito
que muchos otros, pero totalmente desprovisto de rigor doctrinal, digamos
un "sincretista", pero lo que es más grave, desde ciertos
puntos de vista, es que ¡incluso llegaba a publicar anuncios en revistas
ocultistas tales como Les Annales Initiatiques de Joanny Bricaud, para dar
a conocer que podía transmitir la barakah del Sheikh Aliua! A mí
me lo propuso por lo demás desde nuestro primer intercambio de correspondencia
con ocasión de uno de sus artículos, y Guénon (que
entonces estaba en Egipto) me recomendó instantáneamente no
recibir nada de Probst-Biraben. Pero finalmente los artículos de
este último no tenían nada de escandaloso: se limitaban a
reunir informaciones de detalle tomadas aquí y allá, y a dar
a conocer las relaciones entre Oriente y Occidente en el plano tradicional,
aunque ciertas aproximaciones fueran más bien forzadas.
Los Chacornac aceptaron las condiciones de Guénon y propusieron,
si no como director, al menos como redactor jefe, a Georges Tamos, cuyos
artículos yo había leído pero a quien no conocía
en absoluto. Los Chacornac nos presentaron y simpatizamos enseguida. Tamos,
que tenía entonces 44 años, era un hombre de elevada estatura,
sólidamente constituido y de una admirable prestancia que tan sólo
he visto en él (más tarde, tuve ocasión de conocer
a algunos representantes de la vieja nobleza francesa: junto a Tamos, hubieran
parecido lacayos), con unos ojos azules que le daban una expresión
que hubiera podido calificarse de infantil si no hubiera estado corregida
por una boca maliciosa, cuyo propietario no debía dejarse engañar
con facilidad.
Georges Thomas, llamado Tamos, nacido en Tours en 1884, estaba emparentado,
por vía materna, con la familia Turpin de Crissé que se decía
unida a los Borbones por la daga (una vizcondesa Turpin de Crissé
participó en los intentos de eliminación de Luis XVII). Su
padre era propietario de la joyería más importante de Tours.
Sus padres llevaban una vida muy mundana, viajaban mucho, lo que acabó
en ruina total. Georges Tamos fue un niño solitario educado por un
preceptor y viejos domésticos. Se adaptaba muy bien a su soledad,
especialmente porque se sentía diferente a todo lo que le rodeaba.
Desde su más tierna infancia, era "vidente" y le costó
mucho comprender que no todo el mundo veía lo que él veía
"sobreimpreso" en los objetos exteriores. Llegaba a ver, mezclados
con los seres vivos y contemporáneos, a otros seres, a hombres vestidos
de modo diferente, que más tarde comprendió que era según
la moda del siglo XV o del XVIII; cuando tocaba un objeto, veía surgir
escenas relacionadas con este objeto: una silla o una mesa le hacían
"ver" un bosque o un aserradero o un taller de ebanista. A los
6 o 7 años, comprendió que no era como todo el mundo: cuando
hablaba de tal o cual cosa que veía, se le trataba de mentiroso,
de cuentista. Se encerró en sí mismo, y pasó su infancia
en un mundo en el que le costaba distinguir las realidades corporales actuales
de las otras. Esto cesó en su adolescencia, pero se dio cuenta de
que si bien ya no veía espontáneamente, podía "ver"
cuando lo deseaba, concentrándose en un objeto.
Esto no impedía que le gustasen la precisión y la exactitud.
Le agradaban las matemáticas y llegó a ser ingeniero de la
Marina. Se interesó por la astrología y después, a
raíz de no sé qué circunstancia, se afilió a
la Sd. Teosófica y llegó a ser miembro del círculo
interior. No tardó en darse cuenta de la poca seriedad de lo que
se le enseñaba, pero el Teosofismo le condujo a la auténtica
Teosofía cristiana. Leyó a Jacob Boehme en la excelente traducción
inglesa de William Law, y el De Signatura Rerum le arrastró hacia
los hermetistas. Adquirió una importante cultura hermética,
por lo menos lo que de ella era accesible en francés y en inglés,
pues no era latinista. Como Boehme le había hecho volver al Cristianismo,
puede decirse que en 1928 Tamos era intelectualmente un hermetista cristiano,
pero no había recibido ninguna iniciación y no pensaba de
ningún modo en buscar una, y no creía que eso fuera necesario.
De su paso por la Sd. Teosófica, le había quedado una cierta
desconfianza ante todo lo que se presentase como procedente de Oriente.
Le había impresionado desagradablemente la Introducción al
estudio de las doctrinas hindúes, pero le había sorprendido
la solidez de El hombre y su devenir, del que había hecho una reseña
elogiosa, aunque alertando contra la tentación de abandonar el Cristianismo
por una tradición oriental.
Fui encargado de presentar a Tamos a Guénon, lo que tuvo lugar en
casa de este último, en el 51 de la calle St-Louis en l'Ile. El primer
contacto fue satisfactorio y nació el nuevo Voile d'Isis. En realidad,
Tamos nunca fue redactor en jefe más que parcialmente pues, por un
tácito acuerdo, los artículos de Guénon escapaban a
su visto bueno.
Aunque la opinión de Guénon sobre Tamos, en general, era favorable,
el primero no se fiaba lo suficiente del segundo como para esperar que éste
procediera con mano firme a las "ejecuciones" que se estimaban
necesarias. Por otra parte, estaba muy claro que no se podía eliminar
a los colaboradores indeseables más que en la medida en que pudieran
ser reemplazados por otros. Fue entonces cuando Guénon me puso en
una verdadera obligación de escribir. Como yo le objetaba mi insuficiencia,
mi falta de madurez (acababa de cumplir 23 años), me aconsejó,
para comenzar, sacar a la luz a autores poco conocidos del siglo XIX que
habían admitido la existencia de una tradición primordial
y la universalidad del simbolismo, como Frédéric Portal (Los
colores simbólicos), Frédéric de Rougemont (Le peuple
primitif), el abad Jallabert (Le catholicisme avant Jésus-Christ).
En ese momento, descubrí justamente una obra completamente desconocida
del siglo XVII, Les divins mystères de la philosophie platonique
rapprochés du Christianisme) de Rodolphe de Maistre, y mi primer
artículo se compuso con extractos comentados de este libro realmente
muy curioso, dada su fecha.
Tamos y yo, adquirimos la costumbre de vernos casi todos los sábados
en casa de Guénon. Este último, al enterarse de los dones
especiales de Tamos se interesó en ellos por una razón que
no dijo pero que creo haber adivinado. Le hizo realizar a Tamos varios experimentos
de "verificación", entregándole objetos de los que
se trataba de determinar el origen, o de "ver" al donante, los
cuales Guénon declaró concluyentes. Es a uno de estos experimentos
que se refiere la carta citada por Paul Chacornac en la página 79
de su libro sobre Guénon. Esta carta comporta por lo demás
una inexactitud, en el sentido de que nada autoriza a su autor a escribir
que Guénon "ya no recibió cartas procedentes de la India".
Lo que es cierto, es que Guénon, tras la descripción de la
visión de Tamos, nos dijo que correspondía a la realidad (el
personaje que "vió" elevaba un velo ante su rostro) y que
eso traducía una "ruptura" entre él y una de sus
fuentes hindúes. Tamos y yo relacionamos este hecho con los últimos
párrafos de El Rey del Mundo.
Pero la razón del interés de Guénon en las facultades
de Tamos no residía en la búsqueda de "confirmaciones"
bien inútiles. En esa época, como por lo demás durante
la mayor parte de su vida, Guénon afirmó ser el objeto de
ataques psíquicos por parte de "magos negros" entre los
que nombraba a: Téder (Charles Détré, colaborador de
Papus y después su sucesor al frente de la Orden Martinista), Joanny
Bricaud (Gran Maestre de una de las Ordenes Martinistas a continuación
de Téder, Patriarca de una Iglesia Gnóstica, sucesor del abad
Boullan a la cabeza de un cisma de la Iglesia del Carmelo de Vintras, etc.
);
Charles Nicoullaud y Guillebert des Essars, colaboradores de la Revue Internationale
des Sociétés Secrètes. Incluso, en cierta época,
había sido víctima de ataques "materializados" bajo
forma de animales negros y especialmente de un oso negro del que llevaba
en el cuello la huella de un mordisco. Por mi parte, volviendo un día
a su casa en su compañía, (él había salido para
"despistar" el ataque del cual estaba prevenido) encontramos uno
de los vidrios de su despacho hecho pedazos como si se hubiera arrojado
contra él un objeto pesado, y los fragmentos de vidrio estaban en
el exterior, sobre el reborde de la ventana. Al llegar Tamos poco después,
Guénon le pidió que tratara de ver de dónde venía
el ataque. Tamos se concentró y, al cabo de un momento, describió
a dos personajes -un hombre y una mujer- que no conocía pero que
Guénon identificó como sus enemigos
habituales. Estoy
persuadido de que en ese momento -y más tarde también, cuando
estaba en Egipto- Guénon había deseado atraerse a Tamos a
pesar de muchas divergencias de opinión, a causa de la utilidad que
presentaban sus facultades para averiguar el origen de los ataques (lo que
permite la respuesta) e incluso para estar avisado de ellos (lo que facilita
la protección). Desgraciadamente, como veremos más adelante,
las divergencias llegaron a ser tales que a partir de 1931 las relaciones
entre ambos hombres cesaron hasta la víspera de la guerra.
Me he extendido un poco sobre este tema, no por el placer de contar anécdotas
curiosas, sino porque pienso que esto permite hacerse una idea más
exacta de Guénon, y también comprender mejor ciertos aspectos
de su obra.
En el mismo orden de hechos, creo interesante recordar que en cierta época,
en 1933, pienso, Paul Chacornac había enunciado la pretensión
de hacer que acabaran lo que él llamaba las "polémicas"
de Guénon con la gente de la R.I.S.S., negándole a Guénon
la inserción de sus respuestas. Guénon respondió que
hacía de esa publicación la condición sine qua non
de su colaboración. Y a mí me escribía: "Evidentemente
no puedo esperar hacerle comprender a Chacornac que los artículos
de esta gente son el soporte de los ataques psíquicos lanzados contra
mí, y que mis respuestas desempeñan exactamente el mismo papel.
Es por eso que le ruego vigile que no se cambie en ellas ni una palabra
ni una coma
".
En un orden de hechos algo diferente, aportaré una precisión
sobre un incidente al que Guénon se refirió en un capítulo
del Teosofismo, y que fue retomado y completado según mis indicaciones
por Paul Chacornac en las páginas 62-63 de su libro. El famoso "Maestro
R." que los teosofistas consideraban como la reencarnación del
Conde de Saint Germain y que debía encontrarse con Guénon
a propósito de la candidatura del príncipe de Wied al trono
de Albania, no era otro que sir Basil Zaharoff, el riquísimo "fabricante
de armas" y agente importante del "Intelligence Service",
amigo íntimo de la reina María de Rumania, tía del
príncipe de Wied. El "miembro" influyente de la Sociedad
Teosófica al que se alude en el mismo pasaje era Charles Blech, entonces
presidente de la Sección francesa de dicha Sociedad. Algunos años
más tarde, se ofrecería a Guénon una suma muy atractiva
para la época, si consentía en no publicar su libro sobre
el Teosofismo
.
Conocí en la calle St. Louis en l'Île a uno de los más
viejos amigos de Guénon, Patrice Genty, que había colaborado
en La Gnose, bajo el seudónimo de Mercuranus. Era -pues no sé
si vive todavía, tendría, en este caso, más de 80 años-
un personaje demasiado pintoresco como para que no hable de él con
cierto detalle, y he sabido, por él, muchas cosas de la juventud
de Guénon que probablemente habría ignorado. Y es él
también quien, más tarde, me condujo a Paul Vuillaud.
Pues bien, Patrice Genty, en la época en que lo conocí (1928),
era un hombre pequeño y rechoncho, con una gran cabeza redonda, de
46 años. Era bretón, fanáticamente bretón, aunque
no hablaba bretón. Al hablar con Tamos y conmigo, nos decía
de buena gana, cuando no éramos de su opinión, "¡vosotros,
los franceses!". Había conocido a Guénon en 1906, en
los cursos de la Escuela hermética que dirigía Papus y en
la que profesaban Sédir, Barlet, Marc Haven, etc
. Se habían
vuelto a encontrar en la orden Martinista, en la Iglesia Gnóstica,
y después en la "Orden del Temple [Renovada]".
Habiendo seguido estudios secundarios (lo cual era menos corriente en 1900
que hoy), y teniendo una buena cultura literaria y científica, Patrice
Genty habría podido aspirar a una posición social de cierto
nivel. Pero, preocupado por disponer de tiempo libre para cultivar su afición
a las cosas del esoterismo, no había imaginado nada mejor que entrar
en la Compañía de Gas
como inspector de contadores.
De hecho, si bien su sueldo apenas bastaba para satisfacer sus apetitos,
que eran formidables (los libros y el alimento terrestre), este empleo dejaba
a Genty una perfecta tranquilidad mental y total libertad por las tardes
que pasaba en general en la Biblioteca Nacional. Conocía a cantidad
de personas, como a Vuillaud, Mario Meunier y varios escritores con los
que había hecho amistad
yendo a revisar sus contadores de gas.
Casado joven y viudo sin hijos al cabo de poco tiempo, había permanecido
soltero. Vivía en el 6º piso, calle Rataud, con varias habitaciones
en las que era difícil entrar, por lo llenas que estaban de libros
y revistas apilados en el suelo y amontonados en estantes que llegaban hasta
el techo. Un espacio abierto entre las pilas de libros le permitía
llegar hasta la cama y otro acceder al telescopio situado en una ventana
(la única que se podía abrir, pues las demás estaban
obstruidas por los libros), ya que era tanto astrónomo como astrólogo.
Entró en la Orden Martinista con Guénon, y salió de
ella al mismo tiempo que éste, pero de la Iglesia Gnóstica
y de la "Orden del Temple", no había salido, y si aún
vive, no debe de haber "salido" todavía.
La Iglesia Gnóstica nació en 1889-90 de una sesión
espiritista en la casa de Lady Caithness, duquesa de Pomar, miembro y "bienhechora"
de la Sociedad Teosófica, la cual había estado igualmente
en relación con la H. B. of L. (Hermetic Brotherhood of Luxor). A
esta sesión asistía un masón, archivista del Loiret,
Jules Doinel, quien frecuentaba a la vez los medios ocultistas y teosofistas.
En el transcurso de la misma, el "espíritu" se anunció
como siendo Guilhabert de Castres, uno de los últimos obispos cátaros,
que tenía un importante mensaje para Jules Doinel. El "espíritu"
dijo más o menos lo que sigue (no tengo en mi poder el reporte verbal
de la sesión): "Yo, Guilhabert de Castres, rodeado de los mártires
de Montségur, te ordeno, Jules Doinel, renovar la gnosis. Serás
patriarca con el nombre de Valentín II". Y Doinel sintió
sobre su cabeza las manos de Guilhabert de Castres dándole la investidura
"en el nombre de los Santos Eones"
Doinel se dedicó a constituir una Iglesia cuyos miembros fueron reclutados
en los medios ocultistas, y consagraba obispos según un ritual cuyo
origen nunca he podido conocer. La Iglesia Gnóstica fue excomulgada
por Roma pocos años después de su formación (estaba
declarada como sociedad civil).
Pero el "Patriarca", que parece haber sido un simple médium,
lleno de inquietud, pronto abjuraría tanto de la Gnosis como de la
Masonería ante el obispo de Orléans, y escribiría un
libro titulado Lucifer démasqué que es una de las cosas más
extravagantes que se pueden leer después de Le Diable au XIXe siècle,
y en el que masones, gnósticos y ocultistas de todo pelo aparecen
como satanistas que se entregan a las peores vilezas.
Sin embargo, por falta de un monje no se detiene la abadía. Se nombró
un sucesor al Patriarca desfalleciente: un ocultista socializante, Fabre
des Essarts, quien tomó el nombre de Synésius. Doinel volvería
-pero como simple "adorno"- al regazo gnóstico, para dejarlo
y volver al regazo romano. Finalmente no se sabe si murió gnóstico
o católico.
Por extraño que pueda parecer, la Iglesia gnóstica contó
entre sus miembros no sólo con ocultistas como Papus y Sédir,
sino con gente de un nivel intelectual muy distinto como Léon Champrenaud
(en el Islam: Abdul-Haqq) y el mismo Matgioï. Este último escribió
incluso, en colaboración con Champrenaud, un librito titulado Les
Enseignements secrets de la Gnose firmado con sus nombres
episcopales:
"Simon-Théophane".
No obstante, al igual que Guénon, Matgioï y Champrenaud se habían
desinteresado por la Iglesia gnóstica más o menos rápidamente,
Guénon ciertamente en 1911 lo más tarde. Cuando murió
Fabre des Essarts, durante la guerra de 1914-18 o poco después, Patrice
Genty quedó muy perplejo: ¿quién sería Patriarca?
El "Santo Sínodo" estaba disperso. Fue pues a ver a Guénon
para decirle que era a él, Guénon, a quien le correspondía
esa carga. Guénon rehusó educadamente arguyendo su obra en
preparación que le ocupaba todo su tiempo, y la noche siguiente,
Genty, en sueños, fue investido por los Santos Eones y tomó
el nombre de Basilide. Pero no fue reconocido por la mayoría de los
miembros y hubo un cisma.
Puede parecer sorprendente que un Guénon, con la experiencia y la
madurez que permitían presentir sus artículos desde 1909,
haya podido participar en esta caricatura de Iglesia que fue la Iglesia
gnóstica, pero es cierto que en la época en que entró
en ella, ignoraba totalmente sus verdaderos orígenes, que sin duda
conoció posteriormente, y que muchos de sus miembros han ignorado
siempre. Nada se oponía, en principio, a que se hubiese mantenido
una filiación cátara hasta el siglo XIX. De hecho, Charbonneau-Lassay
me dijo, en 1938, que su amigo, el conde Pallu du Ballay (tío de
Jean Vassel), que había investigado en ese sentido, tenía
la certeza de que tal filiación se había perpetuado en el
seno de algunas familias nobles del sur de Francia. Esto por otra parte
no bastaría para establecer una filiación, si no con una "Iglesia
gnóstica" que sin duda no ha existido nunca, por lo menos con
lo que puede llamarse propiamente el gnosticismo del que hay huellas en
Egipto y en el Próximo Oriente en los siglos III y IV. Pero, de todas
formas, no había nada de esto en la iglesia fundada por Doinel.
Abro aquí un paréntesis para señalar que sin duda hay
muchas más corrientes que se remontan a la antigüedad y que
han continuado en los tiempos modernos que lo que habitualmente se cree.
Sin hablar de las huellas que pueden seguirse en la época del Renacimiento
y que son bastante conocidas, se observará que en plena Revolución
francesa todavía existían fieles a un culto politeísta
en Argenton-sur-Creuse, tal como resulta de una obra de Quintus Aucler,
La Thréïcie, en el que no todo era simple "reconstitución"
(Gérard de Nerval habla de ello en sus Illuminés). Mucho más
tarde, al comienzo del siglo XX, se perpetuaba en Arles el culto a la diosa
romana Dea Dia (el escritor Jean Martet sacó de ahí el tema
de una novela, Les Cousins de Vaison, transportando la cosa a Vaison-la-Romaine).
Sería menos afirmativo con respecto a los "Caballeros del Sol"
que habrían existido en Chambéry hacia 1870 y cuyo ritual,
publicado por Adolphe Bertet en sus dos volúmenes Le Papisme et la
civilisation au tribunal de l'Evangile Eternel, tal vez nunca ha existido
más que en el papel, mientras que la doctrina aparece como un sincretismo
elaborado por un erudito más que como una enseñanza transmitida.
Pero volvamos a Patrice Genty y, por eso, a Guénon. Fue por medio
de Genty que conocí el asunto de la "Orden del Temple",
pues esta era una de las cosas de las que nunca hablaba Guénon. Desgraciadamente
sólo conocí esta historia después de la partida de
Guénon para Egipto y, cuando aludía a ella en mis cartas,
Guénon eludía mis preguntas.
Paul Chacornac ha dicho algo sobre ello en las páginas 34-35 de su
libro. Lo que dice es exacto. Puedo completarlo en algunos puntos. Me parecía
inútil conservar la cosa en silencio, ya que podría ser revelada
por algunos ocultistas o por los supervivientes de la R.I.S.S. que conocieron
una parte, y porque absteniéndose de mencionarla hubiera parecido
que se quería ocultar, pero tampoco quería entrar en detalles
molestos.
La primera "entidad" que se manifestó en las sesiones fue
Jacques de Molay cuya primera petición fue que los tres "evocadores"
(A. Thomas, Desjobert y Lucien Faugeron) se trasladaran a casa de Guénon.
Allí, la "entidad" ordenó reconstituir la Orden
del Temple y designó a Guénon para ser el jefe de la nueva
milicia. Podrá observarse la analogía -y también la
diferencia- entre este asunto y los comienzos de la Iglesia Gnóstica.
La índole de las "comunicaciones" estaba por completo en
la línea de la venganza templaria que constituye el objeto de varios
altos grados escoceses. Este carácter no hizo más que confirmarse
mediante comunicaciones de Weishaupt, el fundador de los "Iluminados
de Baviera", y de Cagliostro, muerto en los calabozos de la Inquisición
en Roma, y quien, también él, reclamaba venganza, ¿Contra
quién? Puede adivinarse.
Las comunicaciones designaban qué individualidades debían
admitirse en la Orden, y aquéllas ante las que había que guardar
el secreto más absoluto (¡piensa uno en el "Agente Desconocido"
de la Elegida y Querida Logia de Willermoz!). Se elogiaba grandemente a
Saint-Yves d'Alveydre y se intentaba atraer a su discípulo, F. Ch.
Barlet, quien jamás se dejó seducir.
Hubo cuadernos de enseñanza. Estos se suponía que habían
sido "revelados" también por los Maestros pero, para ir
más rápido, se recurrió a la escritura automática,
siendo el médium Desjobert. He tenido en las manos algunos de estos
cuadernos que nunca han sido publicados. Los primeros conciernen a la historia
de las razas humanas y de las tradiciones, un poco a la manera de Fabre
d'Olivet y Saint-Yves d'Alveydre, pero en ellos la teoría de los
ciclos se encuentra correctamente restablecida. Se puede tener una idea
de estas enseñanzas remitiéndose a los artículos sobre
el Arqueómetro publicados en la Gnose, los cuales estaban firmados
por A. Thomas (sin ninguna relación familiar con Georges Thomas llamado
Tamos) y cuyas notas relativas a la tradición hindú fueron
redactadas por Guénon. Los cuadernos siguientes, ¡hubieran
podido constituir por completo un primer "borrador" de El Hombre
y su Devenir según el Vêdântâ!
Hacia el final de 1911, Guénon, que ha abandonado ya la Orden Martinista,
el Rito de Memfis-Misraím y la Iglesia Gnóstica, declara disuelta
la Orden del Temple por orden de los Maestros. Va a casarse, a entrar en
una familia muy católica. Aunque sigue siendo masón activo
en la Logia Thébah de la G. L. de Francia, colaborará muy
pronto en France anti-maçonnique a cuyo director, A. Clarin de la
Rive, conoce desde 1909
De todo esto, Patrice Genty nunca se repondrá completamente: Guénon
ha renunciado, casi se ha pasado al enemigo. ¡Qué golpe! Felizmente
Jacques de Molay continuará manifestándose a Genty en Quiberon
(?) al menos una vez por año, y dándole directivas, sin hablar
de apariciones esporádicas en la plaza del Vert-Galant, en el emplazamiento
de su pira
Cuando tuve conocimiento de esta historia, escribí a Guénon
para preguntarle qué había que pensar de ello, no sin dejar
de mostrar cierta sorpresa. La única respuesta que obtuve fue esta:
"Genty le otorga a algunas cosas más importancia que la que
yo les doy y alguna vez les he dado. Pero me parece totalmente inútil
atormentarlo a este respecto". Me resultaba difícil insistir
más. A buen seguro es éste uno de los episodios más
enigmáticos de la carrera de Guénon. ¿Qué explicación
se puede encontrar?
En su artículo del Nº especial dedicado a René Guénon,
el Sr. Vâlsan, refiriéndose a "la idea de una construcción
de la élite occidental sin punto de apoyo en una organización
existente ni en cualquier medio definido", escribe:
"Por otra parte tenemos razones para pensar que Guénon sabía
por sí mismo alguna cosa sobre posibilidades de este tipo, pues,
en sus comienzos, se produjeron algunos intentos, a partir de intervenciones
del antiguo centro retirado de la tradición occidental". Y algunas
líneas más abajo, el Sr. Vâlsan hace una alusión
a la Orden del Temple que no puede dejar ninguna duda sobre lo que tenía
en vista en las líneas anteriores.